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Cómo la escasez de medicinas paraliza un servicio de salud

Sucede en Angola, donde los hospitales carecen de fármacos esenciales para tratar la malaria, el sida o la tuberculosis, cuya incidencia ha aumentado en la última década

Pacientes de tuberculosis del hospital de Chiulo, en la provincia de Cunene, se protegen con mascarillas para evitar la propagación de la enfermedad, el 22 de febrero de 2018.
Pacientes de tuberculosis del hospital de Chiulo, en la provincia de Cunene, se protegen con mascarillas para evitar la propagación de la enfermedad, el 22 de febrero de 2018.Stephen Eisenhammer (REUTERS)
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Aparte de algunos paquetes y frascos de plástico, los estantes del centro de salud de Okanautoni, en el sur de Angola, están vacíos. Faltan fármacos básicos para salvar vidas. A unas horas desde la ciudad más cercana, en la provincia de Cunene, la clínica no tiene medicamentos antituberculosos de primera línea, ni antirretrovirales para los pacientes de VIH, ni antibióticos generales; en concreto, solo quedan tres pastillas contra la malaria.

Okanautoni es un pueblo remoto, pero Mendes Esteves, director provincial de salud, asegura que esta clínica no es una excepción. "El sistema de sanidad pública está perdiendo credibilidad", lamenta en su oficina de Ondjiva, la capital provincial.

João Lourenço, el primer nuevo presidente de Angola en 38 años, se ha comprometido a combatir la corrupción, atraer inversiones extranjeras y mejorar los servicios públicos como la Salud después de que el Gobierno haya reconocido esta falta de profesionales y medicamentos.

Paralizado por 27 años de guerra civil, la asistencia médica del país mejoró después del fin del conflicto, en 2002, cuando la economía se disparó gracias al impulso del petróleo y se construyeron nuevos hospitales y clínicas. Pero los expertos dicen que Angola no pudo desarrollar un sistema robusto para comprar y distribuir medicinas o para capacitar a doctoras y enfermeros.

Cuando el precio del petróleo cayó, en 2014, la economía se estancó y el Gobierno recortó gastos, exponiendo así las grietas en el servicio de salud pública y dejando a la población en riesgo. Las enfermedades que deberían haber desaparecido después de más de 15 años de paz, se están extendiendo. La tuberculosis es un ejemplo: ha disminuido en todo el mundo, pero en Angola la incidencia ha aumentado un 16% entre 2002 y 2016, según la Organización Mundial de la Salud (OMS).

Angola está enfrentándose ahora un brote de malaria con más de 300.000 afectados

Angola sufrió la peor epidemia de fiebre amarilla del mundo en 2016, con alrededor de 4.000 casos sospechosos y 380 muertes, y el país está enfrentándose ahora a un brote de malaria con más de 300.000 afectados en lo que va del año. Los trabajadores de salud internacionales dicen que el país corre el riesgo de vivir nuevas epidemias y han advertido de las consecuencias que esta escasez de recursos podría suponer en caso de que se expanda el cólera desde la vecina República Democrática del Congo o de que se vuelva a vivir una epidemia potencialmente devastadora como la de Ébola, algo que ya le ocurrió en 2005.

En 2018, el Gobierno ha comprometido el 4% del presupuesto al gasto en sanidad, una cifra inferior a la de 2017, que fue del 4,3%. En comparación, Sudáfrica gastó alrededor del 14% de su presupuesto anual en salud en 2015 y Kenia el 6%, según la OMS.

Nunca es suficiente

En la clínica de Okanautoni, los guantes de plástico, las jeringuillas y el desinfectante son artículos escasos. No hay agua corriente y la única electricidad proviene de un generador que funciona esporádicamente. Por la noche, los partos se llevan a cabo solo con la luz de un teléfono móvil. Si algo sale mal, la única alternativa para los pacientes es ser trasladados a los hospitales más cercanos, en Chiulo o Xangongo, a través de caminos llenos de baches y arbustos en recorridos nunca inferiores a dos horas. Y allí las condiciones también son precarias.

"Pedimos medicamentos, pero no nos envían nada", denuncia la enfermera Penitencia Goreti, de 33 años, que afirma haber preguntado en repetidas ocasiones por las acciones que está llevando a cabo el Gobierno municipal. "La situación está empeorando" afirma, mientras una niña con los ojos llorosos por la malaria yace cerca de ella.

Esteves, por su parte, denuncia que los enfermos están empezando a ser rechazados en los centros de salud porque no tienen las medicinas que necesitan. En el momento de la entrevista, el médico esperaba desde hacía meses un lote de fármacos básicos contra la tuberculosis, pero no habían llegado aún. "Ya veremos", dice con un suspiro.

