LGTBI: Transgredir la norma durante la pandemia en Nepal
Una crónica desde este país del Himalaya, pionero en la despenalización de la homosexualidad y en el reconocimiento del tercer género, donde este colectivo vive la crisis del coronavirus entre la precariedad y la desprotección
Aayam Poudel, un nepalí de 22 años, llevaba meses sin trabajo antes de que empezara el confinamiento en Nepal. Es abiertamente gay y con 17 años se vio obligado a abandonar su hogar de origen por el rechazo de su familia. Sin embargo, durante la cuarentena por la propagación de la covid-19, no le quedó más remedio que volver.
Salir del armario en su entorno fue una liberación pero, desde entonces, sus ingresos han sido precarios: “Mi madre dejó de pagarme todo y ahora me busco la vida como puedo”, explica. Empezó siendo camarero en Delhi, donde se reconcilió con su orientación sexual. Además, llegar a una ciudad grande le ayudó a encontrar un espacio cómodo con personas LGTBI: “Me di cuenta de que no había cometido ningún delito”, cuenta Poudel.
La despenalización de la homosexualidad en 2007 y el reconocimiento del tercer género en 2013 pusieron al país del Himalaya a la cabeza de la igualdad LGTBI con respecto al resto de Asia Meridional. El último avance ha sido conseguir que la Oficina de Estadística de Nepal incluya a las personas LGTBI en el próximo censo de población, gracias a lo que podrán beneficiarse de cuotas y prestaciones en materia de educación, salud y empleo para las minorías que antes les negaban por no aparecer en el censo. La igualdad formal ha allanado un terreno abrupto para las minorías sexuales, aunque la discriminación y violencia cotidiana sigue siendo punzante.
Pasar la cuarentena en la casa donde Poudel creció ha tenido luces y sombras. Agradece la acogida en un momento delicado, pero las actitudes homófobas hirientes le han pesado más. “Sentía como se me encogía el corazón cuando se burlaban de mí”, lamenta.
Por eso tuvo que huir, literalmente: “Mi salud mental estaba en riesgo, ni siquiera dormía por las noches”, asegura. Consiguió con suerte subirse a un autobús, pero tuvo que hacer 40 kilómetros andando hasta llegar a su casa en Katmandú, la capital. La situación de bloqueo complicó su viaje: “Pasé por varios controles y mi bienestar no era una razón suficiente a ojos de la policía para volver a mi hogar. Al venir de una zona fronteriza con India, las tiendas me cerraban la puerta en la cara por miedo a que portara el virus”, relata.
Ahora se encuentra más seguro, pero los problemas económicos han vuelto a notarse. Desde Blue Diamond Society, la organización LGTBI más importante del país, ya le han ofrecido manutención para las próximas semanas. Además, la ONG Sath Sath que se centra en empoderar a los niños de la calle y a los hombres más vulnerables, le ayudará con el alquiler este mes. Mientras tanto, sigue soñando con ser guía turístico y continúa perfeccionando su inglés y español con el fin de alcanzar cierta solidez económica.
El único lugar seguro
Para Poudel, Pink Tiffany es un lugar en el que desobedecer la heterosexualidad obligatoria no es peligroso. Se trata del único bar LGTBI de Nepal, y permite que la comunidad disfrute de un ocio cómodo y seguro. Emplean a personas del colectivo como Poudel, que fue camarero durante algunos años, y les ofrecen un lugar en el que vivir hasta que encuentren algo estable.
La dueña del bar, Meghna Lama, es una mujer transexual y uno de los rostros más reconocidos del activismo LGTBI en Nepal. Desde pequeña ha encarado dificultades como el rechazo de su entorno cercano, problemas de salud mental o discriminación laboral.
Más del 90% de mujeres trans se dedica al trabajo sexual y ahora están sin ingresos
Su espíritu persistente y su compromiso social le llevaron a inaugurar un local en el turístico barrio de Thamel que lo cambiaría todo. “Un negocio así es muy difícil de sacar adelante, y más para alguien como tú”, le advertían. Gracias a desoír a quienes no confiaban en el proyecto, ahora se ha convertido en un lugar de referencia en el que se celebran espectáculos drag y desfiles de moda transgénero.
