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ESPECIAL HOMBRE

Cinco hombres en bici

Ni relojes, ni zapatos. Del triatleta al ejecutivo, pasando por el jubilado, el objeto de deseo al alza es la bicicleta. Eléctricas, plegables, modernas, ‘retro’ o de competición

Héctor Muñoz con una Raleigh Chopper de los años setenta sobre la M-30, autovía de circunvalación de Madrid.
Héctor Muñoz con una Raleigh Chopper de los años setenta sobre la M-30, autovía de circunvalación de Madrid.Mirta Rojo (EPS)

La bicicleta ha vivido un boom en 2020: Giant, el mayor fabricante del mundo, celebró el crecimiento en todos los mercados; en España se tradujo en una subida del 38% en la facturación. La alta demanda y los confinamientos han provocado que haya que esperar semanas o meses para hacerse con algunos modelos. La pandemia ha ayudado, pero este auge ciclista llevaba tiempo fraguándose. Más de la mitad de los españoles (50,7%) utilizan la bici con alguna frecuencia, según el último Barómetro de la Bicicleta, de 2019. Este medio de transporte ya aparecía en los planes de movilidad de las ciudades y en el imaginario colectivo de finales del siglo XX impregnando la moda, las tendencias urbanas y hasta las masculinidades. En la última década los ciclistas han aumentado en 4,5 millones en España; los hombres representan casi el 60% del colectivo. El primer vehículo que se conduce en la vida suele ser una bici. Una relación que prosigue en la adolescencia. Con la mayoría de edad, algunos la dejan. Otros la abrazan. Hay toda una generación que decidió paliar la crisis de los 40 con una bici sublime de más de 3.000 euros. Si en 2019 se vendieron en España una media de 3.400 bicicletas diarias, un 2% más que el ejercicio anterior, en 2020 el sector estima que el aumento será del 30%. “En las bicis de rendimiento el aumento de ventas ha sido el esperado. Pero en urbanas y eléctricas ha sido más potente”, resume José Alix, triatleta de 23 años y trabajador de la marca internacional de bicis Specialized. Una tendencia que se ha replicado en muchas partes del mundo.

José Alix, vestido de Dior, en la Casa de Campo de Madrid. Las zapatillas son el modelo Dior B27.
José Alix, vestido de Dior, en la Casa de Campo de Madrid. Las zapatillas son el modelo Dior B27.Mirta Rojo (EPS)

José Alix: “A la nueva normalidad se llega en bici”

Para José Alix, de 23 años, la bici forma parte de su memoria, de su profesión y de su ocio. “Es pasado, presente y futuro”, resume. Practica triatlón desde chaval, empezó “con 8 o 9 años”. Con 16 se puso “más en serio”. Actualmente compite en la categoría élite: entre los 100 mejores de España. “Nos dejan entrenar, pero la sensación es que está todo en el aire”, explica. Una incertidumbre que le ha provocado cierta inquietud: “Para un deportista la disciplina es importante, perderla te puede generar caos”.

Para evitar esa mezcla de frustración y estrés que sobrevuela el ambiente, Alix intenta concentrarse en entrenar. Lo hace dos veces al día: hay jornadas que amanece en el sillín; otras que sale de la piscina al borde de la medianoche.

“Tengo cuatro bicis propias”, recuenta. “Y en casa hay varias más, antiguas”, agrega. Hoy viste la de competición: una Specialized Tarmac SL7 con cuadro S-Works. “La gama alta”, apunta, por si cabe alguna duda al ver esta flamante bicicleta de unos 8.000 euros. Trabaja para ese fabricante en Tres Cantos, adonde también llega pedaleando: “Nos dan una bici de empresa. Tienen una flota para incentivar que vayamos al trabajo en ella”.

La pandemia ha arrasado con algunas de sus citas deportivas, pero a la vez ha provocado un efervescente interés por las bicis. “Los números están ahí”, dice. “Hay un bum. Ha sido tal que se ha generado un problema de stock”, continúa. También cree que desplazarse en este medio de transporte no debe ser peligroso ni provocar esa sensación. Y considera que muchas ciudades se han atrevido y han hecho grandes cambios. Por eso pide más impulso ciclista: “A la nueva normalidad se llega en bici”.

Alix, acostumbrado a la ropa deportiva de los entrenamientos —su favorito es subir el puerto de la Morcuera, en la sierra de Guadarrama— o al estilo más informal para ir a trabajar, se sorprende al verse en traje. “No suelo ir así, pero no está mal del todo”, dice. “Todo sea por la bici”.

