Trabajos digitales para combatir la pobreza
Los más pobres de los países menos desarrollados ya trabajan para empresas como Google, LinkedIn o Getty Images
¿Te lo creerías si te dijeran que los habitantes de los barrios marginales y las zonas rurales de Kenia, Uganda, India, o Haití están trabajando para empresas como Google, LinkedIn, Microsoft, Intel, Trip Advisor o Getty Images?
Por muy increíble que parezca, Samasource lo ha conseguido. Sama, que significa igual en sánscrito, se trata de una empresa de externalización de la gestión y el procesamiento de datos. El etiquetado de imágenes, clasificado y verificación de datos, digitalización de contenido o servicios de voz están entre su oferta de servicios. Lo impresionante es que estos se realizan desde las zonas más pobres del planeta por los más desfavorecidos; más del 50% de los empleados son mujeres que ahora están trabajando para las empresas punteras en la economía mundial.
Gracias a Samasource, sus empleados verifican datos que hacen el algoritmo de Google más inteligente, descubren contenido inapropiado en Trip Advisor o trabajan para Getty Images etiquetando las fotos de Andy Murray o Rihanna desde el norte de Uganda.
Un grupo de mujeres de una comunidad musulmana de las afueras de Calcuta trabaja para LinkedIn. Nos cuentan que siempre las habían dicho que su trabajo estaba en casa y que su papel no era ganar dinero. Probar que esto no es así es todo un triunfo y el dinero en su bolsillo, un tesoro.
Samasource ha empleado ya a más de 7.600 personas que han conseguido multiplicar sus ingresos en 3,7 veces. De una media de 2.20 dólares al día a 8.15 dólares al día, al cabo de tres años y medio. Según sus cálculos, hasta el momento Sama ha mejorado la calidad de vida de 31.000 personas aproximadamente, mejorando los ingresos de 7.600 beneficiarios directos y la calidad de vida de más de 21.000 indirectos. Después de unos primeros años difíciles, parece que Sama ha encontrado la fórmula y la credibilidad. En 2015, consiguió doblar el número de beneficiaros del año anterior.
Leila Janah, una americana de primera generación de una familia emigrada de Bombay, fundo Samasource en 2008, con 25 años, para conectar a personas viviendo por debajo del umbral de la pobreza con trabajos tecnológicos fáciles de realizar a distancia.
La primera idea sobre Sama la tuvo Leila trabajando como consultora para Booz & Company. Sus clientes eran empresas líderes en externalización, y empezó trabajando para un gran centro de recepción de llamadas indio, dónde se dio cuenta de que la mayoría de sus empleados se habían trasladado desde las zonas rurales y se hacinaban en los barrios más pobres de Bombay. “En vez de hacer que la gente se mude a las grandes ciudades intentamos, con la ayuda de internet, darles trabajo donde viven. Internet permite trabajar en la mitad de la nada”, fue su primer supuesto.
Para ello necesitaron crear lo que llamaron “microtrabajos”, pequeñas tareas o unidades de trabajo que se pueden hacer por gente desfavorecida que reportan a centros de computación locales. Para mantener la calidad de los trabajos, Sama ha desarrollado un software que rompe los trabajos en micro-tareas. Hasta ahora trabajaba con centros de computación externos. Pero en 2015 abrió su propio centro de trabajo a las afueras de Nairobi para romper la dependencia de los centros y conseguir un mayor control de calidad.
Los empleados de Sama, antes de empezar a trabajar, sólo tienen que cumplir un requisito: vivir por debajo del umbral de la pobreza. De la formación se encarga la empresa, entre otros; conocimientos digitales, habilidades básicas, preparación para el trabajo o educación financiera.
Los empleados de Sama, antes de empezar a trabajar, sólo tienen que cumplir un requisito: vivir por debajo del umbral de la pobreza
Sama tiene el compromiso de emplear sólo a personas desfavorecidas. Además, en estos años, y no de forma retórica, ha hecho un seguimiento de los ingresos de las personas que emplea desde el momento del empleo hasta mucho después. En un primer momento, para certificar que se está dirigiendo a personas que no tienen un salario digno, y a largo plazo para medir y certificar su impacto. Por eso, han podido valorar su impacto en un múltiplo de cuatro del salario inicial en menos de cuatro años.
Llegar a las zonas más alejadas sin internet es uno de sus mayores retos, pero en alguna de las zonas más pobres de India ya hay autobuses que permiten dar formación hasta 14 estudiantes en su interior.
Estudiantes en un autobús
Para Getty Images, la alianza con Samasource ha supuesto una gran ventaja competitiva. “Ha sido una excelente colaboración. Estamos encantados con la calidad y el volumen que son capaces de alcanzar. Las ventajas de trabajar con una organización como Samasource son claras. Si puedes conseguir la misma calidad y coste que con otros proveedores pero le añades el beneficio de colaborar con una organización que cambia vidas, no hay duda” dice Steve Heck, director tecnológico de la empresa.
Samasource también está ayudado a Walmart en su proyecto de innovación de comercio electrónico, cuyo objetivo es construir un sistema que provea a sus clientes con una experiencia de compra similar independientemente de dónde se encuentren. Para ello la clasificación de productos es clave. En ese sentido Samasource es el brazo de @WalmartLabs. “La calidad del trabajo o la dedicación del equipo superó con creces las expectativas, con un índice de calidad del 92% y una rotación casi nula” explica Ram Rampalli, director de producto.
Samagroup
Nada más lanzar Samasource, en plena crisis mundial, Leila recibió varios correos electrónicos en los que se le acusaba de llevarse fuera puestos de trabajo necesarios en Estados Unidos. Al ver los niveles de pobreza y desigualdad de algunos lugares del país, decidió lanzar SamaUSA.
Para ello, la empresa ha tenido que redefinir su modelo. Los ingresos generados por micro-trabajos son suficientes para sacar a alguien de la pobreza en Uganda pero no en el país norteamericano. Por ello, en vez de formar a los estudiantes en tareas concretas para determinados trabajos, los están formando en computación básica y alfabetización digital que se puedan trasladar en trabajos en la red.
Por el momento tienen tres proyectos piloto, dos en Carolina del Norte y uno en Manhattan. El año pasado, estos programas generaron alguna forma de empleo para un 30% de los estudiantes que después de seis meses ganaban una media de 15 dólares a la hora.
Para los empleados de Sama, poder realizar este tipo de trabajo es una gran oportunidad, no sólo económicamente, y un enorme orgullo, pues además les hace sentirse imprescindibles para empresas punteras en el mundo y los introduce en la economía real. Como dice Leila, “la pobreza solo se podrá acabar si reconocemos y fomentamos las capacidades intrínsecas de todos, incluidos los más pobres del planeta”.
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