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Tribuna
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Diez objeciones a la doctrina Bolton

El propósito de la ofensiva unilateral de Estados Unidos contra Venezuela, Cuba y Nicaragua es un quiebre de esos regímenes. Pero para que eso suceda tendrían que darse escenarios poco probables

Rafael Rojas
John Bolton, el asesor de Seguridad Nacional del presidente de EE UU, Donald Trump, el pasado 17 de abril en Coral Gables, Florida.
John Bolton, el asesor de Seguridad Nacional del presidente de EE UU, Donald Trump, el pasado 17 de abril en Coral Gables, Florida. JOE RAEDLE (AFP)

La más completa formulación de la política del actual Gobierno de Estados Unidos hacia Venezuela, Cuba y Nicaragua ha sido finalmente anunciada. No por el presidente Donald Trump, ni siquiera por el secretario de Estado Mike Pompeo, sino por John Bolton, asesor de Seguridad Nacional, en un acto de la Asociación de Veteranos de Bahía de Cochinos, en el hotel Biltmore de Miami, ante miles de exiliados cubanos, venezolanos y nicaragüenses. A continuación enumero diez razones para no compartir esa política.

1. En el conflicto entre Estados Unidos, Cuba, Nicaragua y Venezuela pesa considerablemente la dimensión simbólica. Desde Washington, La Habana, Caracas, Managua y, por supuesto, Miami, esos diferendos se asumen como inercias o continuaciones de la Guerra Fría. Pero en la mayor parte del mundo no es así: el conflicto entre comunismo y anticomunismo es marginal a nivel planetario. Haber anunciado la nueva política en Miami, en un aniversario de la fracasada invasión de Playa Girón de 1961, es persistir en ese enredo local, arcaico, que favorece el maniqueísmo y las visiones binarias de la política contemporánea. 

2. El anuncio de las nuevas medidas desde Miami, por Bolton, refuerza una doble y dañina subordinación: la de la política hacia Venezuela, Nicaragua y Cuba a la esfera de la “seguridad nacional” de Estados Unidos y la de la agenda de Washington para esos países a los ciclos electorales en el estado de la Florida.

3. Las sanciones contra los tres regímenes adoptan un sentido plenamente unilateral en un momento en que diversas instituciones globales e iniciativas diplomáticas (OEA, ONU, Grupo de Lima, Grupo de Contacto Internacional de la Unión Europea, Prosur, cancillerías uruguaya y mexicana…) intentan concertar acciones multilaterales para enfrentar las crisis venezolana y nicaragüense. 

Calificar a esos regímenes de “troika de tiranías” es un incentivo al despliegue de una colaboración  mayor de esos Gobiernos entre sí

4. Durante las dos últimas décadas el Departamento de Estado de Estados Unidos ha sostenido una política diferenciada para Venezuela, Cuba y Nicaragua. Es evidente que esos regímenes actúan coordinados en una estrategia permanente de promoción de alternativas autoritarias a la democracia en el hemisferio, pero, a la vez, son inocultables las diferencias entre los tres sistemas políticos, las peculiaridades de sus respectivas relaciones con la sociedad civil y la oposición y los matices de sus compromisos internacionales y prioridades de Gobierno.

5. La definición de esos regímenes como “troika de tiranías” no sólo es una simplificación teórica, que casi la totalidad de América Latina y la Unión Europea, más la ONU, China e India, África y Oriente Próximo no comparten, sino un incentivo al despliegue de una colaboración diplomática y militar mayor de esos Gobiernos entre sí y con sus aliados en el mundo, especialmente Rusia e Irán.

6. La aplicación de los títulos III y IV de la Ley Helms-Burton, aprobada en 1996, había sido pospuesta por todos los Gobiernos de Estados Unidos hasta ahora: el segundo de Bill Clinton, los dos de George W. Bush y los dos de Barack Obama. La razón fue siempre una mezcla de reconocimiento de la impopularidad global del embargo contra Cuba y de las complicaciones que podrían surgir en las relaciones con Europa, Canadá, América Latina y Asia, en caso de demandas a empresas de esas regiones que operaran en Cuba con propiedades confiscadas. Los miles de casos de ciudadanos cubanoamericanos que se presentarán ante la justicia estadounidense, además de enrevesados y onerosos, generarán costos a nivel internacional, como ya se observa con la apelación de la Unión Europea a la Organización Mundial de Comercio (OMC).

7. Las restricciones a viajes de turistas estadounidenses y a las remesas de cubanoamericanos desde Estados Unidos no afectarán únicamente los ingresos del Gobierno de Miguel Díaz Canel: también dañarán la pequeña esfera de mercado que intenta articularse dentro de la isla. La nueva política hacia Cuba regresa a la vieja paradoja de la derecha republicana de promover el capitalismo, cerrando las vías externas por las que ese capitalismo puede reproducirse.

Quien anuncia esa medida es el mismo que hace poco proponía el envío de 5.000 soldados a la frontera entre Colombia y Venezuela

8. Las sanciones contra el Banco Central de Venezuela continúan la estrategia punitiva emprendida hasta ahora por la administración Trump contra las redes financieras del Gobierno de Nicolás Maduro. Quien anuncia esa medida en Miami es el mismo que hace poco proponía el envío de 5.000 soldados a la frontera entre Colombia y Venezuela y el mismo Gobierno que ya se queja abiertamente de la incapacidad de su aliado, el presidente Iván Duque, para reducir el narcotráfico.

9. Las medidas contra el Gobierno de Daniel Ortega también intentan afectar las fuentes de ingreso del Estado sandinista, a través de la congelación de fondos del Banco Corporativo de Nicaragua y de la agencia oficial de inversiones y exportaciones, ProNicaragua, encabezada por el hijo de la pareja presidencial, Laureano Ortega Murillo. Hasta ahora, ese tipo de sanciones personalizadas no ha dado resultados en Cuba o en Venezuela, en términos de propiciar una mayor apertura económica y política. Daniel Ortega, un líder tan desacreditado ante la propia izquierda latinoamericana, gana prestigio con la doctrina Bolton.

10. El propósito de la ofensiva unilateral de Estados Unidos contra Venezuela, Cuba y Nicaragua no es, por lo visto, una flexibilización sino un quiebre de esos regímenes. Pero para que eso suceda tendrían que darse escenarios poco probables: una sublevación militar en Venezuela, un golpe de Estado en Nicaragua o un levantamiento popular en Cuba. En una eventual coyuntura de asfixia económica simultánea en los tres países no habría que descartar una mayor cohesión contra el enemigo externo, a pesar del mayor o menor desgaste de sus respectivas dirigencias. Ni siquiera el colapso de uno de esos regímenes supondría, necesariamente, el derrumbe de los otros dos.

Rafael Rojas es historiador.

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