Una pasión blanca y en botella
El abuelo de Sara Bañuelos tenía viñas, pero ella nunca llegó a trabajarlas. Recién entrada en la treintena, hoy es enóloga de la bodega que la firma Ramón Bilbao ha inaugurado en los pagos vallisoletanos de Rueda.
CON UNA MARCADA tradición familiar en la enseñanza, “parecía claro” que Sara Bañuelos acabaría siguiendo la misma senda. Sin embargo, las jornadas de esta extremeña menuda de corta melena no transcurren en el aula, sino entre ciclópeos toneles y ásperas cepas. Su abuelo tenía viñas, eso es cierto, pero ella no llegó a trabajarlas. “Mi padre siempre me decía: ‘Si llego a saber que te ibas a dedicar al vino, no las hubiera vendido”, rememora con una copa en la mano de sauvignon blanc que ella misma ha elaborado. Ramón Bilbao inauguró el pasado otoño una nueva bodega en Rueda, Valladolid, zona con denominación de origen. Como enóloga de la casa, Bañuelos acaparó las loas y las miradas. “Pero fíjate”, recapitula, “hasta que llegué a la universidad no sabía a qué me iba a dedicar”.
Ahora, entre los toneles y las cepas, yendo y viniendo de las barricas a las uvas, con toda su atención puesta en las botellas y, sobre todo, en su contenido, Bañuelos se sabe en el lugar donde tiene que estar. A sus jovencísimos 31 años, se ha convertido en una profesional destacada en un sector que solo poco a poco va abriendo un resquicio a las mujeres. “Ahora hay una presidenta del consejo regulador, y también las hay en las asociaciones”, apunta Bañuelos, cuyo puesto oficial es el de directora técnica de la bodega. “También es cierto que la denominación de origen Rueda aglutina cada vez a más mujeres. No sé si será porque es vino blanco y es más delicado”.
Aunque Ramón Bilbao abrió oficialmente su bodega en Rueda hace pocos meses, el proceso de trabajo se venía desarrollando desde un año antes, y ya han sacado a la venta sus primeras cosechas, una de sauvignon blanc y otra de verdejo local, “una variedad muy rústica, muy de terruño, que da unos mostos y unos vinos muy distintos”.
La enóloga empezó elaborando tintos en la sede que la misma bodega posee en La Rioja desde 1924. Aún tiene pendientes las últimas obligaciones de una vendimia que este año resultó alarmantemente temprana. “Empezamos el 21 de agosto, algo que es totalmente anómalo en la zona”, explica Bañuelos, que atribuye este adelanto de al menos dos semanas a una “fuerte sequía” relacionada con el cambio climático. De ahí que se viera obligada a acortar sus vacaciones para hacerse cargo de la cosecha, una labor en la que combina la tradición con los últimos desarrollos tecnológicos. “Para mí, un año no es de enero a diciembre, es de septiembre a septiembre: una manera especial de pensar que tenemos los enólogos”, explica. “Tengo amigos que no comprenden que desaparezca del mapa durante dos meses y que encima esté encantada de echar tantas horas, de lunes a domingo. Pero la verdad es que sí, que estoy encantada”.
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