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La falta de inversión en tuberculosis ralentiza su erradicación

Los expertos avisan que faltan recursos para mejorar el diagnóstico y los tratamientos, los mismos desde hace 40 años

Jessica Mouzo
Un niño con tuberculosis tiende la mano para coger las píldoras de pie junto a una enfermera en un puesto de salud en las afueras de Lima (Perú)
Un niño con tuberculosis tiende la mano para coger las píldoras de pie junto a una enfermera en un puesto de salud en las afueras de Lima (Perú)REUTERS

El imaginario popular había relegado la tuberculosis a una enfermedad de pobres, olvidada, una cosa del pasado. Pero desde su ostracismo, la enfermedad infecciosa ha vuelto a dar un golpe en la mesa y a advertir de que ni entiende de clases sociales ni mucho menos está en su ocaso. Según las estimaciones de la Organización Mundial de la Salud (OMS), esta dolencia infecciosa afectó a 10,4 millones de personas en 2015 y causó la muerte de 1,8 millones. La OMS pretendía acabar con la epidemia en 2035 —reducir las muertes un 95% y la incidencia un 90%— pero ni las cifras de afectación ni la inversión para bajar estas tasas lo acompañan. “Todo el mundo le da la espalda. No hay un apoyo decidido para combatirla y ejemplo de ello es que la mitad de los casos se estima que están, pero no se han encontrado”, explica el doctor Pere Joan Cardona, investigador en la Fundación Instituto de Investigación en Ciencias de la Salud Germans Trias i Pujol de Barcelona y ponente en el Congreso Internacional de Tuberculosis que esta semana se ha celebrado en la capital catalana. Los expertos coinciden en que la falta de inversión y de una apuesta decidida por combatir la dolencia ralentiza la erradicación de la epidemia.

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La tuberculosis ya es la enfermedad infecciosa más mortal, superando a las muertes por sida. Las herramientas para combatirla, en cambio, no se han desarrollado al ritmo que avanza la enfermedad. “Es una lástima que los tratamientos que tenemos ahora sean los mismos de hace 40 años. En esto se ha progresado muy poquito y habría que mejorar estos tratamientos. Lo único que ha avanzado es que lo que antes era tomar 15 pastillas, se ha convertido en dosis fijas medicamentosas [cuatro fármacos principales en una sola pastilla]”, lamenta el doctor Joan Caylà, organizador del congreso e investigador en la Agencia de Salud Pública de Barcelona. La vacuna BCG que se administra a los neonatos se descubrió hace un siglo, el cóctel de fármacos que menciona Caylà (isoniacida, rifampicina, pirazinamida, etambutol o estreptomicina) viene de los años 70 y la prueba cutánea de detección de la tuberculina tiene también más de 100 años. “Los objetivos de la OMS no van a suceder si no tenemos pruebas más sencillas, más baratas, más fármacos y más vacunas”, advierte Morten Ruhwald, del Statens Serum Institut de Copenhague.

Según el informe de la OMS, la financiación necesaria para combatir la epidemia en países de ingresos bajos y medianos se estima en alrededor de 8.000 millones de dólares anuales en 2015 —alrededor de dos tercios para la detección y tratamiento de tuberculosis susceptible a los fármacos, el 20% para el tratamiento de tuberculosis resistente, el 8% para pruebas diagnósticas rápidas y el 6% para coinfecciones con VIH—. Pero los expertos insisten en que los recursos son insuficientes. “Hay unos cuatro proyectos de vacuna en marcha y casi ninguno puede empezar la fase III [de ensayo clínico a gran escala] porque esa parte requiere una fuerte de inversión de al menos 100 millones de euros y no se consigue esa financiación”, apunta Cardona, que precisamente desarrolló la vacuna RUTI, también pendiente de esa fase III.

Los expertos puntualizan que los fármacos disponibles son efectivos, pero esclavos al compromiso del paciente. El tratamiento para una tuberculosis primaria se prolonga durante unos seis meses, como mínimo, y la falta de adherencia al tratamiento es, en muchas ocasiones, el gran escollo a sortear. “Es efectivo pero el hándicap es que hay que cumplirlo a rajatabla. Hay que arbitran medidas para que el paciente que tenga poco interés en su salud pueda cumplir el tratamiento, por ejemplo con programas de tratamiento directamente observado”, apunta Caylà. 

Detectar a los individuos con la enfermedad latente —hay muchas personas infectadas que no desarrollan la dolencia— es otra gran tarea a desarrollar, según los expertos. "Hoy hemos presentado un estudio para el tratamiento de la infección tuberculosa latente que recoge un ensayo clínicoque demuestra que una pauta de tres meses solamente con rifapentina con isoniacida una vez a la semana es útil para prevenir la enfermedad. Es un avance pero se ha progresado poco“, apunta Caylà.

Mejorar los sistemas de detección y diagnóstico también es otra asignatura pendiente. "Hoy hay nuevos métodos diagnósticos que permitirían un diagnóstico precoz en cuestión de 90 minutos, pero todavía no se implementan en muchos lugares.Tenemos nuevos medicamentos y nuevas formas de diagnostico que están saliendo y si pudiésemos implementar todo esto como un nuevo paquete, nos ayudaría a avanzar, estudiar y mejorar la calidad del servicio”, apunta el doctor Kenneth Castro, de la Unión Internacional de Tuberculosis y Enfermedades Pulmonares.

Todo el mundo le da la espalda. No hay un apoyo decidido para combatirla

Doctor Cardona

En este sentido, Castro considera que esta dolencia es poco atractiva para los grupos económicos. “No ha habido la inversión en investigación que amerita la tuberculosis. Yo creo que es porque el hecho de que afecta a personas predominantemente pobres no se ve como una fuente prometedora de ingresos. Muchas farmacéuticas prefieren vender viagra que desarrollar medicamentos esenciales para comunidades pobres”, apunta. Concuerda con él Cardona, aunque también señala los altos costes que supone crear un fármaco. “Es muy complicado hacer un fármaco. Implica mucha inversión y esto solo lo pueden hacer las grandes multinacionales. El problema es que, al ser unas empresas tan grandes, se rigen por criterios mercantiles y la tuberculosis, mercantilmente hablando, no funciona”, apostilla.

Los expertos señalan, no obstante, que, más allá del papel de las farmacéuticas, es preciso incorporar la tuberculosis a la agenda política como una prioridad global. “Con lo que hemos hecho hasta ahora hemos ahorrado 49 millones de muertes, pero esta cuestión requiere un enfoque político, integral, porque si no, no saldremos de esto”, alerta Cardona. “Esto es algo que se tienen que plantear los que tomas decisiones a nivel gubernamental: cómo vamos a proteger a estas poblaciones desprotegidas y cómo vamos a seguir invirtiendo para conseguir los hallazgos que nos hacen falta.Yo lo comparo con el ámbito del sida, que se reconoció en 1981. En 2016 tenemos tantos fármacos antivirales que es difícil mantenerse al día. Y eso mismo nos hace falta que suceda con la tuberculosis”, concluye Castro.

Sobre la firma

Jessica Mouzo
Jessica Mouzo es redactora de sanidad en EL PAÍS. Es licenciada en Periodismo por la Universidade de Santiago de Compostela y Máster de Periodismo BCN-NY de la Universitat de Barcelona.

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