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“Saber que una niña es víctima de abusos y callarme es imposible”

Amanda Cristina Gomes Ferreira habla de su trabajo en el Instituto de asistencia a la infancia y la adolescencia Santo Antonio de Manaus, en la Amazonia brasileña, para luchar contra la explotación sexual de menores

En Manaus (Brasil), hay agencias internacionales de turismo que ofrecen viajes en barco por los ríos de Amazonia, en los que se incluye la explotación sexual de niñas, denuncia la autora de este texto.
En Manaus (Brasil), hay agencias internacionales de turismo que ofrecen viajes en barco por los ríos de Amazonia, en los que se incluye la explotación sexual de niñas, denuncia la autora de este texto. Luiz Marques / Unicef
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Hay días en los que quiero dejarlo todo, pero no puedo. La explotación sexual de niños y niñas, infelizmente, es una realidad en Brasil, en especial en el lugar en el que vivo, la Amazonia. Luchar en contra de ella no es fácil, pero creo que proteger a esos menores es mi misión en la Tierra. La dificultad es grande y las persecuciones, hasta mayores. Cuando uno entra en ese tema, pelea con gente muy poderosa.

Así es: o agradas a todo el mundo y aceptas opciones que no son buenas para niños y niñas, o desagradas a los poderosos y dices lo que tiene de ser dicho. Yo decidí ir por el segundo camino. Y hoy, trabajando para acabar con la explotación sexual de niños y niñas desde hace más de 20 años, veo que tomé el mejor.

Nací hace 43 años en Manaus, en la Amazonia brasileña. Desde muy joven empecé a trabajar con unos amigos en las pastorales de la iglesia. Llevábamos comida a familias y niños que vivían en las calles. En poco tiempo, me di cuenta de que los problemas de esas personas eran mayores y más complejos. Conseguimos algunos donativos y creamos una casa en la que los niños podían pasar el día. Nacía así el Instituto de asistencia a la infancia y la adolescencia Santo Antonio (IACAS).

Mientras empezaba a conocer mejor las historias de esos niños y niñas, un tema me puso nerviosa: muchos de ellos, en especial las niñas, eran víctimas de explotación sexual. Manaus es una ciudad turística y recibe gente de todo el mundo. Descubrí que había agencias internacionales de turismo que ofrecían a extranjeros viajes en barco por los ríos de la Amazonia en los que se incluía la explotación sexual de menores. Niñas entre 11 y 17 años eran convencidas para entrar en esas naves, drogadas y violadas. Empecé a cuidar de ellas.

Descubrí que no se trataba de un caso aislado. Si uno iba para el interior de la Amazonia, por los ríos, el problema se multiplicaba. Como la mayoría de esas niñas era muy pobre, muchas volvían a embarcarse. Una vez, una chica de 11 años me dijo: “Volví porque el tío del barco había dicho que me llevaría a Disney World”. Tenía sueños de niña pequeña.

Hay días en los que quiero dejarlo todo, pero no puedo

Esas chicas veían sus vidas destrozadas. Atendimos a 20 de ellas en IACAS. Otras se quedaron embarazadas, murieron o fueron asesinadas. Las que sobrevivieron habían perdido la dignidad.

En ese momento, entendí que no conseguiría solucionar el problema sola. La explotación sexual de niñas en la Amazonia no es exclusividad de uno u otro barco. Está presente en las muchas municipalidades y es un tema complejo.

Decidí ampliar la actuación de IACAS para abordar el problema a mayor escala. Pasé a trabajar con las municipalidades para que niños y niñas tuviesen apoyo para decir “no” a la explotación sexual. Empecé a reunir personas que estudiaban el tema y especialistas para crear una metodología de trabajo estructurada.

Seleccioné las nueve municipalidades con los peores indicadores e iniciamos un trabajo de apoyo, sensibilización y formación de técnicos para la lucha contra la explotación sexual de menores. Es un trabajo grande que encuentra resistencias en todos los lugares. Hay que cambiar la cultura y eso no es simple.

Hoy, dedico mi vida a ese proyecto. No somos bienvenidos en muchas partes del Estado. Incomodamos a mucha gente y pagamos un alto precio por eso. Pero alguien tiene que hacer ese trabajo. Yo no escogí ese papel, pero saber que una niña es víctima de abusos y callarme es imposible. Cada una de esas niñas necesita a alguien que hable por ella. Y yo decidí ser esa persona.

Amanda Cristina Gomes Ferreira trabaja en el Instituto de asistencia a la infancia y la adolescencia Santo Antonio de Manaus (Amazonia, Brasil) en un proyecto apoyado por Unicef Brasil. 

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