Alberto Montenegro viste camiseta de Levi’s, chaqueta de Gant, pantalón de Dockers, zapatos de Dior Men y riñonera de Eye/Loewe/ Nature.
Alberto Montenegro viste camiseta de Levi’s, chaqueta de Gant, pantalón de Dockers, zapatos de Dior Men y riñonera de Eye/Loewe/ Nature.Mirta Rojo (EPS)

Alberto Montenegro: ”No me imaginaba yendo en bicicleta al cole”

Alberto Montenegro, de 34 años, nunca había tenido bicicleta en la ciudad. Eso cambió en diciembre de 2018, en su 32º cumpleaños. Sus amigos le hicieron un regalo que no esperaba: una Finna Velodrome modelo single speed (de una sola velocidad), ensamblada en Barcelona y que cuesta más de 500 euros. Recuerda sus primeros recorridos por Madrid como “algo estresantes”. “Hay que acostumbrarse a compartir espacio con los coches”, apunta. Desde entonces, cada mañana llega pedaleando al colegio Addis, en el barrio de Villaverde. Allí ejerce como profesor de secundaria: imparte Geografía e Historia, Valores Éticos y Cultura Clásica a chavales de entre 12 y 16 años. “Llevo ropa y me cambio allí”, cuenta.

Durante el confinamiento tuvo que dejar de pedalear y pasarse a YouTube: así, se grababa vídeos para sus alumnos desgranando el árbol genealógico de los dioses griegos o resumiendo el giro de la Tierra. Prefiere las clases presenciales. Va tranquilo al cole: “Estamos con las ventanas y las puertas abiertas y no hemos tenido ningún brote desde el inicio del curso”.

Nadie más en su instituto va en bicicleta. Ni alumnos, ni profesores. Pero Montenegro ha despertado ya cierta curiosidad: “Los chavales siempre me preguntan. Hago 14 kilómetros de ida y otros tantos de vuelta. Les parece mucho, pero a la vez ven que es factible. Es una manera de tratar la movilidad sostenible y el deporte”, explica. “¡Ah! Otro profesor me ha preguntado sobre la bici, me ha dicho que se lo está planteando”, agrega. Describe como “un chute de energía” sus trayectos al trabajo. “Cuando me la regalaron, sentí que me estaban dando algo muy valioso; una bicicleta te abre un mundo de posibilidades”, explica. “No me imaginaba yendo en bici al cole; ahora no me imagino haciéndolo de otra manera”.

Héctor Muñoz, vestido de Gucci Resort 2021, en un puente sobre la M-30 obra de Javier Manterola.
Héctor Muñoz, vestido de Gucci Resort 2021, en un puente sobre la M-30 obra de Javier Manterola.Mirta Rojo (EPS)

Héctor Muñoz: ”Nos tenemos que replantear cómo nos movemos”

Escondido en un sótano de un acomodado barrio madrileño, el taller de Héctor Muñoz, de 40 años, aparece plagado de recambios, engranajes, una impresora 3D… Ahí Muñoz repara bicis y desarrolla sus proyectos de upcycling. “Seleccionas una bici vieja, le cambias algunos componentes y la pones de nuevo a punto. Se trata de convertir un producto abandonado en algo nuevo; una iniciativa consciente y relacionada con la economía circular”, explica sobre la marca que fundó en 2010, Manual Art Work.

También forma parte del colectivo maker (extensión de la filosofía del háztelo tú mismo basada en la tecnología). “Me relaciono con mi entorno dando solución a sus problemas”, continúa, “bien sea con las bicis, bien sea con la impresión”. Acaba de colaborar en el montaje de la exposición Materia gris, una selección de piezas de artistas que han dado un paso radical en la búsqueda de nuevos materiales como un tejido de algas o una silla de bioplástico 100% vegetal. “Siempre he tenido una gran sensibilidad medioambiental. Creo que los seres humanos hemos mirado demasiado tiempo hacia otro lado”, reflexiona. “Como sociedad nos tenemos que replantear cómo consumimos, los desechos que generamos o cómo nos movemos”.

Tiene casi una decena de bicicletas propias: una Schindelhauer bastante modificada, una Redline Chopper (edición limitada de la que solo hay 1.500 en el mundo) o la Raleigh Chopper inglesa con la que aparece en la fotografía (valorada en unos 1.200 euros). “Es de finales de los setenta. Era la bici más chula que podía tener un niño inglés en esa época. Está radicalmente intervenida con ese look dorado que es un guiño a Quadrophenia”, afirma, en referencia a la película basada en el disco de The Who.

Fernando García, con abrigo de Herno, camisa de Hermès y zapatos y mochila de Eye/ Loewe/Nature.
Fernando García, con abrigo de Herno, camisa de Hermès y zapatos y mochila de Eye/ Loewe/Nature.Mirta Rojo (EPS)

Fernando García García: ”Tenemos una relación íntima con nuestras calles”

Fernando García García, de 49 años, está harto de su calle. Este experto en marketing y publicidad, que trabaja para Paradores, vive en el centro de Madrid, cerca de la plaza de España. Nada más salir de su portal se encuentra “coches, coches y más coches”. “Con la pandemia, nos hemos dado cuenta de que es necesario cambiar cosas. Pero la inercia no es fácil de romper. Me propuse que la gente se interesase por algo que les toca de una manera íntima y cotidiana: la calle por la que pasan todos los días”.

