Cuando el Mediterráneo se secó y las ratas llegaron a España
Cataluña y el sur de Francia fueron refugios climáticos durante el período de aridez que comenzó a azotar la península hace 12 millones de años
La península Ibérica es una tierra de bosques mediterráneos, dehesas y matorrales. No siempre fue así. Hubo una época en la que Europa gozaba de un clima tropical, y bosques húmedos se extendían por el continente. Todo cambió con un espectacular viraje climático que dejó el Mar Mediterráneo seco y forzó cambios en la fauna ibérica que se perciben en la actualidad. En el apogeo de este fenómeno, desde hace 12 hasta hace 5 millones de años, los excepcionales ecosistemas del territorio que actualmente comprende Cataluña y el sur de Francia sirvieron como refugios climáticos. Aquí quedaron relegados los animales que estaban adaptados a ambientes húmedos y cerrados, como las ardillas voladoras, según desvela una nueva investigación encabezada por paleontólogos de la Universidad Complutense de Madrid publicada en Scientific Reports.
El estudiante doctoral Fernando Blanco, que es el principal autor del estudio, explica que también hubo un aumento de la biodiversidad en el norte conforme disminuía la del sur. “Es una combinación de la extinción de ciertas poblaciones y la dispersión [de otras]. Hubo una migración de faunas adaptadas hacia el norte, pero no es una migración directa: fue todo muy progresivo”, señala.
Los científicos analizaron 209 yacimientos con fósiles de roedores que habitaron la península Ibérica y el sur de Francia durante el Mioceno superior —entre hace 12 y 5 millones de años— para ver cómo afectaron los cambios climáticos de esta época a la fauna. Se sabe que los ecosistemas de la península Ibérica se estaban volviendo cada vez más áridos, y que las temperaturas globales disminuyeron durante este período en un proceso que culminó con glaciaciones hace 2,59 millones de años.
El análisis de los restos fósiles, recogidos durante más de 50 años de excavaciones, ha demostrado que los roedores de la península migraron al norte por los cambios climáticos, a la vez que cambiaron comunidades enteras de especies en el resto del territorio. En esta época, por ejemplo, llegaron los múridos (ratas y ratones actuales), un grupo de animales todoterreno que conquistó el centro y sur peninsular, desplazando a anteriores residentes como los cricétidos (actuales hámsters).
“Lo más sorprendente es que hayan visto que la región norte y el sur de Francia hayan funcionado como refugios durante tanto tiempo”, dice Adriana Oliver, una paleontóloga del Museo Nacional de Ciencias Naturales (Madrid) ajena a este estudio. Oliver es especialista en fósiles de roedores; sostiene que este grupo de animales es excepcional porque, además de contar con una amplia distribución geográfica y con muchísimas especies, es el único que permite datar los yacimientos con precisión, dados los cortos ciclos vitales de estos mamíferos. Además, su sensibilidad a los cambios ambientales los convierte en animales idóneos para analizar climas pasados a través del registro fósil.
El estrecho de Gibraltar no existía todavía. Se cerraron los dos estrechos que había y el Mediterráneo se quedó sin intercambio
El cambio climático del Mioceno superior estuvo marcado por dos “crisis” ecológicas que causaron enormes cambios en la fauna europea. La primera fue la llamada crisis del Vallesiense, un pico de aridez que hace unos 10 millones de años acarreó la extinción de los monos en Europa. Blanco sostiene que la del Vallesiense fue solo “una crisis entre comillas”, dada su progresión gradual. Sin embargo, la crisis salina del Messiniense, que ocurrió hace seis millones de años, llegó a secar el Mar Mediterráneo casi por completo. “Los continentes eran ya bastante parecidos a lo que tenemos ahora, pero no exactamente iguales”, dice Oliver: “El estrecho de Gibraltar no existía todavía. Se cerraron los dos estrechos que había y el Mediterráneo se quedó sin intercambio. La evaporación era mayor que los aportes de agua”. Fue este fenómeno, que solo dejó marismas salinas en la cuenca del Mediterráneo, el que propició los grandes intercambios faunísticos entre continentes.
El estudio de refugios climáticos prehistóricos es especialmente relevante ante el cambio climático actual. “Si logramos conocer cómo se ha comportado la biodiversidad ante cambios climáticos en el pasado, podremos predecir como va a hacerlo en el futuro”, dice Blanco. “En este sentido la paleontología tiene un papel crucial en el estudio del cambio global”, concluye.
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