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Aviones sobre Diffa

El servicio aéreo humanitario de la ONU está presente en Níger desde 2008 para conectar la capital con Diffa, una región muy castigada por una pobreza endémica y el terrorismo de Boko Haram

Un operario del UNHAs controla el avión que está a punto de despegar con destino a Niamey, Níger.
Un operario del UNHAs controla el avión que está a punto de despegar con destino a Niamey, Níger.Lola Hierro
Lola Hierro

Es pequeño y muy ruidoso, culpa de los dos motores que zumban a cada uno de sus lados. El Beechcraft 1900 está listo para abandonar el aeropuerto internacional Diori Hamami de Niamey, la capital de Níger. A sus escasos diez pasajeros y dos pilotos les esperan tres horas de vuelo sobre los secos parajes de este país del África central hasta llegar a Diffa, en la frontera con Nigeria, una región empobrecida del Estado que ocupa el último lugar en el Índice de Desarrollo Humano. Por si no tuviera suficiente, desde 2015 también acosada por el terrorismo de Boko Haram que llega desde Nigeria. El copiloto, Kerchen Naidoo, da las instrucciones de seguridad al pasaje justo antes de ocupar su asiento. Y a volar.

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Este no es un avión cualquiera, sino uno con una misión muy valiosa: ayuda a salvar vidas. Pertenece al UNHAS, el servicio aéreo humanitario de las Naciones Unidas, gestionado por el Programa Mundial de Alimentos (PMA) con el fin de proporcionar servicios aéreos a la comunidad humanitaria en algunos de los lugares más remotos y complicados del mundo. El UNHAS asiste a cooperantes de ONG y agencias de la ONU cuando la única vía posible para llegar a las poblaciones más vulnerables es por aire, bien porque las infraestructuras terrestres son malas, porque no hay aerolíneas comerciales o porque la seguridad no está garantizada.

En Níger se dan las tres razones: no tiene ninguna compañía de aviación comercial y sí una gran necesidad de conectar rápidamente la capital, Niamey, con algunas regiones que requieren de ayuda permanente. Por ejemplo, Diffa, a 1.400 kilómetros hacia el sureste, donde Boko Haram ha provocado el desplazamiento de 302.000 personas que han perdido todo en su huida. Llegar hasta allí por carretera lleva dos días. O Agadez, el alto en el camino de miles de migrantes justo antes de aventurarse en el inmenso desierto del Sahara para llegar a Europa. Está a 950 kilómetros de distancia y 14 horas en coche.

"Comenzamos a funcionar en Níger en 2008 para dotar de un medio de transporte seguro y eficiente a la comunidad humanitaria compuesta por agencias, ONG, algunos donantes, organizaciones y también medios y periodistas que nos necesitan para ir a terreno. En el caso del PMA, para combatir el hambre; en el de ACNUR [la agencia de la ONU para los refugiados] para estar cerca de los refugiados y asistirles, en el de Unicef, para atender los derechos de los niños...", enumera Hugo Mvumbi, responsable del UNHAS en Níger. En el caso de Diffa, esta tarea es llevada a cabo por dos Beechcraft 1900 de 19 plazas presurizados, bimotor y turbohélice con tres vuelos de ida y vuelta semanales: lunes, miércoles y viernes.

En 2015 el UNHAS transportó 8.414 personas y 23.000 kilos de cargamento en Níger

El avión tiene aspecto de viejo y algo destartalado, pero una vez en el aire se revela robusto. Sus 10 pasajeros completan la travesía sin incidentes, salvo por el mal rato que pasa una mujer de rasgos asiáticos: se marea irremediablemente y el copiloto Naidoo la recoloca en la primera fila, bolsa de papel en mano, porque ahí hace un poco menos de calor. No hay mucha novedad en el interior de esta aeronave; no existe diferencia entre primera y segunda clase, no dispone de azafatas que regalen auriculares o paseen el carrito de los refrescos, no se venden productos del duty free ni se emiten películas. Su particularidad más destacable es que los 19 asientos pueden retirarse para dejar el interior diáfano y transportar enseres en vez de personas.

Salvo mareos puntuales, nunca se ha registrado ningún incidente. Así lo confirma Ruan Van Staden, el piloto, que entró en este servicio hace dos años. Y también por Mvumbi:  "En 2015, mientras Diffa estaba siendo atacada, interrumpimos el servicio durante la segunda mitad de febrero. Cuando la situación se volvió un poco más segura, los reanudamos".

Para presumir de esta ausencia de incidentes en un terreno más que peligroso, el UNHAS se asegura de que los vuelos puedan salir manteniendo un contacto regular con el ejército y las autoridades. "Antes de cada despegue llamamos dos veces por teléfono al punto de destino para asegurarnos de que no hay ningún peligro. Así con cada avión, todos los días. Y cuando salen dos en el mismo día, realizamos esta operación dos veces, porque de la mañana a la tarde la situación puede cambiar totalmente", advierte el técnico. Y eso que la certeza de que no existan riesgos nunca es completa: "A ti te pueden decir que en el aeropuerto de Diffa y alrededores está todo tranquilo, pero nunca sabes si está a punto de producirse un ataque, tenemos que contar con eso", asevera.