Una bandera arcoíris en la ventana ondea desde la calle. Su interior está decorado con alas que utilizan de fotomatón, banderas de diferentes países y una columna con los colores que identifican al movimiento. Como cualquier negocio hostelero, en este pequeño rincón disidente los efectos de la crisis del coronavirus también han sido visibles.
Pagar el alquiler durante tres meses sin poder abrir el local y sin ayudas del Gobierno ha sido una lucha para Lama. No obstante, las pérdidas económicas no han sido las únicas. Este lugar esperanzador para un colectivo estigmatizado, es para algunos una terapia: “Muchos clientes se sienten incómodos en su entorno y están cayendo en depresión; el bar ayudaba a mejorar su estado anímico”, asegura.
Con todo, a la activista le alienta el sentimiento de unión que han creado y no se plantea el cierre: “Es un momento difícil pero sin duda vamos a volver a abrir pronto porque merecemos un lugar seguro”, sentencia.
Falta de estructuras y visibilidad
La despenalización de la homosexualidad en 2007 y el reconocimiento del tercer género en 2013 pusieron a Nepal a la cabeza de la igualdad LGTBI con respecto al resto de Asia Meridional
La situación de emergencia ha agudizado las dificultades de un grupo ya vulnerable. La preocupación mundial por el aumento de los problemas de salud mental ha dejado fuera a un colectivo de riesgo. En el informe de la ONU sobre políticas sobre el covid-19 y la salud mental se habla de sanitarios, jóvenes y personas mayores como los que más peligro corren, sin mencionar a las minorías sexuales.
Según un estudio de la Universidad de California acerca del suicidio en personas trans adultas, el 98% de participantes que habían experimentado discriminación y violencia pensaron en el suicidio y el 51% intentaron suicidarse. Asimismo, las personas LGTBI son más propensas a experimentar ansiedad, depresión o disforia.
A Sarah, una activista trans y cliente habitual de Pink Tiffany, le preocupa que las personas que sufren violencia LGTBIfóbica en sus hogares no sepan a dónde acudir. “No estoy segura de que en los teléfonos para víctimas de violencia de género atiendan a mujeres transexuales”, denuncia con indignación. La ausencia de estructuras de protección también se percibe en la violencia intragénero. Hay estudios que apuntan que es comparable o mayor a la violencia machista, pero no hay apoyo específico para erradicarla.
A esto se le suma la violencia policial que Meghna Lama denuncia en su país: “La policía está completamente en contra de nuestra identidad”, denuncia. Su cara más amarga es el abuso que sufren diariamente las trabajadoras sexuales y que, muchas veces, termina en arresto. Tanto Sarah como Lama coinciden en algo: “A nadie le preocupa la situación de las prostitutas en la pandemia”, sentencian.
Sarah cree que se debe ampliar la mirada al hablar de asalariados diarios e incluir a las prostitutas. “Más del 90% de mujeres trans se dedican al trabajo sexual y ahora están sin ingresos”, dice. Exige para ellas protección pero, sobre todo oportunidades laborales, ya que está convencida de que optan por ese trabajo por necesidad y no por elección. “Nosotras también tenemos otros sueños y aspiraciones”, defiende.
El país más avanzado de Asia del Sur
Nepal es el país más avanzado en Asia del Sur en lo que se refiere a derechos de la comunidad LGTBI, aunque los problemas no han desaparecido para este colectivo. Las mujeres LGTBI siguen expuestas a tratamientos correctivos, prostitución forzada, asesinatos o violencia doméstica, según el análisis de 2020 de Mitini Nepal. Igualmente, un estudio realizado en 2014 por el Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo puso de relieve la frecuente violación de los derechos de esta comunidad en el territorio. El informe lo relaciona con las rígidas normas sociales y la pobreza generalizada.
Con un presente incierto, el movimiento rosa de Nepal mira hacia el futuro con la esperanza de solventar los efectos de la pandemia y seguir avanzando hacia la igualdad real. Por ejemplo, varios organismos representativos del colectivo están colaborando con el Gobierno para desarrollar el próximo censo, en el que ya figurarán, pero de manera más inclusiva. Las personas que pertenezcan al colectivo LGTBI deberán marcar la opción “otro” en el apartado de género. Esto les permitirá tener datos más exactos de su comunidad, aunque por el momento no habrá un desglose detallado entre la orientación sexual y la expresión e identidad de género.
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