El arte de estar de rodríguez
La expresión nació en una película donde José Luis López Vázquez soñaba con una aventura extraconyugal
Si de 500 millones de hispanohablantes apenas 48 son nativos de la Península e islas adyacentes, no debería extrañar que ciertas voces del habla cotidiana española resulten incomprensibles en América Latina. Es el caso de la castiza expresión “estar de rodríguez”, que tanto desconcierta al otro lado del charco a pesar de su machacona presencia en el cine, la literatura y los medios españoles. ¿Cómo se puede estar de rodríguez? ¿Y por qué no de gonzález? ¿“De” Rodríguez no debería ser la esposa? Y como no es lo mismo ser guapo que estar guapo, uno malicia que el estado “de rodríguez” tiene que ser algo transitorio que se apodera de ti antes de volver a ser otra vez López o Martínez.
El caso es que “estar de rodríguez” significa que la señora se ha ido de vacaciones con los niños y que el marido se convierte en viudo de invierno y queda suelto en plaza para divertirse. De hecho, en España se habla de los rodríguez como una especie estival en celo permanente, con sus bares, moteles, discotecas y otros entornos naturales propios. ¿Pero por qué rodríguez? Al parecer, la expresión tuvo su origen en El cálido verano del señor Rodríguez (1965), una película más bien ñoña donde José Luis López Vázquez encarnaba a un marido que soñaba con tener alguna aventura extraconyugal. Sin embargo, diez años más tarde se acabó la censura y los rodríguez por fin pudieron mojar, como se pudo apreciar en Tres suecas para tres Rodríguez (1975) y otras películas españolas del destape. Pero una cosa es que los rodríguez hayan triunfado en el imaginario sexual español y otra muy distinta que hayan ingresado en el Diccionario de la Real Academia Española (DRAE).
En efecto, desde la vigésima edición de 1985 el DRAE contempla la siguiente entrada: “rodríguez. m. fam. Marido que permanece en la ciudad trabajando, y a menudo divirtiéndose, mientras la familia está de vacaciones”. ¿No es rocambolesco que en apenas veinte años el señor Rodríguez y su cálido verano hayan entrado en el DRAE? No todas las palabras tienen tanta suerte. Por ejemplo, Federico García Lorca nombró a la siguiriya en su Poema del cante jondo (1921), pero más de noventa años después todavía no aparece en el diccionario, a pesar de la discografía flamenca. En cualquier caso, lo llamativo es que Antonio Ozores ha sido más influyente que Federico García Lorca.
No obstante, como ahora también se liga por Internet, resulta divertido advertir las numerosas consultas que algunos usuarios formulan en los foros de traducción de Word Reference, interesados en saber cómo podrían decir en inglés “estoy de rodríguez”. Y ante la perplejidad de los anglohablantes y el desconocimiento de los latinoamericanos, las desmelenadas explicaciones de los rodríguez convierten la consulta lingüística en consultorio sentimental. En contrapartida, espero que algunos chats galantes hayan adquirido cierto nivel lexicográfico.
Uno ya se resignó a que palabros como wapa o keso entren en el DRAE, pero lo que sí me deprime es que hayan eliminado bellas voces como guañir, mulier o deliramento. Por eso sería maravilloso que algún cineasta español filmara una película que se titule –por ejemplo– Los rodríguez se acuestan con el rosicler y así salvar una hermosa palabra del Siglo de Oro en vías de extinción.
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