En la guarida de Osama
En 2006, El País Semanal viajó a los territorios tribales de Pakistán y pisó Abbottabad, donde finalmente fue ejecutado Bin Laden el 2 de mayo de 2011.
El reportero de El País Semanal Jesús Rodríguez y el fotógrafo Alfredo Cáliz visitaron en 2006 los territorios más agrestes, montañosos e inaccesibles de Pakistán, la North-West Frontier Province (Provincia de la Frontera Noroeste, NWFP), situadas entre Afganistán, Cachemira y con China a un tiro de piedra, a finales de 2006 mientras realizaban un reportaje sobre las fuentes del integrismo en Pakistán. Nunca previeron que el hombre más buscado del planeta, Osama Bin Laden, estuviera tan cerca de ellos, escondido en Abbottabad, la misma ciudad que los dos periodistas utilizaron como centro de operaciones de su reportaje.
En la madrugada de hoy a mañana se cumplen cuatro años de la liquidación de Bin Laden por miembros de los Seal de la marina estadounidense. Este es el relato de aquel viaje a las fuentes del yihadismo, "El polvorín paquistaní":
El terremoto duró 47 segundos. "Era como el aullido de un animal moribundo", recuerda un testigo que escapó con vida. En Jabbar Gali, una aldea remota a cuatro horas en todoterreno de Islamabad, la mezquita fue uno de los primeros edificios en desplomarse. Hoy, un año después de la tragedia, el eco de la llamada a la oración aún retumba en el valle del Sirán. Los varones del pueblo, ataviados como hace siglos con gruesas túnicas de paño ocre y pobladas barbas teñidas con henna, realizan sus abluciones rituales en un torrente que desciende desde las cumbres. Luego trepan a las rocas elevadas sobre la exuberante naturaleza y se postran en dirección a La Meca. Sólo rompe el silencio el rugido del río. Es un momento de intensa espiritualidad. "Los desiertos crean profetas y las montañas santos", describe el anónimo profesor paquistaní que nos acompaña. No hay ni una mujer a la vista. En este país son invisibles.
Una vez concluida la oración, los hombres nos comentan que la mezquita es el primer edificio que quieren reconstruir. "Es nuestra identidad. Lo que da sentido a nuestra vida". Estamos en la Provincia Noroeste. El salvaje Oeste paquistaní. Una región que se extiende entre Afganistán y Cachemira. Las dos fronteras más calientes del planeta. Pobreza, terrorismo y armas nucleares. Esta zona aislada y tribal fue arrasada por un terremoto el 8 de octubre de 2005. El saldo, 80.000 muertos, 70.000 heridos y más de tres millones de personas sin hogar. Llovía sobre mojado. En este territorio, el 90% de la población es rural y más de la mitad analfabeta; los niveles de pobreza rozan el 60%. En Jabbar Gali fallecen 20 de cada 100 mujeres durante el parto. Y un porcentaje más alto de niñas que de niños antes de cumplir los cinco años: "No es un hecho biológico", afirma una profesional de Plan, una ONG occidental implantada en la zona desde 1997 que nos acompaña en este viaje. "No es que sean más débiles. Es que trabajan más y las cuidan peor. Aquí, tener un hijo es una bendición de Dios, y tener una hija, una maldición: hay que pagarle la dote cuando se casa".
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