Un ‘déjà vu’ que huele mal
Otro Día Mundial del Saneamiento y seguimos muy lejos de alcanzar el acceso universal.
Un déjà vu que nos deja cada año con la miel en los labios. Mi primera intención al escribir esta frase era usar otra palabra que también empieza por “mie”, pues encaja mejor en el tema que quiero abordar y refleja mejor mi sensación ante la falta de compromiso nacional e internacional. Y es que la cosa huele mal.
Cuando en 2013 Naciones Unidas lo declaró como Día Mundial, las organizaciones que tenemos el saneamiento entre nuestras prioridades nos alegramos enormemente de ese reconocimiento. Por fin se levantaba el velo a un tema tabú. Y es que no olvidemos que estamos hablando de CACA, que no son las siglas de ningún acrónimo tecnológico malsonante: no, cuando hablamos de saneamiento nos referimos a todo sistema para la recogida, el transporte, el tratamiento y la eliminación o reutilización de excretas humanas y la correspondiente promoción de la higiene. En mi casa me lo dicen a menudo: estás hablando de caca.
Una de las razones por la que Naciones Unidas asignó el 19 de noviembre a este tema fue su preocupación por el lento e insuficiente progreso a la hora de proporcionar acceso a saneamiento. Por aquel entonces se tenía claro que la meta de saneamiento de los Objetivos de Desarrollo del Milenio no se alcanzaría en 2015, y así sucedió, siendo una de las metas de los ODM que más lejos quedaron de ser conseguidas.
Ahora, con los Objetivos de Desarrollo Sostenible, la meta 6.2 propone intentarlo de nuevo y alcanzar el acceso universal en 2030. Es cierto que el tipo de servicio que se busca (saneamiento seguro) se corresponde con un nivel superior al saneamiento básico que se quería alcanzar en 2015. Pero es que es lógico, pues nos encontramos ante un ámbito con enormes repercusiones para la vida por sus impactos sobre la salud, la educación o los ingresos. Avanzar en saneamiento conlleva enormes oportunidades para las personas (p. ej., menos enfermedades que facilitan mejor educación y más ingresos) y los países (p. ej., la disminución de gastos sanitarios a causa de enfermedades como la diarrea), pero no progresar supone un lastre para la dignidad y bienestar de la gente y un freno para alcanzar otros ODS (género, salud, educación…).
Según la OMS y UNICEF, 2.100 millones de personas más accedieron a un saneamiento básico entre 2000 y 2017, pero a pesar de estos progresos todavía 4.200 millones (el 55% de la población mundial) aún no disponían de acceso a un saneamiento gestionado de manera segura, y dentro de ellos a 673 millones de personas no les quedan más remedio que defecar al aire libre todos los días de su vida.
Pero alguien dirá: bueno, pero vamos avanzando... Y yo le respondería: pues sí, pero es que no hablamos de números, hablamos de personas que no tienen garantizado un derecho humano reconocido por Naciones Unidas en 2010. Entonces no podemos conformarnos con tímidos progresos, sino que estos tienen que hacerse a la mayor velocidad y con los mayores recursos disponibles.
Porque se sabe cómo hacerlo y existe financiación para ello; incluso según la OMS invertir 1 dólar en saneamiento genera un retorno de entre 2,5 y 5 dólares por ahorro en costes médicos y por aumento de la productividad.
Avanzar en saneamiento conlleva enormes oportunidades para las personas y los países, pero no progresar supone un lastre para la dignidad y bienestar de la gente y un freno para alcanzar otros ODS.
Según la OMS y UNICEF, alcanzar el acceso universal en 2030 requiere duplicar los progresos actuales. Pero no basta con incrementar los niveles medios de cobertura en saneamiento, sino que es imprescindible trabajar, como en el resto de ODS, en la reducción de las desigualdades, entre países y también dentro de ellos.
Dentro de los países destacan, por ejemplo, las diferencias entre zonas urbanas y rurales, pues 7 de cada 10 personas sin acceso a saneamiento básico viven en estas últimas. También son flagrantes las brechas entre ricos y pobres: en Mozambique, por ejemplo, solo el 8% del quintil más pobre de la población rural tiene acceso a servicios básicos de saneamiento, frente al 91% del quintil más rico que vive en zonas urbanas.
Son ejemplos que muestran que son las personas más vulnerables las que están quedando atrás siendo negado su disfrute de un derecho humano.Y para solventar esta situación y la carencia de financiación y capacidades, países ricos como España (sí, rico a pesar de las inequidades que también hay que solucionar aquí) deben asumir su responsabilidad.
Desde ONGAWA llevamos años pidiendo más compromiso, y al próximo nuevo gobierno le pedimos uno real y efectivo con el agua y saneamiento y con el resto de ODS. ¿No se escucha?, ¿no se entiende?, ¿o no queremos asumir nuestra responsabilidad? Hoy, Día Mundial del Saneamiento lo decimos cantando, a ver si así se entiende mejor...
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