Manual de supervivientes
La Odisea nos habla de nuestra capacidad de supervivencia, del empeño en seguir y de que es posible recuperar la vida
La editorial Blackie Books acaba de sacar una nueva edición de la Odisea. Con intrépida y visionaria decisión, optaron por no traducir del griego, sino del inglés (lo ha hecho, genial, Miguel Temprano García), ya que usaron la versión de Samuel Butler (1835-1902), un vigoroso texto que acerca la obra al lector contemporáneo. Como dicen en el prólogo, la Odisea debe de ser la obra más influyente de la historia de la literatura: eso dictaminó una encuesta hecha por la BBC en 2018 con críticos y escritores de 35 países. Es un texto que se lee y se relee desde hace casi 3.000 años y que ha trufado de referencias un sinfín de obras posteriores. Últimamente el personaje de Penélope, esa roca a quien el machismo manda callar, está siendo revisado y ensalzado, pero a mí quien me intriga es Ulises. Porque es el héroe venerado por todos, pero en realidad tanto en la Odisea como en la Ilíada demuestra ser un tipejo repugnante, astuto, mentiroso y amoral, alguien a quien no le importa asesinar a un hombre dormido, un rasgo muy poco épico que hoy quedaría fatal en un protagonista de Hollywood.
Pero es que nuestra idea de los héroes ha cambiado. La heroicidad en los difíciles, sangrientos y arriesgados tiempos antiguos consistía en evitar la muerte como fuese. En cumplir el mandato de supervivencia de la especie. De ahí que los viejos fueran tan venerados (justo al contrario que ahora): eran la prueba viviente, y nunca mejor dicho, de que se podía burlar por un rato a la parca. Los humanos somos unos bichos asombrosamente adaptativos, tan tenaces en nuestras ansias de vivir como las cucarachas. Esa resistencia legendaria es lo que nos ha hecho triunfar como especie hasta convertirnos en una plaga. Y todo eso está personificado en Odiseo. La enseñanza está clara: roba, mata y miente, pero vive.
Hoy la gente sigue robando, matando y mintiendo no ya para vivir, sino, aún peor, para medrar. Pero los valores que sostenemos públicamente han cambiado, y eso es cuando menos un pequeño avance. Tomemos por ejemplo la última expedición de Scott al Polo Sur, de 1910 a 1913. Cuando, tras infinitas penalidades, consiguieron alcanzar el Polo y descubrieron que Amundsen había llegado antes, Scott y sus cuatro compañeros emprendieron el regreso a la base, pero murieron por el camino tras atroces sufrimientos. Fue una agonía larguísima, a 50 grados bajo cero, siempre ateridos y empapados, famélicos, cegados por la nieve, con el cuerpo ulcerado, sintiendo cómo se les helaban y deshelaban las extremidades; cómo se les caían las uñas de los pies o se les gangrenaban los dedos, cómo perdían los dientes por el escorbuto, o cómo se les deshacía, congelada, la punta de la nariz. Todo ello dolorosísimo. Antes de fallecer, sin combustible, sin comida, tras haber visto morir a sus compañeros, Scott le dijo por carta a un amigo que, con su calvario, estaban dando un buen ejemplo: “No porque nos hayamos metido en situaciones difíciles, sino porque, cuando ha llegado el momento, las hemos afrontado como hombres. Si nos hubiéramos desentendido de los enfermos, habríamos logrado llegar”. Ese es el nuevo héroe: ya no sirve la vida a cualquier precio. Antes morir que traicionarse a uno mismo.
Faltan cuatro días para que acabe este año 2020 que está siendo nuestro particular calvario. Me parece de lo más oportuno, una de esas mágicas coincidencias de la literatura, que esta nueva edición de la Odisea aparezca ahora. Nos habla de nuestra capacidad de supervivencia, del empeño en seguir y de que es posible recuperar la vida. Pero eso sí, no a cualquier precio, como han demostrado todos esos sanitarios, cajeros de supermercados, transportistas y demás gente estoica que se ha sacrificado por los demás. Y también todos los que han intentado mantener la llama de la esperanza y de la belleza, como Blackie Books, sacando, en tiempos tan inciertos, esta edición fantástica en tapa dura, con geniales ilustraciones de Calpurnio, sustanciosas acotaciones explicativas y un bonus final con textos y canciones de Dorothy Parker, Margaret Atwood, Monterroso, Nick Cave y Javier Krahe. Una maravilla que levanta el ánimo. Amigos supervivientes, lo peor ha pasado. Y al maldito 2020 que le den.
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