Cinco claves para salir de la madriguera
Sencillos consejos para desconfinarnos y regresar a la vida cotidiana fuera de nuestras casas con mentalidad positiva.
Muchos iniciaron el confinamiento con la alegría de unas vacaciones en casa. Los memes que corrían aquellas primeras semanas eran un barómetro de que la ligereza y el buen ánimo prevalecían en gran parte de los hogares. Transcurrido el primer mes de encierro, los psicólogos que atienden desde la pantalla de su ordenador advirtieron un deterioro del estado anímico de la población. Según la psicóloga y escritora Nika Vázquez, “los pacientes tienen cada vez más problemas para conciliar el sueño y despertares muy tempranos, activados por el circuito de las preocupaciones y la ansiedad, además de un sentimiento de apatía y abatimiento a lo largo de la jornada”. A esto se sumaba el nerviosismo que promueve discusiones familiares o de pareja. La indefinición sobre el fin del desconfinamiento no ayudaba al equilibrio mental. Tampoco las oscuras previsiones sobre el mundo que encontraremos ahí fuera cuando la normalidad se recupere definitivamente.
Más allá de la incertidumbre económica y sanitaria, con la amenaza de nuevas oleadas de la pandemia, la psiquiatra Marian Rojas, autora de Cómo hacer que te pasen cosas buenas, me hablaba en una entrevista reciente del estrés postraumático que se instala en la sociedad tras una época de gran dificultad: “Lo vivido hace que quedes en estado de alerta constante y revivas escenas ante cualquier mínimo estímulo. A mí me preocupan especialmente las personas que han perdido a un familiar en situaciones terribles, sin poder despedirse (…). Habrá miedo a que esto vuelva a suceder y muchas personas se replantearán cómo viven, el tipo de casa que tienen…”. Ahora que empezamos a regresar por etapas a nuestra existencia anterior, veamos cinco claves para adaptarnos a nuestra vida fuera de la madriguera.
Asumir la desconfianza inicial. Este será el primer reto después de una larga reclusión. Tras meses de prevención y de noticias alarmantes, será normal experimentar intranquilidad al entrar en lugares donde haya gente. Sin embargo, nos iremos adaptando a medida que repitamos estas acciones cotidianas. No debemos sentirnos mal si aún tenemos aprensión.
Recuperar paulatinamente las relaciones personales. Al principio nos resultará extraño no dar un abrazo al amigo que hace tanto tiempo que no vemos, pero aun así será agradable charlar manteniendo la distancia social sin pantallas de por medio. Lo que hemos perdido en contacto físico, y que se recuperará cuando venzamos la covid-19, lo podemos compensar con una mayor calidad e intimidad en las conversaciones, algo que ya hemos comprobado de forma virtual.
Rebajar las expectativas. El largo encierro ha hecho que idealicemos ciertos aspectos del mundo exterior que no siempre se corresponderán con lo que vivamos sobre el terreno. No todo el mundo nos tratará con la gentileza de una humanidad amorosa, ni los lugares serán tan idílicos como los recordábamos. Renunciar a las expectativas nos ayudará a disfrutar de nuestra recuperada libertad.
Mantener los buenos hábitos adquiridos. No todo lo que hemos vivido en el confinamiento es negativo. También hemos incorporado a nuestra existencia cosas que merece la pena no perder en nuestro regreso al mundo exterior. El tiempo dedicado a la lectura, a acompañar a amigos en dificultades, a estar con uno mismo sin prisas merece formar parte de nuestro nuevo equipaje para la vida. Habrá reuniones de trabajo que podremos seguir haciendo, de forma más eficiente, por medios virtuales, liberando así tiempo para disfrutar de los placeres analógicos. Por último, hemos aprendido a prescindir de cosas —y tal vez incluso de personas— que no necesitamos ya en nuestro día a día.
Abolir el futuro. Este es el consejo que da el periodista Gaspar Hernández, autor de La libertad interior, para sacudirnos el miedo a la incertidumbre. Puesto que nadie sabe cómo se va a desarrollar la economía, la sociedad, esta pandemia y las futuras, dejar de pronosticar puede ser un ejercicio salvador. El No Future que cantaban los Sex Pistols, si le damos la vuelta en clave positiva, nos libera de tener que angustiarnos sobre el “qué pasará”. Puesto que ni los mejores expertos lo saben, renunciemos al papel de agoreros. Suspendido el futuro, nos queda solo aquello de lo que nos podemos ocupar el día de hoy de la mejor manera. A fin de cuentas, el futuro es el producto de muchos ahoras como este. —eps
Francesc Miralles es escritor y periodista especializado en psicología.
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