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ENTREVISTA Presidenta Comité de ACNUR en España

“El miedo al otro se inventa para levantar barreras”

Matilde Fernández cree que la ciudadanía española es más solidaria con los refugiados que el Gobierno. Lo muestra su última campaña, titulada 'No se puede cambiar la Historia, pero sí cambiamos historias'

Alejandra Agudo
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Supongamos que el peatón no se cruza de calle, ni finge una llamada de teléfono o acelera el paso con un "tengo prisa" en la boca para evitar el cara a cara con el captador de fondos que realiza la pregunta, carpeta azul en mano, presto para anotar nombre, contacto y número de cuenta. Imaginemos (a veces pasa) que el transeúnte se para, escucha que el Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados, ACNUR, es el organismo de la ONU encargado de proteger a las personas que huyen de sus hogares por situaciones de emergencia, predominantemente conflictos.

—Con una pequeña aportación podemos ayudar a los refugiados, sigue el entrevistador

—Para lo que sirve... el mundo está cada vez peor. No se pueden cambiar las cosas. 

Muchas veces, esta es la respuesta de los ciudadanos cuando se les solicita un gesto altruista. Así se lo han hecho saber los empleados de la ONG a pie de calle a sus superiores. Por eso, la organización en España ha lanzado su campaña No se puede cambiar la Historia, pero sí cambiamos historias. "Todos los días cambiamos la vida de personas y de familias", argumenta Matilde Fernández, presidenta del Comité español de ACNUR, que atiende la entrevista en su despacho en el centro de Madrid.

El objetivo de esta publicidad, reconoce Fernández, es sensibilizar a la sociedad y recaudar más fondos. Es con lo que ayudan a la gente como la protagonista del anuncio a la que conocemos cuando llega a un campo de refugiados. Pero, ¿de dónde, por qué y cómo ha llegado allí? El vídeo rebobina hacia atrás para dar respuestas a tales cuestiones: de un país en guerra, porque caen bombas junto a su casa y con ayuda de ACNUR. Como ella, 65 millones de personas han dejado su casa atrás y su existencia ha entrado en modo pausa. En su huida, muchos encuentran la muerte de la que huyen, como los miles que se ahogan en el Mediterráneo. Otros, reiniciarán su vida en otro lugar.

La solidaridad ciudadana me parece un gesto de inteligencia y de compromiso digno de ser reconocido

Pregunta. La historia de la campaña tiene un final relativamente feliz, pero muchas otras no lo tienen. ¿Por qué mostrar lo positivo?

Respuesta. Es muy frustrante para el ser humano solidario, para la persona que quiere ayudar con una cuota o un acto solidario, que todo lo que vea acabe mal. Tenemos que decir que hay historias que terminan bien y que se pueden conseguir finales felices como este con nuestro compromiso, trabajando como voluntarios, con una donación extraordinaria o mensual.

P. ¿No tienen algo de razón aquellos que responden a los captadores de fondos que la situación está muy mal y no mejora? ACNUR nació para tres años en 1950 y no solo sigue siendo necesario, sino que estamos hoy peor que entonces.

R. Así es. En este momento, tenemos más desplazados y refugiados que cuando acabó la Segunda Guerra Mundial. Hay 65 millones de personas en esta situación, según las estadísticas. Y nosotros ayudamos a unos 50 millones, lo que significa que ACNUR no llega a unos 15 millones, que pueden ser personas que se autogestionan porque tienen muchos recursos o que son ayudadas por otras organizaciones. O son invisibles, que es lo peor. Una de las causas es que los conflictos ahora son permanentes. Antes las guerras acababan en una firma de paz. Eso ahora no sucede: se cierran, pero se vuelven a abrir y no se hacen políticas para atacar las causas. Por ejemplo, la hambruna de África tiene el mismo aspecto que la de 2011. Recordemos los centenares de miles de seres humanos que murieron por ella, especialmente niños. Es tremendo que Naciones Unidas tenga que estar recordando que cada día mueren 8.500 niños de hambre. Y de los críos en riesgo de muerte por desnutrición aguda, nosotros salvamos a uno de cada 10.

