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¿Te imaginas a Cristiano Ronaldo llevando sus propias bolsas a la compra? Pues ese es el problema

Si las personas famosas exhibiesen conductas más 'limpias', el cambio a una sociedad sostenible sería más rápido

Nacho Sánchez

Las acciones individuales que buscan mejorar la salud del planeta o, al menos, no empeorarla más, no siempre son bien vistas por la sociedad. A veces hasta derivan en burlas, críticas o discusiones peregrinas a pesar de las evidencias científicas sobre el cambio climático que las convierten en peregrinas. Aunque la sensibilidad por el medio ambiente haya crecido en los últimos años, quienes han incorporado pequeñas acciones individuales a su vida cotidiana aún se enfrentan a la incomprensión, a la frustración, a sentirse los raros, a tener que justificar una y otra vez su comportamiento. Pero esta situación tiene los días contados porque ellos tienen la razón.

Hacer lo correcto en el terreno de la sostenibilidad es actualmente cosa de minorías, y eso explica la paradoja de que uno tenga que justificar ante los demás por qué hace lo correcto. ¿Por qué caminar 15 minutos para comprar en una tienda a granel es de lo más natural del mundo para algunas personas y, para otras, es hasta una estupidez? Quienes deciden comer verduras para reducir el consumo de carne, usan bolsas de tela para evitar las de plástico o se suben a una bici para contaminar menos son juzgados, a veces, con escepticismo o condescendencia porque se sitúan fuera de lo común, exponiéndose a que los señalen. "Pertenecer a una minoría nunca ha sido fácil", explica Raquel Huéscar, psicóloga general sanitaria en Madrid, quien subraya que "en la sociedad occidental de hoy cuesta mucho definirse como diferente".

Al mismo tiempo, su perspectiva no gregaria es una lección para el grupo. "Esos comportamientos, indirectamente y sin quererlo, echan en cara al resto de personas su mal hacer", destaca el psicólogo clínico Arun Mansukhani. Criticar a alguien por cambiar su conducta para que sea más sostenible es como cuando alguien protesta al ver a un grupo de ciclistas que se desplazan al trabajo. "Te están haciendo un favor a ti y a tus hijos, disminuyen la contaminación, reducen la congestión del tráfico para que tú llegues antes. Pero en vez de agradecerlo, los criticamos. En el fondo es un reconocimiento de que nosotros lo estamos haciendo mal", subraya el especialista.

Dos décadas para que todos seamos más sostenibles

Que una mayoría social asuma esos comportamientos ecologistas es un proceso que requiere tiempo. Al fin y al cabo, no hace tanto que el paradigma antropocéntrico -que pone al ser humano en el centro- fue sustituido por uno ecocéntrico, que lo sitúa como un elemento más en los ecosistemas del planeta. Por eso José Manuel Sabucedo, profesor de Psicología Social en la Universidad de Santiago de Compostela (USC), pide paciencia. "Los cambios terminan llegando cuando las minorías que los promueven son visibles, tienen consistencia en el tiempo y son desafiadas por la mayoría", asegura el también investigador del Instituto de Investigación CRETUS, ubicado en el Campus Vida de la USC. Como eso es lo que está ocurriendo y como promover acciones que mejoren al planeta son beneficiosas para todas las personas, "la mayoría acabará adaptándolas también".

Para que ese cambio llegue definitivamente, que las minorías sean activas tiene una gran importancia. Primero, porque así consiguen que la sociedad en su conjunto comprenda que hay un problema. En este caso, consiste en admitir que el planeta tiene recursos finitos, que cuidarlo es cuidarnos a nosotros mismos y que, si no lo hacemos, se irá al traste con el ser humano detrás. Segundo, porque es una manera de dar ejemplo al entorno. Los estudios indican que un vecino que recicle bien la basura será una inspiración para el resto de la comunidad. "Son personas que empiezan a interiorizar que los cambios sociales también se producen a través de cambios de estilo de vida", añade Sabucedo, quien dirige un grupo de investigación sobre psicología ambiental y comportamiento social.