Así, comenzó un movimiento que reclama la peatonalización de la suya. Algunos sábados, con sus vecinos, García corta la vía para reivindicar el espacio público. En la segunda convocatoria ya se habían sumado otras dos avenidas de su distrito. “Llegaremos a seis en la siguiente y de varios barrios”, agrega García, cuya iniciativa, Revuelta Vecinal Madrid, se inspira en otros movimientos ciudadanos como Revolta Veïnal y Revuelta Escolar, ambos surgidos en Barcelona y que reclaman priorizar a las personas frente a los coches en el diseño de las ciudades.

Cree que las políticas de movilidad en muchas ciudades de España son “cochistas”. Especialmente en la capital: “Incluso aquí, la bici es el medio de transporte más competitivo. El problema es que el Ayuntamiento no invierte en carriles seguros”. García pedalea sobre una plegable eléctrica, una Monty EF39 de 1.369 euros que tiene desde enero de 2020. “Tardo 12 minutos al trabajo. Menos que en metro, taxi o coche”. Escogió que fuera plegable porque no tiene donde dejarla. Eléctrica, por una cuestión práctica: “Voy con prisa y es cuesta arriba. Además, es más cómodo cuando tengo reuniones y voy más arreglado”. No se define como activista: “Reclamar mejoras del espacio público o una disminución del ruido, la contaminación o el espacio dedicado al coche en las urbes me parece más de sentido común que una lucha”.

Fernando Arias, con chaqueta y sudadera de Gant, pantalones de Lee, zapatillas de Converse y gafas de Etnia Barcelona.
Fernando Arias, con chaqueta y sudadera de Gant, pantalones de Lee, zapatillas de Converse y gafas de Etnia Barcelona.Mirta Rojo (EPS)

Fernando Arias: ”En bici surgen más oportunidades de hablar con gente”

Australia, Cuba, Tailandia, Myanmar (Birmania)… En sus 65 años de vida, Fernando Arias —”Me suelen llamar Nano”, señala— nunca ha dejado de viajar: “Hay muchos lugares alucinantes, pero sintonizo con el desierto: con Argelia y con el Sáhara. Me gusta mirar al vacío y no ver nada”. “Quizás es porque viví allí”, agrega hablando casi para sí mismo. Nacido en Sidi Ifni, capital hasta 1969 del territorio, perteneciente a la antigua colonia española en el norte de África, vivió en Villa Cisneros, actual Dajla, hasta 1973. “Faltaban dos años para la entrega [del territorio a Marruecos, que se hizo efectiva el 1 de enero de 1976]”, recuerda.

Se mudó entonces con sus padres y sus 10 hermanos a Madrid, al barrio de Batán. Allí regresó hace un lustro, después de jubilarse. Al poco se hizo con una bici plegable. “Me la vendió una amiga. La tenía en el trastero y no la usaba. Estaba nueva”. Desde entonces practica una particular forma de cicloturismo: carga la bici en el maletero, va en coche hasta su destino y luego lo recorre a pedales: “Es un gusto. Aparcas y te olvidas. La bici forma parte del viaje”. Así ha visitado Ribadesella, Isla Cristina, La Manga, Pontevedra, Valverde de la Vera…

“Cuando vas en bici, la gente asume que formas parte del lugar; tienes más oportunidades de interaccionar y de hablar”, cuenta Arias, que tiene dos hijos: “El pequeño y el mayor”. Ha pasado más de un año de su última escapada, cuando fue a visitar la geoda gigante de Pulpí, en Almería. “La encontraron en la mina de la localidad. Por suerte, la golpearon por un lateral y se abrió como un huevo, sin romperse. El resultado: 8 o 12 metros de brillantes cristales de yeso”, explica. “Es la geoda visitable más grande del mundo. Las hay de mayor tamaño, en México por ejemplo, pero no se puede acceder a ellas”, apunta.

Tiene muchas ganas de que pase la pandemia: “Sobre todo, para seguir viajando; me lo pide el cuerpo”. Mientras, pedalea por la Casa de Campo, se toma algo en el mesón El Pastor —”Una referencia en el barrio”—, realiza cuidadas miniaturas o sueña con una bici eléctrica (en la imagen, con una Peugeot Et01 D10 que cuesta 3.199 euros). “Es el siguiente paso; la ayudita que te da la eléctrica se nota y en ciudad viene bien. ¡Más con la edad!”.

De izquierda a derecha, zapatillas Dior B27; riñonera de Eye/Loewe/Nature; zapatillas de Gucci Resort 2021; gafas de Etnia Barcelona y mochila de Eye/
Loewe/Nature.
De izquierda a derecha, zapatillas Dior B27; riñonera de Eye/Loewe/Nature; zapatillas de Gucci Resort 2021; gafas de Etnia Barcelona y mochila de Eye/ Loewe/Nature.Mirta Rojo (EPS)

Ayudante de fotografía Edwin Orozco. Agradecimientos a Calmera Ciclismo.


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