Aranceles recíprocos: las claves de la medida con la que Trump ataca a la UE y a los emergentes
Las economías en desarrollo, en su mayoría asiáticas, aplican gravámenes superiores a los que reciben sus exportaciones. Europa, en el punto de mira por el IVA, que el republicano considera una carga sobre los productos estadounidenses
A anuncio por día, el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, ha desvelado este jueves que aplicará un arancel recíproco sobre todos los países que gravan la importación de productos estadounidenses. La medida, de la que no hay precedentes, supone, en la práctica, gravar a todo el mundo. El efecto, sin embargo, no será el mismo en todos los casos: las economías emergentes, muchas de ellas asiáticas, y la Unión Europea sufrirán más que el resto. La tasa aviva, además, los temores a una guerra comercial a gran escala y aumentará la inflación en el país norteamericano.
El movimiento es, en palabras de los analistas de la consultora Eurasia, un “desafío global” y un intento de matar varios pájaros de un tiro: forzar al resto del mundo a negociar, aumentar la recaudación fiscal y resucitar su alicaída industria. Y, sobre todo, atajar un déficit comercial que, aunque no es negativo en sí mismo —refleja, simple y llanamente, el boyante consumo interno estadounidense—, Trump, fiel a su ideología mercantilista, ha convertido en una de sus grandes bestias negras. Estas son las principales claves de la medida:
¿Qué son los aranceles recíprocos? A falta de concreción, y como su propio nombre indica, quiere decir que Estados Unidos responderá con gravámenes a todos los aranceles que otros países aplican sobre sus productos. Si ya existen en ambos sentidos, Washington igualará sus gravámenes a los que sufren sus exportaciones. Tanto esta reciprocidad como la creación de una tasa universal de entre el 10% y el 20% fueron dos de las propuestas económicas estrella de la campaña electoral republicana para las últimas elecciones presidenciales.
¿A qué productos afecta? No hay, por definición, una relación de productos sujetos al gravamen. Aprobados ya los aranceles específicos sobre el acero y el aluminio, sin embargo, las prioridades de Trump —con este y otros gravámenes— se centran ahora en tres sectores: el automovilístico, el farmacéutico y el de semiconductores.
¿Y a qué países? Aunque los muchos tratados comerciales firmados en las últimas décadas —con Administraciones republicanas y, sobre todo, demócratas cuando EE UU aún hacía bandera del libre comercio— han reducido los gravámenes, prácticamente todos los países aplican algún arancel sobre los productos estadounidenses.
Algunos, sin embargo, tienen más que temer que otros. Dado que Trump —sin respaldo académico alguno— considera el IVA un arancel, la UE tiene muchos visos de sufrir la nueva herramienta del republicano. Si antes no se aviene a negociar en los términos que este desea.
Chris Turner, economista del banco neerlandés ING, ve “escasa justificación” a la herramienta en el caso europeo, dado que su régimen arancelario hacia EE UU es “relativamente benigno”. No cuenta, claro, con la fijación del magnate por el IVA. El gran zarpazo para el Viejo Continente, recuerda en un informe reciente, puede llegar en abril, cuando el Departamento de Comercio publicará su informe sobre los porqués de los déficits comerciales estadounidenses caso por caso.
Entre los principales afectados por la medida también figuran la India —cuyo primer ministro, Narendra Modi, visita la Casa Blanca este mismo jueves— o Brasil. Ambos, integrantes clave del grupo de los BRICS (Brasil, Rusia, China, India y Sudáfrica), a los que tanto señala el republicano.
“Las economías emergentes son las que tienen aranceles relativamente más altos hacia EE UU, lo que hace que sean más vulnerables”, escribía recientemente el economista Andreas Steno Larsen. Es lógico que así sea: las políticas industriales, aranceles mediante, fueron fundamentales para el desarrollo de países como Corea del Sur en la segunda mitad del siglo XX. La medida, en cambio, tiene menos lógica en una economía como la estadounidense, que dejó atrás hace tiempo el esplendor industrial para entrar en una era de dominio de los servicios. No le ha ido mal: es uno de los países ricos que más crece en los últimos años.
¿De verdad el IVA es un arancel? No. Trump ha equiparado en varias ocasiones el impuesto sobre el valor añadido —que no existe en EE UU aunque sí haya impuestos estatales al consumo— a un arancel: “El IVA, que en la UE está por las nubes, es algo similar”, dijo hace unos días. Sin embargo, ambos conceptos no tienen nada que ver. Mientras que el IVA grava prácticamente todos los productos y servicios, los preste quien los provea o preste, el arancel se aplica únicamente sobre los bienes importados.
¿Qué efecto tendrá en EE UU? De entrar finalmente en vigor —los movimientos de Trump, tanto en su primer mandato como en los primeros compases de este segundo, parecen más encaminados a endurecer su posición negociadora que a cumplir sus amenazas—, la medida tendría impacto directo sobre la inflación. Los consumidores estadounidenses pagarán más por bienes esenciales en su día a día, elevando la inflación y reduciendo la probabilidad de que la Reserva Federal siga bajando los tipos de interés. Una opción cada vez más remota, con los precios picando de nuevo con fuerza al alza en enero.
La contracara es el fisco. Un arancel no deja de ser un impuesto: una forma tan válida como cualquier otra para aumentar la recaudación fiscal y reequilibrar, aunque sea parcialmente, las cuentas públicas estadounidenses. Cuánto recaudará es, a estas alturas y a falta de detalles, una incógnita.
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