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Las pisadas vanguardistas de Pikolinos

Raúl Belinchón

El grupo de calzado Pikolinos nació como una pequeña fábrica de Elche en 1975. Ahora, con los hijos de su fundador al mando, exporta el 80% de su producción y ya supera los 100 millones de euros en facturación.

ROSANA PERÁN, vicepresidenta del grupo de calzados Pikolinos, pasea emocionada por el nuevo almacén logístico de 11.000 metros cuadrados de su empresa. La fundó su padre en Elche (Alicante) en 1975. El mismo año en que ella nació. De niña, solía recorrer con sus hermanos (Juanma y Carolina) cada rincón de aquella primera fábrica de zapatos. “Íbamos algunos fines de semana y jugábamos con todos los materiales y herramientas. Yo tuve claro ya de adolescente que mi futuro profesional estaba en la compañía familiar”, dice la empresaria.

El creador, Juan Perán, adoptó la metodología empresarial japonesa llamada 'kaizen', basada en la
mejora continua

Lo que no imaginaba entonces es el éxito internacional que alcanzaría la marca. Pikolinos exporta ya el 80% de su producto a países como EE UU, Francia o Rusia; tiene un almacén logístico y tienda en Miami; y el año pasado facturó 110 millones de euros. “Llevamos con crecimiento de dos dígitos cinco años”, apunta esta ilicitana, considerada la mejor directiva de 2017 por la Confederación Española de Directivos. “Nunca le he dado mucha importancia al tema del género. Al final, el equilibrio entre lo personal y lo profesional lo marcas tú. Pero en una proporción de 50-50, probablemente no destaques en nada”.

Cuando Juan Perán supo el interés de dos de sus hijos por la empresa, activó un protocolo enfocado a formar a sus sucesores. Incluso les hizo a Rosana y a Juanma un test psicológico para ver en qué departamento se desenvolvería mejor cada uno. “Era su forma de hacer las cosas. Muchas veces puede parecer que todo ocurre por casualidad, pero no”, explica la vicepresidenta y responsable del departamento de gestión de proyectos. “Es la parte del trabajo que más me gusta, porque los proyectos tienen un inicio y un fin. Y al pertenecer a diferentes áreas, aprendo mucho”.

Diversos operarios trabajan las pieles del calzado en la fase de troquelado en Pikokaizen, el centro productivo que el grupo Pikolinos tiene en Alicante.
Diversos operarios trabajan las pieles del calzado en la fase de troquelado en Pikokaizen, el centro productivo que el grupo Pikolinos tiene en Alicante.Raúl Belinchón

Casi desde el principio, Juan Perán adoptó la metodología empresarial japonesa llamada kaizen (mejora continua, la misma que utilizan Uniqlo o Toyota) e incluyó el término asiático en el apodo de su fábrica de Elche: Pikokaizen. “Mi padre fue un completo visionario”. Hace 20 años, cuando el ocio y el trabajo eran mundos paralelos, él decidió cruzarlos y construyó unas oficinas con una sala para la siesta, un gimnasio y una sauna para uso y disfrute de sus empleados. “En Elche lo vieron como una absoluta excentricidad”. También con el cambio de siglo, Perán llevaba tres años tratando de implantar el papel 0 en la empresa. “En 2002, lo consiguió. Es muy cabezota”, sentencia la hija con cariño. Y cuando nadie hablaba de sostenibilidad, él se empecinó en trabajar con una piel tintada al natural (“más difícil de tratar”) que le dio una identidad única a sus zapatos. Aquel fue uno de los grandes impulsos para la compañía. A medida que fue creciendo, Juan Perán contrató a un director general para reforzar los aspectos en los que se sentía más débil.

Raúl Belinchón
Dibujo de dos hormas de zapatos en la mesa del despacho de Perán, vicepresidenta del grupo Pikolinos. Y hormas y calzado en el departamento de diseño de calzado Martinelli.
Dibujo de dos hormas de zapatos en la mesa del despacho de Perán, vicepresidenta del grupo Pikolinos. Y hormas y calzado en el departamento de diseño de calzado Martinelli.Raúl Belinchón

En 2007, Pikolinos adquirió calzados Martinelli por 3,5 millones de euros. Y un año después, Perán hizo su último movimiento inesperado. Siendo aún joven para apearse de una empresa que ha sido su vida, puso en marcha el relevo de la compañía. Comenzó a delegar las funciones en sus hijos Juanma y Rosana, que entonces tenían 31 y 33 años, respectivamente. “No son edades normales para ese cambio. Y es raro que un fundador se retire tan pronto”. El proceso de sucesión, “ejemplar” en palabras de su hija, culminó a finales de 2016, cuando Juanma y Rosana Perán asumieron oficialmente la presidencia y la vicepresidencia.

Juan Perán hizo un test psicológico a sus hijos para determinar en qué departamento se desenvolvería mejor cada uno

En los últimos años, siguiendo las pisadas vanguardistas de su padre, los herederos han logrado entrar en el club de las marcas españolas de moda que traspasan la barrera de los 100 millones de euros de facturación anual. “Hemos respetado el producto de calidad. Por ejemplo, usamos la misma piel desde 1984 y no vamos a cambiarla”, explica la copropietaria. También esta segunda generación de la familia Perán está dejando su impronta: “Con la implantación de nuevas tecnologías como la impresión 3D para los prototipos, la reorganización de nuestras fábricas o buscando formas innovadoras de vender”.

Rosana Perán, en el centro logístico de Elche, donde se almacenan miles  de pares de zapatos.
Rosana Perán, en el centro logístico de Elche, donde se almacenan miles de pares de zapatos.Raúl Belinchón

Bajo la premisa de “mejora continua” propia del método kaizen, Rosana Perán viaja constantemente en busca de inspiración. Ahora acaba de regresar de Silicon Valley entusiasmada y pretende volver en compañía de su hija. Porque en enero firmaron el protocolo de tercera generación y, al igual que hizo con ella su padre, la está preparando para un relevo. “Mi padre siempre nos dice lo orgulloso que está. Él quería una fábrica del siglo XXI y sus hijos hemos hecho realidad ese sueño”. Ahora toca mantenerlo.

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