El origen del desequilibrio comercial con EE UU
El superávit europeo no procede de restricciones a las importaciones, sino de frenos a la demanda interna
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La estrategia de coacción del presidente norteamericano Donald Trump es el mayor desafío al sistema multilateral desde su puesta en pie al final de la Segunda Guerra Mundial. Pero los envites proteccionistas, además de amenazar con desorganizar irreversiblemente el sistema productivo en todo el planeta, también ponen de manifiesto las debilidades que arrastra el proyecto europeo desde la crisis financiera.
La Unión arroja un superávit colosal en sus intercambios de bienes y servicios con el resto del mundo, por razones que tienen que ver con la fragmentación europea, no su política comercial. El saldo comercial con el exterior supera el medio billón de euros, seis veces más que en 2010, siendo EE UU el país con el que Europa tiene el excedente más abultado. Esos son los hechos, otra cosa es el diagnóstico.
Trump se equivoca cuando considera que el desequilibrio es producto de restricciones a las importaciones: los aranceles europeos son generalmente bajos y las barreras no tarifarias comparables a las que aplican otros bloques comerciales. La hacienda europea recauda el 0,3% del PIB en concepto de aranceles, lo mismo que su homólogo transatlántico. Es un sinsentido que se afirme que los productos que entran en Europa se estén viendo perjudicados por la aplicación del IVA, ya que los productos europeos están sometidos al mismo impuesto y por tanto no gozan de ningún trato de favor. Exonerar de IVA los productos importados generaría una competencia desleal. Y suprimir el tributo por completo sería una irresponsabilidad.
En realidad, el mal europeo radica en el estancamiento de su demanda interna, principal causa de la débil propensión a importar. En comparación internacional, las familias europeas se muestran reacias a gastar, en un contexto de declive demográfico, y las empresas a invertir —un declive que tiene su origen en la crisis financiera y que se ha agudizado desde la pandemia—. En los últimos cinco años, la demanda interna europea se ha incrementado apenas un 3,5% y en España lo ha hecho un 6,7%, en comparación con el 14,5% de EE UU. Por otra parte, las exportaciones europeas se benefician de la expansión de la demanda interna en países terceros, de modo que el sector exterior explica más de la cuarta parte del avance del PIB de la Unión desde el 2019.
Los frenos a la demanda interna europea se han multiplicado a medida que los Estados intentan salvar su industria local a base de ayudas y subsidios que han tenido como principal resultado una desvitalización del mercado interno, y no una mejora general de competitividad. Las promesas de fortalecimiento de la integración económica y financiera han quedado en el tintero, perpetuando el déficit de inversión. Y Bruselas tarda en esbozar un plan para la industria de defensa que responda a la amenaza de repliegue del paraguas de protección de Washington.
Además de estas palancas, Bruselas dispone de competencias exclusivas en materia comercial. Puede tomar decisiones, o medidas de retorsión frente a la imposición de aranceles, sin necesidad de unanimidad, de modo que determinados socios comunitarios no podrán romper fácilmente la voluntad mayoritaria en pro de ventajas específicas que pudiera prometer Trump arbitrariamente a un país. Este es también el momento de redoblar de esfuerzos para sellar acuerdos con países que comparten el objetivo de un sistema comercial basado en reglas comunes.
Con todo, se abre un periodo de inestabilidad en las relaciones económicas internacionales. La economía española es menos vulnerable a la guerra comercial que otras de nuestro entorno, por la menor dependencia del mercado norteamericano y el equilibrio de los intercambios con la principal potencia mundial. Pero, un periodo de incertidumbre prolongada acabará frustrando la tan ansiada recuperación de la inversión empresarial.
Los desafíos se acumulan a un ritmo frenético, disparando la cuenta atrás para acometer las reformas pendientes en España y adaptar el proyecto europeo ante un orden mundial en mutación.
Saldo EE UU- UE
Una razón alegada por Washington para imponer aranceles es la presencia de un importante desequilibrio de sus intercambios con la Unión Europea. Pero dicho desequilibrio se concentra en la balanza de bienes, que arroja un déficit favorable a Europa de 215.000 millones de euros, con cifras de 2023. A la inversa, EE.UU. mantiene un fuerte superávit en materia servicios y rentas de inversión, de modo que el déficit total, o balanza por cuenta corriente (incluyendo bienes, servicios y resto de rentas) se reduce a 30.500 millones, o el 0,1% del PIB de EE.UU.
Raymond Torres es director de Coyuntura de Funcas. En X: @RaymondTorres_
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