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Coordinado por Gonzalo Fanjul y Patricia Páez

Los ODS caminan cuesta arriba

Solo 20 países europeos han presentado sus planes ante la ONU y España no es uno de ellos

Gonzalo Fanjul
Los ODS en la cuerda floja.
Los ODS en la cuerda floja.Roberto Latxaga

La semana pasada tuve oportunidad de participar en Berlín en la Cumbre Mundial de Salud 2017, uno de los foros más interesantes de intercambio de ideas relacionadas con salud global. Formalmente se trata del encuentro anual de los centros académicos agrupados bajo el M8, pero en él participa una combinación interesante de académicos, sociedad civil, sector privado y responsables políticos.

Yo iba invitado por la Think Tank SDGs Initiative, una red en la que ISGlobal participa de forma activa. Y resultó ser una sesión fascinante en la que representantes de cinco puntos del planeta (Pakistán, Chile, Brasil, Tanzania y España) tuvimos oportunidad de explicar nuestra visión sobre el contenido y el estado de los ODS en materia de salud.

Les resumo algunas de las impresiones que me llevé de allí:

Pocos gobiernos nacionales van tan retrasados en este asunto como España, pero el progreso de definición de las prioridades ODS es muy desigual. De los 44 países europeos solo 20 habían presentado sus planes a la ONU en los dos primeros años del plazo de cumplimiento y otros 9 lo harán en 2018. El plazo absoluto de la Agenda 2030 es tan corto que estos retrasos amenazan seriamente el cumplimiento de los objetivos más ambiciosos, como la cobertura universal de salud.

Pese a todo, la agenda ODS ya está demostrando su valor como palanca para impulsar reformas en ciertos lugares. Yo presenté los ejemplos de la agenda de salud urbana en Barcelona y Madrid. Si en el primer caso los ODS constituyen un acelerador de las decisiones que ya había tomado la ciudad en materia de movilidad, contaminación o vivienda, en la segunda esta obligación global se convierte en una herramienta interesante para vencer los obstáculos políticos al cambio. Por eso es tan importante trasladarlos cuanto antes al imaginario público.

Hablando de las ciudades, buena parte de las intervenciones hicieron referencia al papel movilizador de los actores no estatales, como por ejemplo las ciudades, regiones y empresas. De nuevo, España ofrece ejemplos interesantes en este sentido: desde la revolución de los ODS que se está haciendo en comunidades autónomas como Valencia, hasta el vanguardismo de algunas empresas españolas en la interiorización de los objetivos. Carlos Mataix (Itd-UPM) y Julio Eisman (Acciona) contaban hace unos meses en estas páginas la fascinante experiencia en el campo de las energías renovables.

La cuestión de la disponibilidad y calidad de los datos sigue siendo un problema serio en la aplicación de la Agenda 2030 y en el diseño de políticas basadas en evidencias. Las dificultades tienen una triple naturaleza: vacíos de información (nuevos indicadores y datos desagregados por origen o estrato socioeconómico, por ejemplo); organización/gestión de la información (las fuentes más accesibles en este momento siguen siendo las proporcionadas por iniciativas paraoficiales como el Sustainable Development Solutions Network); y mecanismos de rendición de cuentas (la ausencia de planes y de sistemas estadísticos nacionales que los respalden complican mucho la posibilidad de exigir cuentas a un gobierno).

Cada una de estas cuestiones son relevantes para quienes se están enfangando en la definición e implementación de la agenda en sus contextos nacionales. Sin embargo, entre los participantes en mi sesión percibí la paradójica sensación de tener ante nosotros un plan de trabajo fascinante que llega en el peor momento económico e ideológico. La propia Europa es hoy un lugar mucho más hostil al tipo de políticas que proponen los ODS de lo que era hace solo dos años, cuando estos nacieron. La ofensiva nacionalista, identitaria y ensimismada que se extiende como una mancha, proceso electoral tras proceso electoral, ha trastocado por completo las prioridades. Empezando por España, donde plantear un asunto como este parece hoy casi una frivolidad. Pero no lo es, ciertamente: contribuyamos a recordárnoslo.

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