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Puntos fuertes y flaquezas de China ante la nueva guerra comercial de Trump

El estado de la economía resta margen de maniobra a Pekín, pero recientes golpes de efecto tecnológico, como la inteligencia artificial Deepseek, le han hecho ganar capacidad negociadora

Fabrica en Huaibei China
Línea de producción de productos de aluminio en una fábrica en Huaibei, provincia de Anhui, en China, el 11 de febrero.CHINA DAILY (via REUTERS)
Guillermo Abril

China y Estados Unidos son en estos momentos como dos viejos rivales que se juntan tras cuatro años para retomar un duelo postergado: la segunda guerra comercial lanzada por Donald Trump es en realidad una continuación de la que él mismo inició en 2018; solo se trata de una nueva batalla. Tras el primer golpe del republicano, que decretó el 1 de febrero un 10% de aranceles adicionales a todas las importaciones chinas, Pekín devolvió el mandoble de forma inmediata.

La réplica fue acotada y teledirigida contra distintos sectores estadounidenses: fijó aranceles de entre el 10% y el 15% adicionales a 80 productos energéticos y manufacturas de Estados Unidos (muy por debajo del zarpazo de la Casa Blanca); abrió una investigación a Google (cuyo buscador está prohibido en el país y, por tanto, tiene presencia reducida); fijó restricciones a la exportación de minerales críticos para las industrias tecnológica y armamentística, e incorporó a las estadounidenses PVH (dueña de Tommy Hilfiger y Calvin Klein) e Illumina (dedicada a la biotecnología) al listado de empresas no fiables, lo que da vía libre para imponer medidas punitivas.

El cañonazo limitado de Pekín ha sido interpretado ampliamente como cierta disposición negociadora. Y es, a la vez, un esbozo de las armas con las que podría contar en caso de recrudecimiento. Algunos analistas, sobre todo los próximos a Pekín, aseguran que el país llega mejor preparado para aguantar el pulso que en 2018; otros creen que su economía, lastrada por la crisis inmobiliaria, y su excesiva dependencia de las exportaciones le restan margen de maniobra.

Son “represalias simbólicas y selectivas”, resume Wang Huiyao, exasesor del Gobierno chino y hoy al frente del Center for China and Globalization, con sede en Pekín. Esto mostraría, en su opinión, apertura al diálogo. Mientras los aranceles a Estados Unidos, que se activaron el pasado lunes, gravan productos por valor de cerca de 14.000 millones de dólares (13.554 millones de euros), a la inversa recaen sobre importaciones estimadas en unos 525.000 millones de dólares (507.000 millones de euros).

Los gravámenes “pretenden minimizar las consecuencias económicas, al tiempo que demuestran que China no dará marcha atrás”, abundan los analistas de Trivium China en un reciente boletín. “Pero si Trump no negocia, Pekín probablemente atacará más importaciones estadounidenses”. De momento, no ha habido, oficialmente, llamada entre el magnate y su homólogo chino, Xi Jinping, para discutir un posible acuerdo, como sí logró de forma provisional con Canadá y México.

Para el instituto estadounidense Brookings la respuesta limitada tiene una explicación: tras siete años de guerra comercial, con imposiciones mutuas de aranceles y restricciones a las exportaciones, el Gobierno chino cuenta “con menos palancas de las que tirar”, afirma en un artículo.

En 2018, “tenía deficiencias en su comprensión” de lo que suponía una batalla comercial, afirma, en cambio, Dong Shaopeng, investigador principal del Instituto Chaoyang de Estudios Financieros de la Universidad de Renmin, en Pekín. Ahora, entiende mejor “las prácticas hegemónicas de EE UU”, añade este observador con postulados próximos al Gobierno chino.

Desde entonces, Pekín ha acentuado la autosuficiencia en numerosos sectores, especialmente el tecnológico, y diversificado sus exportaciones. Muchos de esos nuevos destinatarios de productos chinos son además naciones del Sur Global, con las que Pekín pretende intensificar lazos y ganar terreno en el teatro geopolítico. El flujo de bienes hacia los países de la Nueva Ruta de la Seda, el megaprograma de inversiones e infraestructuras chino, supera ya el 50% de las exportaciones, destaca Wang. Esta será posiblemente una línea a seguir en los próximos cuatro años.