Una niña camina por uno de los pasillos del hospital de Chiulo el 24 de febrero de 2018.
Una niña camina por uno de los pasillos del hospital de Chiulo el 24 de febrero de 2018.STEPHEN EISENHAMMER (REUTERS)

A mil kilómetros de distancia se encuentra la capital, Luanda, la ciudad más cara del mundo para los trabajadores expatriados y hogar de una élite angoleña amante de los lujos. Allí los hospitales públicos son similares. En el de Cacuaco, en las afueras de la capital, dos médicos ven a entre 400 y 700 pacientes por día. El centro sufre interrupciones de electricidad, no hay una máquina de rayos X que funcione y los medicamentos básicos brillan por su ausencia, por ejemplo, los que se utilizan contra la malaria. "Tenemos muchos casos, nunca es suficiente", dice una enfermera mientras cientos de pacientes esperan bajo ventiladores rotos que no alivian el calor húmedo que hace en la sala.

Los residentes más pobres de Luanda a menudo dicen que tienen que pagar para adquirir medicamentos que deberían ser gratuitos en los hospitales públicos. Asumir ese coste significa que los pacientes acaban por acortar su tratamiento, aumentando el riesgo de desarrollo de cepas resistentes en enfermedades como la tuberculosis, donde la adherencia es esencial para superarla.

El Ministerio de Salud, por su parte, no ha respondido a las peticiones de información sobre el estado del sistema sanitario. Sí ha proporcionado, sin embargo, datos que revelan 304.410 casos de malaria en el país entre enero y febrero, con 984 muertes.

En 2018, el Gobierno ha comprometido el 4% del presupuesto al gasto en Sanidad, una cifra inferior a la de 2017, que fue del 4,3%.

La ministra del ramo, Silvia Lutucuta, realizó una declaración después de un recorrido por la provincia de Zaire, en el norte del país. Aseguró que la falta de fármacos está siendo abordada. "No podemos venir aquí y afirmar que hemos resuelto todos los problemas, pero los conceptos básicos y esenciales para el funcionamiento de los centros está ahí", dijo la prensa local.

Cintas rojas y retrasos

Sin embargo, los profesionales médicos más veteranos que trabajan en el sistema sanitario afirman que la situación ha empeorado desde la entrada del nuevo Gobierno de Lourenço. Describen severas demoras en la toma de decisiones y en las aprobaciones de proyectos desde que Lutucuta se hizo cargo del Ministerio, en octubre de 2017.

En cuanto a la respuesta al brote de malaria, reconocen que fue ralentizado por el aumento de trámites burocráticos, algo que complicó la distribución de medidas preventivas como mosquiteras.

La mayoría de las fuentes prefiere hablar bajo condición de anonimato debido a la sensibilidad de los problemas. Describen fallos en el suministro de medicamentos desde las agencias internacionales y afirman que el volumen de compras a granel que realizan los municipios no son suficientes para garantizar precios competitivos. Mientras, la central de compras estatal, conocida como CECOMA, carece de información y presupuesto suficiente para mantener al país completamente abastecido. Según una veterana fuente gubernamental, el ministerio de Salud estima que la mitad de los medicamentos que compra no alcanza su destino previsto.

En el hospital de Chiulo, en la provincia de Cunene, la medicación básica se agota con frecuencia. De hecho, durante una visita al hospital para la realización de este reportaje, se entregaron las últimas tabletas de antibióticos. Este centro también intenta funcionar sin electricidad, pues posee tan solo un generador que se para a las once de la noche. El agua se bombea desde el río, pero el equipo a menudo falla.

En julio de 2017, el hospital de Chiulo diagnosticó casos de tuberculosis multirresistente, pero la medicación no llegó hasta cuatro meses después

Chiulo recibe asistencia de la organización benéfica italiana Medici con L'Africa (CUAMM), que ha trabajado allí desde 2000. Laura Villosio, una infatigable e incansable médica del norte de Italia, asegura que la situación del agua y las drogas se ha deteriorado desde que ella empezó a trabajar allí, hace una década. En julio de 2017, el hospital diagnosticó casos de tuberculosis multirresistente, pero la medicación para tratarla no llegó hasta cuatro meses después, a pesar de las solicitudes desesperadas.

Para tales emergencias, se supone que el hospital debe tener pequeño presupuesto propio para comprar medicamentos, pero el director clínico Ivo Makonga describe el dinero como una "ficción". El pago, que se controla de forma centralizada en Luanda, requiere más de ocho meses para ser procesado, si es que lo hace, lo que significa que los proveedores se niegan cada vez más a aceptar pedidos, completa Makonga.

La falta de fármacos se traduce en un incierto futuro para pacientes como Emilio Txikussa. De cinco años de edad, pesa poco más de 10 kilos y tiene los ojos hundidos y el vientre hinchado por la desnutrición severa. También padece VIH y tuberculosis.

Hoy, la doctora Villosio está contenta porque ha ganado 300 gramos después de alimentarlo durante tres días con leche terapéutica. Con una gran sonrisa, ella le pregunta si se siente mejor.

"Dile al médico que sí", le urge su padre. "Di que sí... Di sí". Pero Emilio solo mira.

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