Matilde Fernández, sobre los refugiados: "Creo que nuestro Gobierno no está a la altura de lo que la ciudadanía desea"

P. En este sentido, solo se considera refugiados a las personas que huyen de conflictos, pero no de los efectos del cambio climático, los desastres naturales, el hambre… que también producen movimientos de población. ¿Habría que considerarlas refugiadas?

R. Sin duda. De hecho, ACNUR documenta a personas en esta situación y negocia con los países para incorporarlas. En la última Asamblea General se promulgó la Declaración de Nueva York que ya habla de desplazamientos seguros y de integrar las actuaciones de refugio y cooperación. Se trabaja, además, en las causas objetivas que provocan los movimientos de personas, para dar respuestas lo más globales e integrales posibles. Incluso se empieza a pensar en incorporar la trata de seres humanos.

P. ¿Qué opina entonces de que Europa solo dé refugio a los que huyen de conflictos?

R. ACNUR no apoyó el acuerdo de Europa con Turquía, que es solo para resolver un problema de concentración de personas en aquel país, procedentes de la guerra de Siria, de Afganistán como mucho.

P. En esta campaña se rebobina una historia para conocer el principio de la misma. Pero, ¿se debería intentar parar el devenir de los acontecimientos y cambiar vidas antes de que las personas tengan que huir de sus países?

R. Eso, desde una organización como ACNUR, no es posible. Pero lo que sí podemos hacer es intentar enseñar a pescar en vez de dar el pez. Lo que tenemos que hacer es continuar ayudando en situaciones de emergencia humanitaria, realizar el registro y la documentación para dar seguridad a las personas, proporcionar una solución habitacional, abrir centros de salud, escuelas… Pero, a la vez, desarrollar programas de empleo y capacitación pensando en el retorno de las personas a sus países en cuanto el conflicto amaine. Luego, el conjunto de los organismos internacionales tiene que trabajar por construir países viables, como decíamos antiguamente. En pocas palabras, profundizar en la democracia.

P. No se puede cambiar la Historia. Pero, ¿qué se ha aprendido de ella?

R. La gente puede pensar que se ha aprendido poco porque estamos peor que hace 70 años. Pero, ¿por qué estamos creciendo en socios? Soy una mujer que ha estado vinculada a las organizaciones clásicas como sindicatos de clase o un partido de izquierdas, y veo que las organizaciones como esta [ACNUR] crecen en número de socios mientras que no aumenta el número de afiliados a los sindicatos o los partidos políticos, tan importantes para un país, para la democracia. Creo que la gente se está volcando en estas organizaciones de futuro –o así las perciben, por lo que comentan–. Además, en nuestro país se produce una peculiaridad: cuando, fruto de ciclos de crisis económicas, se recortan los presupuestos, crece la solidaridad ciudadana. Eso me parece un gesto de inteligencia y de compromiso digno de ser reconocido y respetado.

P. De hecho, el presupuesto del Comité español de ACNUR ha aumentado de 55 a 70 millones en un año. ¿Este incremento de solidaridad ciudadana debería ir acompañado del cumplimiento de acogida de refugiados por parte del Gobierno?

R. Desde luego la ciudadanía española y, a veces, las administraciones más pequeñas como los Ayuntamientos y varias Comunidades Autónomas están sabiendo entender lo que está pasando y mostrando gestos de solidaridad que no vemos en el Gobierno de la nación. Primero, porque estaba en funciones; luego, porque los responsables de departamento tenían que aterrizar. Pero lo cierto es que el Gobierno español no está respondiendo. Se escuda en que es complicado cumplir los requisitos de Europa, en que hay que realizar controles de seguridad, en el miedo… Pienso que debería haber filósofos en los diferentes departamentos ministeriales para que sepan que el miedo al otro es algo que se inventa, muchas veces, justo para ser egoísta y levantar barreras. Creo que nuestro Gobierno no está a la altura de lo que la ciudadanía desea. Sin embargo, las administraciones más pequeñas de nuestro país manifiestan su compromiso. Y la gente. Cuando se empezó a hablar de que iban a llegar refugiados, aquí llamaban nuestros socios: abogados ofreciéndose para realizar asesoramiento; médicos para atender en caso de que diéramos ese servicio, gente que nos daba sus casas para que fueran familias. Todas las ONG cuentan historias similares. Y la cifra de los que han llegado ya ni la pregunto, pero debemos ir por mil y pocos.

