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Seres Urbanos
Coordinado por Fernando Casado
Movilidad urbana

Peatonalización de ida y vuelta

La movilidad urbana y la calle Galileo

Un peatón en Tokio.
Un peatón en Tokio. Eugene Hoshiko (AP)
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La movilidad urbana es un concepto que admite distintas interpretaciones puesto que no es lo mismo que sea de coches privados, que de transporte público, peatones o ciclistas, ya que sus movilidades son muchas veces incompatibles. Es un eufemismo que se concreta algo más cuando se dice movilidad urbana sostenible, apuntando hacia la compatibilidad de los distintos modos de moverse, pero también la sostenibilidad ha sido tan usada, abusada y tergiversada, que se ha vuelto un concepto multiusos y banal.

Se ha celebrado del 16 al 22 de septiembre 2017 la Semana Europea de la Movilidad Urbana con el lema de hacer le movilidad compartida más limpia e inteligente. Madrid ha acudido a la convocatoria con el programa La Celeste, Madrid por el cielo, y la siguiente explicación del lema: "Cada vez que vamos en bici, o en transporte público, cada vez que compartimos coche o caminamos, nos llevamos el aire sucio y vuelve el aire a Madrid". Con este bienintencionado fin se han celebrado diferentes actividades para "aprender y compartir la ciudad que queremos". Pero ni siquiera el último día de la ciudad sin coches se cortó el tráfico en ninguna parte. Y eso que la responsable del Área de Gobierno de Medio Ambiente y Movilidad repitió en todas las emisoras de forma contundente que: "apenas 27% de los desplazamientos son en vehículo privado mientras que el espacio que se le consagra es de 80%".

La calle Galileo del barrio de Arapiles, en el distrito de Chamberí, en Madrid, se ha hecho famosa en estos meses por una modestísima operación piloto de peatonalización, de apenas 60 metros, entre la calle Meléndez Valdés y Fernando Garrido, delante del Centro Cultural Galileo, la antigua Funeraria, ni siquiera toda la manzana.

El experimento pertenecía a un conjunto de pequeñas intervenciones integradas en el programa Chamberí 30, que ha mudado a dEspacio Galileo (las ocurrencias nunca cesan, tras el verano del “Despacito”). Ni a tres meses ha llegado la medida de supresión del tráfico. Los vecinos se movilizaron en contra, todos los grupos de la oposición, de forma bastante oportunista, votaron la reversión, y el equipo de gobierno rectificó el 24 de agosto. Se reabría el tráfico por un solo carril, el que había quedado para bicis y emergencias, y se reinstalaban las plazas del SER (Servicio de Estacionamiento Regulado). Por parcial que sea esta rectificación lo grave es que queda reivindicado el paso de automóviles privados por la calzada de una calle residencial, al que traen ruido, contaminación, privatización del espacio público, es decir restablecida la movilidad de los coches. Pero, además, los que lo han pedido, y lo han conseguido son los vecinos, los que aparentemente serían los beneficiarios de la peatonalización.

Ahora, la polémica se ha traslado al uso por lo visto abusivo del radar para obligar en el tramo a la velocidad máxima de 20 km/hora. Pero además, se están ya recogiendo firmas para evitar que se supriman los coches de la plaza del Conde del Valle de Suchil, una de las escasas plazas verdes disponibles en esa parte de Chamberí y a la que la desaparición de los coches, si se acierta en el diseño, arborización y jardinería, concedería la calidad requerida.

Puede parecer un asunto menor por el tamaño, pero no lo es por el principio. Es un hecho absolutamente anacrónico. Va en contra de todo lo que se sabe, se hace, se mide y se piensa en el mundo, que es librar a las calles residenciales del tránsito de paso. Admito que la operación piloto de la calle Galileo podía estar mal escogida, mal consultada, mal planteada y mal diseñada. Que esto que se llama ahora "urbanismo táctico", de poca inversión pero reversible, resulta, como su nombre indica, demasiado reactivo y tacticista.

Es grave que intervenciones que se hacen desde la convicción de que son para mejorar la salud pública y el derecho a la ciudad retrocedan. Al inicio de la democracia, la diputada provincial encargada de la dirección del entonces Hospital de la Diputación, hoy Gregorio Marañón, tomó la decisión, previas todas las consultas necesarias, de prohibir el aparcamiento en el interior del recinto, ya que no dejaba ni siquiera que las ambulancias accedieran a las urgencias. Era una decisión de sentido común, de responsabilidad. Las protestas fueron tremendas, pero no se retrocedió y necesariamente se calmaron con el tiempo.

Lo ocurrido en la calle Galileo va en contra no solo del futuro, incluso del pasado. Recordemos lo que proponía el Programa de Acciones Inmediatas (PAI) realizado para todos los distritos y municipios del Área Metropolitana de Madrid, por el antiguo órgano de coordinación y planeamiento del Área Metropolitana, COPLACO, programa que no se llegó a aprobar por iniciarse los trabajos del Plan General de 1985. Tras un estudio sistemático y mucha participación pública, postulaba para Chamberí la progresiva desaparición del tráfico de paso hacia (o desde) el centro, y la peatonalización de un cierto número de calzadas. Apenas se iniciaban los años ochenta y se empezaba a hablar de calmar o tranquilizar el tráfico. La construcción de aparcamientos de residentes (y luego la crisis que hizo creer en el espejismo de una reducción del tráfico) aplazaron estas medidas. Quizá también se debería volver a ver estos documentos.

El reciente alcalde de Londres, el laborista Sadiq Khan, ese al que insulta Donald Trump porque es musulmán, pretende con nuevos instrumentos ser el que por fin lleve a cabo la anhelada peatonalización de Oxford Street. La alcaldesa de París, Anne Hidalgo, ha conseguido lo que parecía imposible: que la circulación de (al menos) la orilla derecha del Sena quede libre de coches y se recupere para los ciudadanos. Hechos aislados que pertenecen a proyectos mucho más amplios. Consideran que los principios de salud pública y recuperación de la ciudad son indiscutibles.

Pero hay algo todavía más preocupante. Uno de los argumentos de los vecinos de la calle Galileo (que probablemente vuelva a ser la Plaza del Conde Valle Suchil) es que más espacios públicos (mal atendidos) "favorecerían el botellón". Y puede que en eso no estuvieran errados. El director de la National Gallery de Londres se ha quejado de que Trafalgar Square libre de coches aumenta los ruidos que perturban la visita tranquila del Museo. Pero a nadie se le puede ocultar que el argumento es perverso: ¡contra el botellón más coches!, circulación de vehículos privados, contaminante, peligrosa, ruidosa.

Ojalá el Plan A de Calidad del Aire y Cambio Climático de Madrid, que se acaba de aprobar y que, para reducir la contaminación de gases de efecto invernadero, plantea suprimir el tráfico de no residentes en el centro de la ciudad, tenga más éxito. Al menos parece tener más fundamento y más convicción.

Josefina Gómez Mendoza es profesora emérita de la Universidad Autónoma de Madrid y académica de número de las Reales Academias de la Historia y de la Ingeniería. Trabaja sobre territorio y paisajes, en particular los urbanos (josefina.gomez@uam.es) 

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