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Leer para creer
Columna
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Cuando elegimos salvar la basura, y no a los supervivientes

La política de la escombrera es visible en la última película de Cumberbatch y en 'The Crown'

Berna González Harbour
Benedict Cumberbatch, como el estratega Dominic Cummings en la película 'Brexit: The Uncivil War'.
Benedict Cumberbatch, como el estratega Dominic Cummings en la película 'Brexit: The Uncivil War'.

Una de las noticias más estimulantes de la semana es que la Asociación de Periodistas Parlamentarios ha anulado sus premios este año ante la parálisis legislativa, lo que abre un debate apetecible sobre todos aquellos políticos que actúan como un barrendero que solo moviera la escoba cuando pasa el jefe (las urnas) y la suelta cuando se va (tras la noche electoral). Pero no profundizaremos en esta senda porque, como las elecciones no son premios, sino acaso condenas a seguir en los bucles de cada cual, no tenemos más remedio que intentar avanzar.

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He aquí las elecciones británicas. En ocasiones es mejor contemplar estos acontecimientos desde su manifestación cultural, y esta vez son dos gigantes audiovisuales los que nos lo explican mejor que todos los tuits al respecto: uno es Brexit, The Uncivil War, una gran película protagonizada por Benedict Cumberbatch que exhibe HBO. Para verla con tranquilidad, con tiempo, con el disco duro de la cabeza con espacio disponible para asimilar el tenebroso funcionamiento de las fake news que hicieron vencer la opción de abandonar la Unión Europea.

El otro es The Crown, brava serie sobre la reina de Inglaterra que casi todos habéis visto, lo sé, pero en la que repasando las raíces del pasado atisbamos los brotes menos tiernos del presente. Los más sombríos, amenazantes. Nos acecha una hiedra oscura.

En la nueva temporada, la reina Isabel tiene dudas sobre la celebración del Jubileo y pregunta a su hermana Margarita, la princesa condenada a ser segunda:

     -Dime: ¿Qué he logrado? Este país aún era estable y grande cuando llegué y mira ahora: se ha derrumbado.

     -Se ha derrumbado solo si lo decimos -responde Margarita, ella misma encamada por su particular derrumbe-. Si disimulamos y lo hacemos majestuoso, nadie se dará cuenta.

¿No son sabias las palabras? ¿No encierran una verdad útil y necesaria ante cualquier desgracia, ante las debilidades, la de que el show must go on, como cantaba un Freddy Mercury ya casi derrumbado por su propia enfermedad? ¿O son síntoma de un cinismo y una política de esa alfombra que, a pesar de su espesura capaz de esconder casi todo, va creciendo sobre el suelo por todos los escombros que vamos acumulando?

Los británicos votaron ayer, y lo hacen espoleados por todas las mentiras y manipulaciones sacadas precisamente de la escombrera que hemos montado bajo la alfombra, donde el personaje que encarna Cumberbatch y sus algoritmos rebuscan la mejor basura para servir a los descontentos: unos gramos de recelo ante los inmigrantes por aquí, otros de terror económico por allá, kilos de nostalgia por un mundo de certezas que se ha evaporado, todo a la olla y, emplatado ante ustedes, el mejor menú de promesas a la carta que usted estaba deseando comer. De frases que estaba deseando oír.

Y los británicos se lo han tragado entero: la ceguera ante el derrumbe de un modelo, la economía salvaje de Thatcher, los recortes, el desclasamiento, la volatilización de un modo laboral de encajar en el mundo y, de postre, el triunfo de las plutocracias millonarias que aquí citaba Guy Standing en un enjundioso e imprescindible artículo (El populismo puede triunfar en el Reino Unido).

¿La digestión? A falta de los puros de Churchill, queda contemplar el suicidio colectivo que se infligen los británicos al salvar de la escombrera la basura, en vez de a las víctimas. Porque anular la convocatoria de premios de este año, aquí, no es opción.

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Sobre la firma

Berna González Harbour
Presenta ¿Qué estás leyendo?, el podcast de libros de EL PAÍS. Escribe en Cultura y en Babelia. Es columnista en Opinión y analista de ‘Hoy por Hoy’. Ha sido enviada en zonas en conflicto, corresponsal en Moscú y subdirectora en varias áreas. Premio Dashiell Hammett por 'El sueño de la razón', su último libro es ‘Goya en el país de los garrotazos’.

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