Hoy no hay refugiado que entienda o sienta que es un ciudadano especialmente protegido. Lo reivindica y se frustra mucho al ver que no, que llega a Europa y todo son problemas

P. ¿Qué lecciones se pueden extraer de la situación actual para el futuro?

R. En estas fechas, al decir que Trump se borra de la Convención de París, todo el mundo se asusta. Nos preguntamos cómo un presidente de un país tan grande piense solo en el corto plazo. ¿Cómo puede estar diciendo pan para hoy y no me importa que haya hambre mañana? Con el tema de los refugiados, de los desplazados, de las causas que producen nómadas por el mundo huyendo y buscando seguridad para ellos y sus familias, hay que estar constantemente recordando que lo que hay que hacer es construir paz. Trabajar por prevenir el conflicto, y eso implica consolidar democracias, que los grandes organismos –ya sea la ONU o la Unión Europea– trabajen por transferir desarrollo a los países que van creado condiciones para ello. Si analizas las grandes cifras, ves que en muy pocos años África ha dejado de tener un 60% de su población pobre a solo un 40%, solo un 40% dicen los grandes bancos. Es decir, cada vez hay más condiciones para el desarrollo, más posibilidades de tener países viables. Por eso, de las grandes áreas de trabajo de ACNUR, por supuesto me interesan las que suponen curar la herida de hoy, acoger al que llega, vacunarle, hacerlo pasar por el centro de salud, alimentarle… eso es muy importante. Pero lo verdaderamente importante es crear nichos de empleos, conseguir que las personas sean autosuficientes, generar oportunidades.

P. El Estatuto del Refugiado se redactó precisamente cuando éramos los europeos los que huíamos, ¿cree que ahora Europa está respetando aquel compromiso?

R. En el documental La niña bonita, rodado por un miembro de nuestra junta directiva, una chilena refugiada en España, hay una frase que me llama poderosamente la atención. Hala, una joven siria de 15 años, dice: “Nosotros no somos mala gente, ¿por qué nos odian? ¿Por qué nos rechazan? ¿Por qué nos cierran tantas puertas?”. Su reflexión me hizo preguntarme qué está pasando. El refugio es tratar de una forma especial a las personas que lo necesitan, tenemos una legislación internacional que así lo dice. Sin embargo, hoy no hay refugiado que entienda o sienta que es un ciudadano especialmente protegido. Lo reivindica y se frustra mucho al ver que no, que llega a Europa y todo son problemas. La especial protección está en un texto que no se aplica demasiado bien. Por eso, ACNUR plantea que en la Asamblea de 2018 se adopte un pacto mundial para que los que se tienen que desplazar lo hagan con seguridad. Me parece que puede suponer una revisión de cómo actuamos, también respecto al trato desigual entre distintos tipos de refugiados. Hay que buscar un paraguas envolvente para todas las personas, no solo las que huyen de una guerra, sino también los afectados por el cambio climático, los desastres o el hambre, como decía antes.

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Sobre la firma

Alejandra Agudo
Reportera de EL PAÍS especializada en desarrollo sostenible (derechos de las mujeres y pobreza extrema), ha desarrollado la mayor parte de su carrera en EL PAÍS. Miembro de la Junta Directiva de Reporteros Sin Fronteras. Antes trabajó en la radio, revistas de información local, económica y el Tercer Sector. Licenciada en periodismo por la UCM

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