El gran timador de la vida sana
Auténtico 'influencer' naturópata del siglo XIX, la apasionante historia de Arnold Ehret queda recogida en un libro de reciente publicación
DEFENDÍA EL detox, los ayunos intermitentes y una dieta más frutariana que crudivegana; comercializó un bálsamo multifunción (básicamente, un laxante) que aún se vende, y consiguió generar un culto a su alrededor con sus ideas cuestionables sobre la salud. Arnold Ehret era, a todos los efectos, un lifestyle influencer de los tirando a peligrosos pero sin canal de YouTube, porque todo esto lo hacía hace exactamente un siglo, en los años diez y veinte del siglo pasado.
Aunque nació en Alemania en 1866, Ehret encontró su hogar espiritual en California, el lugar en el que nacen, mueren y vuelven a nacer todas las terapias alternativas, como explica Lyra Kilston en Sun Seekers. The Cure of California (Atelier Éditions). Es un librito impecable que da fe de que toda idea, por excéntrica que sea, está a la vez 40 años pasada de moda y 10 años adelantada a su siguiente encarnación. De hecho, investigando para su libro, Kilston se encontró con que el mismo rancho que en los años veinte acogió un balneario ehretista donde se recetaba a los pacientes una mezcla de baños de sol, ejercicio, dieta ascética y ayunos es ahora un resort donde los pacientes pagan miles de dólares por someterse a un régimen de ejercicio, dieta ascética y ayunos. Lo del sol ya no, que ya sabemos cómo está el tema.
El naturópata autodidacta, que en realidad tenía formación como profesor de dibujo, pasó por varios sanatorios europeos, incluido el famoso Monte Verità, la colonia nudista de Ascona (Suiza) en la que pasaron temporadas Isadora Duncan, Carl Jung, Hermann Hesse y muchos otros, y aterrizó en Los Ángeles en 1915 para asistir a la Exposición Internacional. Allí se estaba fraguando una escena en torno a los centros de sanación natural y los restaurantes vegetarianos, donde Ehret daba sus charlas y era recibido con cánticos de “Raw! Raw! Raw! Slaw! Slaw! Slaw!”, que traducido queda fatal: “¡Crudo! ¡Crudo!, ¡Crudo!, ¡Ensalada de col!, ¡Ensalada de col!, ¡Ensalada de col!”.
Para entonces, ya tenía lista la teoría que desarrollaría en su libro más famoso, que aún está a la venta y traducido a muchos idiomas, Sistema curativo por dieta amucosa (disponible en Amazon por menos de 13 euros e indistinguible de cualquier otro libro sobre salud y dietas). Ahí escribe que los lácteos, los cereales, la carne, el pescado y casi todas las verduras generan glóbulos blancos que “envenenan la sangre”. Cuando se ponía estupendo, Ehret afirmaba también cosas como que el arroz causa lepra, el ayuno cura las enfermedades mentales y la barba es el segundo órgano sexual masculino. A las mujeres les decía que siguiendo su método podían aspirar a la inmaculada concepción.
Su éxito como gurú fue relativo, muy inferior al de otros contemporáneos suyos como el Dr. Kellogg, inventor de los copos de cereales y activista contra la masturbación. No ayudó su muerte prematura a los 56 años, que no tuvo nada que ver con sus ayunos ni su alimentación a base de manzanas, plátanos y cocos. Tras toda una vida defendiendo un estilo de vida natural, un día de octubre de 1922 Ehret resbaló en un charco de gasolina, ese líquido de la modernidad, y se dio un golpe letal en la cabeza.
Su doctrina, sin embargo, le sobrevivió y disfrutó de una segunda vida en los sesenta y setenta, cuando la redescubrieron los hippies. Como, por ejemplo, un joven Steve Jobs, que pasó por un breve periodo ehretista cuando vivía en una comuna en Oregón, mucho antes de inventar su propio culto.
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