Nosotros antes que yo
¿No sería maravilloso si todo esto que estamos viviendo representara un nuevo comienzo? Esperemos que el olvido no gane.
Un amigo mío ha tenido problemas en su matrimonio. Estaban casi al final del camino cuando a su esposa le fue diagnosticado un cáncer agresivo. De repente, se dio cuenta de en qué medida sus conflictos matrimoniales se debían al ego y a la necesidad de sumar puntos y tener razón. Me llamó, convencido de que esta era una segunda oportunidad para él. Sabía con certeza que amaba a su esposa y su prioridad era el matrimonio. Todo lo demás le parecían, dijo, chorradas. Estaba muy agradecido por la nueva perspectiva.
Cuatro días después solicitó el divorcio.
La condición humana es el olvido. ¿No sería maravilloso si todo esto que estamos viviendo representara un nuevo comienzo? Si, con un solo clic cósmico gigante, la erosión de la empatía, el aumento de la agresión interpersonal y la ilusión de la omnipotencia propia desaparecieran y en vez de eso les sustituyera un humilde deseo de servir, de ofrecer una mano a los menos afortunados: pasar de la codicia superficial a la profundidad de la perspectiva.
Todos hemos sido mermados. Todos nos encontramos en estado de shock. El mundo ha cambiado de una manera tan abrupta que solo los más tercos, los más ingenuos y los más inconscientes entre nosotros dudan de la gravedad. Todos hemos sido testigos del heroísmo de los trabajadores sanitarios en primera línea, las cajeras de los supermercados, los jinetes de Glovo que nos traen el pan y la leche, los basureros y el personal de limpieza o de la policía que trabaja todo el día para mantenernos a salvo. Aquellos que antes eran invisibles y casi siempre damos por sentados en sus labores colectivas se han enfrentado al desafío y nos han mostrado lo que significa estar unidos, lo que representa ser lo mejor de la humanidad, lo que conlleva ser desinteresado. Son lo más grande entre nosotros.
Es tan raro como incómodo recibir una llamada de atención de esta magnitud por parte de la madre naturaleza. Un recordatorio tan explícito y doloroso que consiste en dar más valor a las cosas que realmente importan: nuestras familias, nuestras amistades, nuestro bienestar colectivo e individual.
Las cosas que todos hemos perseguido para el confort durante este tiempo quedan invariablemente relacionadas con dos aspectos: la cultura y la humanidad. Contacto humano, conversación, experiencia compartida, compañía simple, literatura, música, televisión, cine. Aspectos de los que muchos se burlan y desprecian. Y, sin embargo, juegan su papel como grandes niveladores. Las cosas que aumentan y suman en lugar de reducir, inspiran en lugar de deprimir, tienen la solidez segura e incuestionable de la verdad y la autenticidad.
Cuando la regla de los seis grados de separación se aplica a conocer a alguien que murió en el último mes o a quienes se han salvado, puede representar un gran trampolín hacia el cambio. Hacia el despertar del sonambulismo a través de la vida. A todos nos han recordado visceralmente la intensa fragilidad de la vida. De lo importante que es ser amable y estar cerca. Vivir bien para intercalar el “nosotros” antes del “yo”.
Solo espero que nuestros recuerdos duren más de cuatro días.
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