Composición de cinco uvas

Eduardo Peña ha tenido el buen sentido, y también la audacia, de seguir los pasos del genial Emilio Rojo, el ingeniero reconvertido en viticultor que plantó el blanco de Ribeiro en las mesas más exigentes de Estados Unidos. Con una bodega de apenas 13 años de vida, un precioso viñedo de siete hectáreas en suave pendiente hacia el Miño y un concepto sinfónico del vino, ha logrado con su añada de 2017 una maravilla compositiva a cinco voces de viñas jóvenes, que invalida el anatema de las cepas con pocos años. Porque la adecuada y meditada combinación de distintas variedades permite que el resultado sea mucho más que la suma de las partes.

Por supuesto, no basta con que los instrumentos sean de calidad, y la partitura, imaginativa. Es necesaria la adecuada ejecución, en este caso elaboración, que incluye una maceración en frío, la fermentación por separado de cada variedad en barrica de 300 litros de robles europeos y el suave trabajo con las lías. Consigue así ofrecer una delicada e intensa melodía aromática, donde el canto blanco floral dialoga con la densidad corpórea de las frutas carnosas y de hueso, los vibrantes contrapuntos cítricos y el reconfortante frescor balsámico. En boca, la complejidad aromática se expresa con sabrosa untuosidad, creando un tapiz equilibrado de gusto y persistencia.