La educación siempre será más fuerte que las bombas
La escena transcurre entre el apocalipsis y la ternura y, sin embargo, no es exactamente ninguna de las dos cosas. Es tan solo algo tan prosaico y tan terrible como la vida real. Como la vida real en esta escuela del distrito de Ar Radmah, en el enclave de Ibb, al sur de Sanaa, la capital de Yemen. Una o varias bombas —imposible chequear el dato— reventaron las paredes del aula. No hay muros. No hay pupitres. No hay cuadernos. No hay calefacción. Tan solo hay niños sentados sobre los cascotes, deseando aprender, y maestros de pie y en pie, resistiendo como mejor saben: enseñando. Es uno más de los daños nada colaterales (más bien frontales) de la guerra civil que desde hace casi cinco años desangra Yemen.
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