Todos cumplen a rajatabla las medidas de seguridad, desde la torre de control hasta los pasajeros, cuyos equipajes son revisados en varias ocasiones antes de volar: la primera, en el momento de obtener la tarjeta de embarque. Luego, un operario del aeropuerto coloca todas las bolsas y maletas en fila junto al avión y estas son examinadas por un perro adiestrado en detectar explosivos o narcóticos. Una vez finalizada la operación, los pasajeros han de aproximarse e identificarlas. Entonces sí, estas serán embarcadas en la bodega. No se carga ninguna que no haya sido reconocida por su dueño.

El UNHAS se asegura de que los vuelos puedan salir manteniendo un contacto regular con el ejército y las autoridades

Níger no es una de las operaciones más grandes. La mayor es Sudán del sur, seguida por la República Democrática del Congo, Somalia, Afganistán y Sudán. Aún así, en 2015 el UNHAS transportó 8.414 personas y 23.000 kilos de cargamento a siete destinos, y dio servicio a 127 organizaciones humanitarias: "Generalmente transportamos personal pero en algunas ocasiones nos han empleado para llevar medicamentos y material médico organizaciones como Médicos sin Fronteras", explica el jefe del UNHAS. También evacuan a personal enfermo —ocho operaciones en 2015—, para que en Niamey reciban los cuidados apropiados. El servicio se extiende, en algunas ocasiones, a población civil: "No estamos aquí para asistir a la población local, pero a veces participamos en la evacuación de refugiados cuando organizaciones como MSF lo requieren", completa.

La financiación, un desafío

La financiación del servicio es uno de los retos para Mvumbi. Con casi ocho millones de dólares para 2015, El 75% de sus fondos provienen de donantes como Estados Unidos, Canadá, la Unión Europea y algunos países miembros. Entre ellos España, que en 2015 aportó algo más de cien mil euros. El problema para Mvumbi es que nunca saben a ciencia cierta cuánto dinero necesitan porque las necesidades pueden cambiar de un momento a otro. Un ejemplo: en junio, unos ataques en las ciudades de Toumour y Bosso provocaron el desplazamiento repentino de unas 70.000 personas. Eso no estaba programado en los presupuestos de la agencia y hubo que improvisar. "Ahora estamos planeando para el año que viene pero no sé si tendremos todo el presupuesto, si contaremos con el apoyo de los donantes o si habrá que aumentar previsiones y asistencia porque la situación empeore", explica. "El dinero del que puedo disponer ahora no me permite planear nada más que para un mes".

El otro 25% es el más polémico porque proviene de las tarifas que el UNHAS cobra a los pasajeros. Un vuelo de ida y vuelta a Diffa desde Niamey cuesta unos 500 dólares. "Es un presupuesto que para una ONG o empresa grande no es mucho, pero sí para un periodista freelance que debe pagar todos sus gastos o para una organización pequeña", critica un cooperante de una agencia de la ONU que no quiere revelar su identidad. El UNHAS justifica el precio en las altas tasas de aviación que se imponen en casi todos los países africanos. "Hay demasiados impuestos en Níger, nacionales y regionales", lamenta. 

A ocho mil pies de altura, Níger se deja ver sin trampa ni cartón. Algunas carreteras de arena —nunca asfalto— serpentean por un terreno árido y parduzco que evidencian la pobreza del suelo, los estragos del cambio climático y también los esfuerzos por recuperar tierras degradadas por la desertificación y las recurrentes sequías. Solo el 12% del suelo nigerino es cultivable y desde el aire se entiende el significado de este dato abrumador. Una tierra con necesidades humanitarias elevadas, especialmente entre refugiados y comunidades de acogida; una tierra en la que 2,5 millones de personas sufren inseguridad alimentaria (460.000 en Diffa) y necesitan comida, acceso a la salud y a la educación. Donde el 15% de los niños padecen desnutrición y donde las epidemias y las inundaciones complican aún más la supervivencia. Diminutos puntos negros que bien pueden ser árboles o arbustos, algunas aldeas dispersas en medio de la nada y una ausencia casi total de desarrollo dan una idea del largo camino que le queda a Níger por recorrer y las miles de horas que los aviones del UNHAS aún van a tener que volar. 

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Sobre la firma

Lola Hierro
Periodista de la sección de Internacional, está especializada en migraciones, derechos humanos y desarrollo. Trabaja en EL PAÍS desde 2013 y ha desempeñado la mayor parte de su trabajo en África subsahariana. Sus reportajes han recibido diversos galardones y es autora del libro ‘El tiempo detenido y otras historias de África’.

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