_
_
_
_
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

‘Permalancers’

No se puede vender la realización personal por el autoempleo cuando este es tan precario

Ana Fuentes
Un repartidor de Glovo, en Madrid.
Un repartidor de Glovo, en Madrid. VÍCTOR SÁINZ

Ahora que está el mundo abierto en canal, con elecciones nacionales y europeas a la vista, es cuando más importa priorizar los debates y llamar a las cosas por su nombre. Desde EE UU nos llegan términos para definir las nuevas realidades laborales, esas cuya definición debería ser una de las tareas prioritarias de los Gobiernos que salgan de la próxima primavera electoral. Allí, por ejemplo, llaman permalancers (permanent freelancers) a los falsos autónomos de toda la vida. Lo disfrazan de una falsa mística de autorrealización, pero en realidad son una cara más de la economía precaria.

Siempre ha habido permalancers, igual que siempre ha habido gig economy, economía del encargo puntual. El problema es que hoy quienes pasean perros, luego cogen la moto para entregar un paquete y más tarde dan unas clases particulares no son solo estudiantes que no buscan un compromiso laboral a tiempo completo. A menudo tienen familiares a cargo. Prestan servicios esporádicos o fijos pero no prevén que su situación cambie. Eso influye en su capacidad de tomar decisiones a largo plazo y termina perjudicando a toda la economía del país.

En Europa estamos aún lejos del gigante americano gracias a la mayor regulación. Pero ha prendido el planteamiento de que empresas y trabajadores siempre pueden hacer más con menos. Durante los últimos 20 años hemos visto que las reformas limaban derechos y la negociación colectiva. Paralelamente ha ido creciendo una zona gris de trabajadores no asalariados, muchos vinculados a plataformas digitales.

Haz que tu opinión importe, no te pierdas nada.
SIGUE LEYENDO

Uno de los debates más urgentes en la Unión Europea es el futuro del empleo. Por primera vez en 25 años, la UE ha llegado a un acuerdo para sacar del limbo a esos “empleados atípicos” (trabajadores, no solo asalariados). Se aprobará en abril, y los países miembros tendrán tres años para adoptarlo. La realidad es que es mucho menos garantista que el Estatuto de los Trabajadores español. Para poder llegar a un consenso con países como Holanda o Reino Unido, se mete a mucha gente en el saco del trabajo por cuenta propia, ocultando una relación de dependencia con la empresa que los solicita. Es la aceptación de la figura del falso autónomo.

Creer que el mundo ha cambiado tanto que no podemos permitirnos un mayor nivel de protección y consistencia en el empleo es un planteamiento ruinoso. Sobre todo porque aquellos que viven sin poder planificar pueden sentirse tentados a ejercer un voto de castigo hacia una Unión Europea que no los tiene en cuenta. Por supuesto que hay trabajadores realizados en la gig economy. Y autónomos por elección propia. Y emprendedores que sufren por el exceso de burocracia. Pero no se puede vender la realización personal por el autoempleo cuando este es tan precario.

@anafuentesf

Suscríbete para seguir leyendo

Lee sin límites
_

Sobre la firma

Ana Fuentes
Periodista. Presenta el podcast 'Hoy en EL PAÍS' y colabora con A vivir que son dos días. Fue corresponsal en París, Pekín y Nueva York. Su libro Hablan los chinos (Penguin, 2012) ganó el Latino Book Awards de no ficción. Se licenció en Periodismo en la Universidad Complutense de Madrid y la Sorbona de París, y es máster de Periodismo El País/UAM.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_