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Columna
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La excusa de un mal titular

Washington señala a los medios chinos como brazo del Gobierno; Pekín se escuda en una columna de opinión de mal gusto para expulsar a tres periodistas del WSJ que han destapado temas clave

Ana Fuentes
Un hombre con una máscara camina frente a los retratos del presidente chino Xi Jinping y el difunto presidente Mao Zedong, el pasado 10 de febrero en Shanghai.
Un hombre con una máscara camina frente a los retratos del presidente chino Xi Jinping y el difunto presidente Mao Zedong, el pasado 10 de febrero en Shanghai.ALY SONG

Al pulso entre Washington y Pekín (batalla por el 5G, guerra comercial, espionaje industrial) se le ha sumado en los últimos días un frente más: el mediático. El Departamento de Estado americano va a considerar a los corresponsales de medios estatales chinos como agentes extranjeros, y no como periodistas. Así que la agencia Xinhua, la televisión CGTN, la Radio Internacional de China, el diario China Daily, y su distribuidora, Hai Tian Development USA, deberán rendir cuentas sobre a quién contratan, a quién despiden y qué propiedades poseen en suelo estadounidense. Sus enviados estarán sometidos al mismo escrutinio que los funcionarios de un Gobierno extranjero. A nadie se le escapa que los medios estatales chinos tienen línea directa con el Partido Comunista. Pero esto ha ocurrido ahora, entre otras cosas, porque en campaña electoral los republicanos suelen intentar arañar votos mostrando mano dura con China.

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China expulsa a tres periodistas de ‘The Wall Street Journal’ en represalia por una columna de titular racista

Un día después, Pekín contraatacó cancelando el visado de tres periodistas muy conocidos del Wall Street Journal. Eso equivale a echarles de China, porque el permiso de residencia allí va unido a la credencial de un reportero. Era la represalia por un artículo de opinión publicado por ese diario titulado China es el verdadero enfermo de Asia. Este es un término ofensivo para los chinos, porque así se describió a su país a finales del siglo XIX y principios del XX, señalándolo como débil, incapaz de gestionar, frente a las potencias coloniales europeas y EE UU. Aunque la columna hacía referencia a la mala gestión de la información sobre el coronavirus y a los riesgos financieros, para Pekín, los medios chinos y miles de internautas, el diario cruzó una línea racista. China exigió una disculpa oficial y que se depurasen responsabilidades, a lo que el editor del WSJ respondió que, sintiéndolo mucho, los departamentos de opinión y de información son compartimentos estancos.

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El caso es que ninguno de los tres corresponsales castigados tuvo nada que ver con el texto. Su autor es Walter Russell Mead, un académico conservador al que le gusta provocar. No obstante, él insiste en que no escribió el titular. En la web del WSJ, la columna de la discordia iba acompañada del vídeo Un coronavirus comunista, un revoltijo que ligaba epidemia sanitaria, contaminación y las protestas de Hong Kong. Lástima que una pieza tan pobre haya sido la excusa perfecta para echar a tres reporteros con mucha experiencia que han destapado temas clave de ciberseguridad y violaciones de derechos humanos.

Los ánimos ahora en China están caldeados: es un momento de mucho miedo por la epidemia, incertidumbre económica y purgas políticas dentro del Partido. Expulsar a corresponsales extranjeros es un paso más en el control de la información sobre el país. Al mismo tiempo, Occidente está cada vez más preocupado por contener la influencia china en Gobiernos y empresas. Una escalada de desconfianza mutua que hace prever tiempos más difíciles. @anafuentesf

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Sobre la firma

Ana Fuentes
Periodista. Presenta el podcast 'Hoy en EL PAÍS' y colabora con A vivir que son dos días. Fue corresponsal en París, Pekín y Nueva York. Su libro Hablan los chinos (Penguin, 2012) ganó el Latino Book Awards de no ficción. Se licenció en Periodismo en la Universidad Complutense de Madrid y la Sorbona de París, y es máster de Periodismo El País/UAM.

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