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3.500 Millones
Coordinado por Gonzalo Fanjul y Patricia Páez

Hambre en medio de la abundancia

En el mundo 815 millones de personas pasan hambre mientras se desperdicia más de un tercio de los alimentos producidos

Reparto de comida de la Organización Mundial de Alimentos en Sudan del Sur.
Reparto de comida de la Organización Mundial de Alimentos en Sudan del Sur. Arsenie Coseac

Hace cuatro semanas estaba en Haití conociendo los proyectos que apoya América Solidaria, particularmente en educación. Me correspondió asistir a uno de ellos donde están las religiosas del Sagrado Corazón en las cercanías de Puerto Príncipe. Un notable trabajo llevado adelante por profesores y profesoras haitianas, de la mano de las familias y de estas religiosas– casi en su totalidad mayores– y con el apoyo de la organización Fe y Alegría. En medio de la conversación me contaron que recibían alimento del Programa Mundial de Alimentos (WFP), que esas semanas se había entregado solo trigo y con eso se estaban alimentando los alumnos y alumnas.

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La FAO el pasado septiembre nos removió al señalar que el hambre había aumentado, que 11 de cada 100 personas, es decir, 815 millones no tiene el alimento que requiere para vivir, pasa hambre. Por primera vez desde el año 2003 tenemos un alza de subalimentados.

Trabajé en Roma la semana pasada y al salir del aeropuerto en el bus que me llevaba a Stazione Termini pasé por el lado del edificio de la WFP, vi ya de tarde alguna de sus luces encendidas. Medité que seguramente quienes trabajan allí y quienes viven hoy en la capital de Italia no han comido solo trigo las últimas semanas y me pregunté si efectivamente ellos y ellas eran conscientes de lo que ocurre en Haití y en tantos otros lugares del mundo donde la carencia del alimento necesario lleva a las personas a enfermarse y morir. Me hice la misma pregunta y a quienes me rodean en este mundo desarrollado donde botamos más de un tercio de su alimento y cada vez tenemos comidas más sofisticadas. Solo me queda pensar que seguimos habitando en una burbuja.

En una de esas noches leí en la prensa internacional que el principal accionista de una importante empresa textil ingresará un dividendo de 1.250 millones de euros y me pregunté: ¿los necesitará? Busqué en la página del WFP su presupuesto y lo que encontré inmediatamente son las raciones anuales que entregan: 12.600 millones a 0.31 dólares cada una de ellas y los 2.800 millones de dólares que necesitan para evitar más muertes. Llevan cerca del 50 % recaudado. Por los programas que logré identificar en el WFP la parte central de su misión va directamente a la entrega de alimento para evitar la desnutrición y la muerte y fortalece a su vez a las propias comunidades y organizaciones articulándose con la Organización para las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) y con el Fondo Internacional de Desarrollo Agrícola (IFAD).

Me he preguntado al regresar a mi país Chile, en medio de la contienda electoral y de las reformas sociales más ambiciosas de las últimas décadas, ¿de qué les sirve a las personas acumular más riquezas acrecentando sus bienes si agonizan y mueren decenas de millones de personas en el mundo cada año por carencia de alimentos? ¿Podemos levantarnos cada mañana en paz, beber agua potable, alimentarnos y consumir si aún centenares de millones de seres humanos en el mundo no pueden hacerlo?

Valdría la pena que nos detuviéramos a reflexionar qué hacer antes de seguir la rutina de hábitos alienantes que nos impiden ver y que, al hacerlo, recordáramos los rostros de mujeres, hombres y niños desnutridos y agonizando en pleno siglo XXI. La mayor expresión de privación de libertad en el mundo sigue siendo la pobreza. Yo por lo menos creo y estoy convencido de que podemos hacer muchísimo más comenzando simplemente por ponernos en el lugar de quienes hoy experimentan a diario la exclusión, la pobreza y el hambre; lo demás vendrá por añadidura y de seguro nos juntará a tantos otros y otras que aspiran a un mundo más justo, seguro y feliz.

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