Mantener el rumbo
Las elecciones presidenciales decidirán el futuro de las conversaciones de paz con las FARC
Los colombianos acuden mañana a las urnas para votar en la primera vuelta de las elecciones presidenciales en una circunstancia que no se produce desde 1964: la posibilidad de un histórico acuerdo de paz con la guerrilla de las denominadas Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC). Una paz que ponga fin a uno de los conflictos en activo más antiguos de todo el continente.
Esa es la baza que ha jugado durante la campaña electoral el presidente saliente y candidato a la reelección, Juan Manuel Santos, quien ha llevado el proceso más lejos que cualquiera de sus antecesores siguiendo la estrategia de combatir a la guerrilla como si no hubiera conversaciones de paz en La Habana y negociar en La Habana como si no hubiera conflicto en Colombia. Santos también puede presentar en su haber el salto que ha dado la economía colombiana, que ya supera a la argentina y se sitúa como la tercera más potente de Latinoamérica.
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En el debe, el mandatario colombiano no ha conseguido superar los problemas del sistema sanitario y la percepción entre la ciudadanía de que la lucha contra la corrupción se basa más en las buenas intenciones que en la eficacia. Además, la negociación con la guerrilla está siendo un proceso frágil y complicado para cuya aplicación quedan aún numerosos obstáculos. Los más difíciles, los de la reforma agraria y la compensación y el reconocimiento a las víctimas de las FARC.
Santos es un candidato que se presenta directamente ante los votantes. Iván Zuluaga, su principal rival, también, pero es imposible ignorar que detrás de Zuluaga —relacionado por un vídeo con una trama de espionaje para boicotear las negociaciones con las FARC— está el expresidente Álvaro Uribe, un enemigo acérrimo del proceso de paz. Es posible que Uribe sea, según las encuestas, el político con mayor popularidad en una Colombia que recuerda sus méritos pasados. Pero su estrategia está más dirigida a terminar con el mandato de quien fuera su colaborador y ministro de Defensa y a quien posteriormente se ha dedicado a atacar con una saña impropia de la tradición política colombiana. En este plebiscito en el que, en realidad, se han convertido las elecciones, muchos en Colombia y en el exterior entenderían mal que los colombianos optaran por retroceder, por cambiar el rumbo en un asunto fundamental para su país y para toda la región.
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