Antes del último verano pasé por delante de Cereal Hunters Café (Mejía Lequerica 14, en Madrid), y pensé que pronto acabaría por cerrar. Meses después las colas siguen creciendo y alrededor de las 12.00 y luego entre las 18.00 y 21.00 numerosos adolescentes se agolpan en filas desmesuradas.
¿Qué encuentran estos jóvenes aspirantes a foodies en semejante lugar? Más de 160 tipos de cereales de distintos sabores y procedencias (Inglaterra, Estados Unidos, Alemania, Italia y España) que se sirven en tazones que se pueden empapar en 25 variedades de leche a elegir, de procedencia vegetal o animal (oveja, vaca, soja, avena, coco, avena, espelta, cáñamo, almendras, arroz, etcétera). Boles repletos de cereales de marca, todos con formas caprichosas, que se rematan con alguno de los 45 toppings disponibles.
En suma, cereales con sabores de diseño asociados a texturas crujientes con precios que fluctúan entre 2,50 y 4,10 euros la ración. Según afirma la propia casa, se trata de la primera cafetería de cereales de España. Un local cuyas mesitas brindan nuevas experiencias.
Hace dos días me presenté con tres amigos en esta casa a la hora de la comida, el momento más tranquilo del lugar. Elegimos el tamaño del bol, los tipos de cereales y, finalmente, los remates (toppings) aparte de la leche preferida por cada uno. Ingredientes que una risueña camarera iba extrayendo de cajas serigrafiadas de conocidas multinacionales, vestidas con chirriantes dibujos infantiles: Froot Loops de Kellogg´s; Hershey´s; Luccky Charms de Nestlé… Y como remate, galletitas Oreo, M&M´s, Kit kat y bastantes más. Una oferta inabarcable, pensada para alimentar y divertir.
Nos tomamos el tazón correspondiente y, antes de despedirnos, pregunte a la camarera si Cereal Hunters Café tenía algo que ver con el Cereal Killer Cafe londinense. Me respondió que no, que a los propietarios españoles les había servido de inspiración el modelo creado por Gary y Alan Keery en diciembre de 2014, en un barrio hipster de Londres. Luego me enteré que no es el único café en el Reino Unido y que en Manchester existe otro del mismo cuño, Black Milk Cereal. Más aún que, en Estados Unidos, semilla de este movimiento, funcionan varios desde 2003.
Me dicen que en Madrid trabaja con éxito Cereal Lovers en el mercado de Antón Martín, local que aún no he podido visitar. Y me aseguran que, ante semejante demanda, los propietarios de Cereal Hunters Café se disponen a inaugurar uno más.
La cultura de los cereales a mí me resulta extraña. Acostumbrado a desayunar pan con aceite o mantequilla, zumos o cruasán, los tazones con cereales nunca me han enganchado. Lo entiendo como un hábito ajeno a la cultura gastronómica española que suscita adictos entre las nuevas generaciones.
Aun así, me intrigan las razones de un éxito tan desmesurado. En Cereal Hunters no se pregonan mensajes en favor de la salud. Aunque disponen de muesli, de porridge (papilla de avena), y de cereales sin azúcar, más o menos saludables, sus tiros no van por ahí. No hablan de comida sana, de cereales dietéticos, sin gluten, vestidos con elementos antioxidantes, por ejemplo. Al contrario, todo gira en torno a experiencias crujientes e inéditas. “Crunchatízate”, invitan a hacer.
¿Qué incita a tantos adolescentes a visitar este local? Precios asequibles, diversión en grupo, combinaciones sugerentes, colores atractivos, libertad para mezclar y, quizá, un vago sentido urbano de la modernidad. En definitiva, un nuevo testimonio del fast food norteamericano planteado en otra dimensión. Una oferta no demasiado saludable, basada en cereales procesados, reforzados con esencias artificiales y cargas de azúcar variables.
Cuando me enteré de que algunos de estos jóvenes disfrutan de estos tazones al anochecer, pregunté a mis amigos ¿desayunan a modo de cena? Uno de ellos me respondió. “¿Aun no te has enterado? Se llama brinear, síntesis de breakfast & dinner (desayuno & cena).” ¿En serio? Me estoy quedando atrás".
¿En qué desembocará está fiebre adolescente? ¿Se trata de una moda pasajera o de una tendencia de más calado? ¿Alcanzará al mundo foodie de mayor edad? Para bien o para mal, sospecho que aún nos queda mucho por ver.
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