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CANCIONES CON SECRETO (III)

El extraño fruto antirracista de Billie Holiday

Billie Holiday en 1943.
Billie Holiday en 1943.Gilles Petard (Redferns / Getty)

Más de 60 años después de su muerte, el tema fetiche de Billie Holiday, 'Strange Fruit’, ha resurgido como himno de las protestas antirraciales de Estados Unidos.

Cuando Billie Holiday (1915-1959) comenzó a popularizar Strange Fruit, su madre le dijo: “¿Por qué te significas de ese modo?”. La hija contestó: “Porque puede mejorar las cosas”. “Pero te matará”, le advirtió Sarah. A lo que la cantante sentenció: “Ya, pero podré sentirlo. En mi tumba lo sabré”. La primera vez que cantarla casi le cuesta la vida fue en 1944, cuando un militar la llamó negrata (nigger, en slang) después de una actuación. La artista, roja de ira y con lágrimas en los ojos, rompió una botella de cerveza contra una mesa y se abalanzó sobre él con los restos cortantes de vidrio en ristre. Dorian Lynskey así lo relata en 33 revoluciones por minuto. Historia de la canción protesta (Malpaso). En otra ocasión bien puede decirse que le costó la cárcel: “Cantar aquel tema no me ha ayudado lo más mínimo”, se lamentaba Holiday en la revista Down Beat en 1947. “Lo canté en el Earle Theater hasta que me obligaron a parar”. Al día siguiente, la Oficina Federal de Estupefacientes del FBI la detuvo con acusaciones que la condujeron un año a prisión. Ella nunca creyó que fuese una casualidad.

PODCAST: La canción antirracista que le costó la cárcel a Billie Holiday

Pero ¿qué tenía aquella canción que incomodaba tanto a los blancos? La letra no insultaba a la supremacía dominante ni explicitaba protesta alguna sobre la opresión en la que vivían los negros. Hacía algo peor: describía crudamente el panorama vomitivo que quedaba tras el linchamiento de dos hombres de color, hasta el punto de excitar los olores de la escena y dibujar la mueca desencajada de los cadáveres: “De los árboles del sur cuelga una fruta extraña. / Sangre en las hojas y sangre en la raíz. / Cuerpos negros balanceándose en la brisa del sur. / (…) Los ojos saltones y la boca torcida. / Aroma de las magnolias, dulce y fresco, / y el repentino olor a carne quemada. / Aquí está la fruta para que la arranquen los cuervos, / (…) para que el sol la pudra, para que los árboles la suelten. / Esta es una cosecha extraña y amarga”.

No es que el texto pareciese una fotografía, es que lo era. La canción la había creado en 1938 Abel Meeropol, un profesor judío de instituto, y se limitaba a reproducir una instantánea de prensa en la que se daba cuenta de un linchamiento ocurrido en Marion (Indiana) el 7 de agosto de hace 90 años. En aquellos tiempos, los linchamientos no ocurrían, sino que se celebraban. Se trataba de eventos premeditados y no fruto de un arrebato de uno o varios ofendidos que, clandestinamente, se tomaban la justicia por su mano. Este y otros muchos detalles del contexto histórico se leen en Con Billie Holiday. Una biografía coral, de Julia Blackburn, que cita al periodista y escritor H. L. Mencken: “[En el sur de EE UU] los linchamientos ocupaban el lugar del tiovivo, del teatro, de la orquesta sinfónica y de otras diversiones habituales”. Tal era el salvajismo que se fletaban autobuses para aportar público, se jaleaban los lances y hasta se editaban postales del resultado como recuerdo.

Meeropol primero popularizó su composición en su micromundo de reuniones casi clandestinas con filocomunistas, donde su mujer se encargaba de cantarla. Pero un día de 1939 el autor vio la ocasión de enseñársela a Barney Josephson, dueño del Café Society de Nueva York donde Billie Holiday comenzaba a reinar; este le pidió que la probase al piano en privado con el profesor y la artista accedió, no sin recelos iniciales, ya que el tema es especialmente mortecino. Pero entendió el mensaje profundo y lo hizo suyo hasta el punto de estrenarlo pocos días después. Quienes la oyeron cantar por primera vez Strange Fruit en aquella noche de marzo de 1939 quedaron petrificados. Para después aplaudir con el ahínco que imprime la rabia.

Muchos promotores preferían que obviase la canción en favor de la parte más convencional de su repertorio de jazz, pero ella se defendía del veto incluyendo en sus contratos el derecho a cantarla. De hecho, siendo un tema helador y nada adecuado para un final de fiesta, solía interpretarlo para cerrar el show, tal como Josephson ideó. Aquella primera noche que lo cantó en su café, el empresario dispuso un ritual a la altura del escalofrío que buscaba: los camareros dejaron de servir entre las mesas, todas las luces de la sala se apagaron y solo se la veía a ella, bajo un frío foco cenital, con su magnolia en el pelo y cantando impertérrita. En otros garitos retiraban las cajetillas de tabaco de las mesas para evitar el resplandor de los cigarrillos.

Rebobinando: el otro linchamiento

  • Cara B del single: Fine And Mellow (Commodore Records).
  • Año: 1939.
  • Listas de ventas en Estados Unidos: número 4.
  • Billie Holiday nunca asistió a un linchamiento, pero seguramente le bastó con el suyo propio. Antes de ser famosa cantaba en la orquesta de Artie Shaw, formada por blancos. En la gira sureña de 1938, la cantante no podía dormir en el hotel de sus compañeros —­si no había hotel de negros, dormía en el coche— y tampoco le era posible usar los aseos públicos de los bares. En Nueva York no le fue mejor: entraba y salía por la cocina del hotel Lincoln, y en los descansos no podía permanecer en la sala, sino que tenía que aguardar en un chiscón hasta que le llegaba el siguiente pase. ¿Más? Un programa de radio contrató a la orquesta de Shaw para amenizar las horas, pero la marca que lo patrocinaba se negó a que ella cantase porque era negra. Holiday tuvo que ceder ese trabajo a Helen Forrest, una melosa voz blanca.

Ella siempre siguió cantando Strange Fruit —aunque cada vez menos—, hhasta que el 17 de julio de 1959, solo cuatro meses después de grabarla por cuarta vez, la cantante de voz quejumbrosa falleció joven (a causa de una cirrosis), a los 44 años, tal como su madre le había advertido. Pero la hija también acertó: 61 años después, su tema fetiche ha resurgido como el himno de las protestas raciales de Estados Unidos. Y Billie Holiday ha podido sentirlo desde su tumba.

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