Uno de sus últimos trabajos, publicado en la revista International Society of Political Psychology, es un análisis de cómo las personas trasladan las consideraciones políticas a sus estilos de vida. Basta mirar a nuestro alrededor para ver el proceso: en los noventa eran pocas las personas vegetarianas o veganas, hoy todos tenemos a alguien cercano que no consume carne, por motivos ambientales o de respeto a los animales. El momento en el que las minorías dejan de crecer lentamente para hacerlo con rapidez hasta convertirse en mayoría fue bautizado por el sociólogo canadiense Malcolm Gladwell como El punto clave, es decir, un punto de inflexión. Y para que la mayoría lleve un estilo de vida sostenible, quizá no quede tanto tiempo. "La velocidad de los cambios es sorprendente en todo ámbito de la vida últimamente", aseguraba el escritor y ensayista Jonathan Safran Foer en una entrevista publicada en EL PAÍS. "Podemos hacerlo", recalcaba.

Las campañas, los reportajes, las imágenes impactantes y los estudios científicos han permitido que la sociedad interiorice que muchos de los plásticos que se usan van a parar al mar, y que ciertos productos se fabrican sin respetar los derechos humanos o provocando sufrimiento animal. La necesidad de evolucionar hacia un mundo sostenible es cada vez más evidente. "Lo que toca ahora es aterrizarlo", subraya Sabucedo. No basta con los likes en redes sociales a publicaciones sobre medio ambiente y sostenibilidad, también hay que entrar en acción.

El investigador cree que en dos décadas la mayor parte de la sociedad consumirá a partir de conceptos de economía circular, sostenibilidad, energías limpias o derechos humanos y animales, pero que el periodo se acortaría si a los ejemplos de miles de personas anónimas se unieran los de las que son muy conocidas. "Con el apoyo del entorno el cambio es más sencillo", subraya Arun Mansukhani. Ver a Cristiano Ronaldo comprar en un mercado con bolsas de tela o a Amancio Ortega reduciendo el uso de plásticos en su día a día sería “un enorme empujón”, insiste el docente. Luego vendrán los cambios políticos, como directivas comunitarias que prohíban el uso de bolsas de plástico. "Los individuos somos los que impulsamos y los políticos gestionan nuestros recursos, solo que a veces se les olvida", concluye María José Caballero, directora adjunta de Programas en Greenpeace.

Una cantimplora para los partidos de fútbol

A pesar de los obstáculos, quienes desarrollan comportamientos sostenibles deben encontrar su propia motivación para hacerlo. Hay personas que la hallan en su aportación a un mundo mejor, otras se sienten bien por ser congruentes entre lo que piensan y lo que hacen. También hay personas no hallan ningún motivo para hacer ese pequeño acto cotidiano. Los especialistas subrayan que una de las causas para ello es que, culturalmente, en España "el más listo es el que no se esfuerza". Además, la resistencia al cambio es una característica del ser humano que se ve influida por el funcionamiento de nuestro cerebro, blindado ante las modificaciones. Pero el factor principal es que la responsabilidad está diluida en el grupo. Es lo que la psicología denomina efecto espectador. Cuidar el medio ambiente es tarea de las personas, pero también de grandes empresas y gobiernos. Muchos confían en que el otro, la sociedad en general, solucionará el problema, y ellos no hacen nada, también porque creen que los gestos de una persona no sirven para nada en el medio ambiente de todo el mundo.

Pero sí que lo hacen. "Cada acción cuenta", afirma Caballero. "Nuestro poder como consumidores es infinito: el valor de los actos individuales es enorme", asegura la responsable de la organización ecologista. Comprar solo a empresas que respeten el medio ambiente, adquirir productos en el mercado y no en el supermercado, desplazarse en bicicleta en vez de en automóvil, hasta llevar una botella reutilizable cada vez que juegas un partido de fútbol son actos importantes y cargados de política. En el último ejemplo, si todos los jugadores copian la estrategia, el efecto se expande y se multiplica. La disminución de las botellas de plástico es evidente y, a la larga, se convierte en un mensaje directo a las empresas que embotellen agua. "Haría que esas multinacionales cambien, porque siempre buscan beneficios", destaca la responsable de Greenpeace, quien subraya que, además de ser importantes, las acciones individuales sirven de ejemplo a otras personas. Estas se irán cuestionando si sus actos son responsables o no y, poco a poco, acabarán por ir soltando las ideas preconcebidas para ir adaptándose al nuevo entorno. Entonces la minoría será menos minoría.

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