La estrategia de Pekín consiste en prepararse para “sacar ventaja de la disrupción” de Trump en la escena global, argumenta Yun Sun, director del China Program en el Stimson Center, en un reciente texto en Foreign Affairs. Las autoridades chinas, expone, asumen que sus políticas desmantelarán por sí mismas los cimientos de la hegemonía global estadounidense. “La principal prioridad de China, por tanto, es simplemente capear el temporal”.

Entre otras cosas, deberá enfrentarse a su propia estabilidad económica interna. China creció en 2024 al 5%, por encima de otros países, pero con signos de enfriamiento, y lejos de la tasa de aumento del 6,9% del PIB de 2017. El consumo sigue átono, la deuda local es abultada y la riqueza de los hogares sufre por el pinchazo de la burbuja inmobiliaria. Pekín lleva meses lanzando medidas de estímulo, y se prevén más propuestas en los próximos meses.

“Los americanos saben que las cosas no van bien”, dice Alicia García Herrero, economista jefa de Asia-Pacífico de Natixis. “Pero los golpes de efecto tecnológicos (como la inteligencia artificial Deepseek) devuelven algo de palanca a China, porque EE UU no consigue contener su ascenso, o eso parece”. La irrupción de una inteligencia artificial (IA) china supuestamente más barata y eficiente que la de la estadounidense OpenAI ha sido una forma de decirle a su rival que las sanciones no frenan su desarrollo.

En este contexto, las exportaciones son fundamentales para Pekín, que alienta la salida al exterior para estimular el crecimiento. En 2024, China tuvo un superávit comercial que rozó el billón de dólares, el mayor de la historia, por lo que todo lo que suene a crescendo de barreras comerciales es una llamada de alerta. Pero esta maquinaria exportadora es un arma de doble filo, y ha provocado respuestas proteccionistas más allá de Estados Unidos: la Unión Europea ya ha comenzado a alicatar un muro frente a productos chinos como el coche eléctrico.

China confía en que las tornas pueden girar, sobre todo si los gravámenes de Trump golpean a todo el planeta. Los aranceles del 25% anunciados esta semana contra el aluminio y el acero con independencia de su origen son un ejemplo. “Si [Estados Unidos] impone aranceles a todos, fuerza a que todos tengan más [comercio] con China”, expone Wang.

Pekín ya ha dado muestras de que busca un acercamiento con la UE; Bruselas ha exhibido apertura en profundizar la relación. Las autoridades chinas sopesan además, según The Wall Street Journal, recortes arancelarios para socios no estadounidenses, con la idea de impulsar la inversión extranjera y el comercio con Europa y otros países asiáticos. Medidas de este estilo beneficiarían a la economía china, y podrían socavar las alianzas estadounidenses y proyectar una imagen de Pekín como líder global.

García Herrero cree que la respuesta china ha de entenderse como un gesto “para la audiencia interna”, pero con idea de seguir negociando. La investigación a Google no es significativa, pone como ejemplo (Trivium ve posible que esta se dirija contra su sistema operativo Android, mayoritario en los móviles chinos). Pero, además, es un aviso de que podrían abrir diligencias contra empresas con más mercado en China, como Apple. “Eso sería mucho más grave”, dice García Herrero.

Las restricciones a los minerales críticos y tierras raras, sector en el que China roza el 90% del procesamiento global, es un terreno en el que tiene margen para seguir cerrando el grifo. En octubre, aprobó nuevos mecanismos para restringir las exportaciones de productos de doble uso (civil y militar); poco después frenó las exportaciones a EE UU de materiales como el germanio, el galio, el antimonio y el grafito en respuesta a las sanciones tecnológicas de la Administración de Joe Biden. Estos elementos son claves en la fabricación de semiconductores y baterías.

Ahora, China ha añadido derivados del wolframio, el telurio, el bismuto, el molibdeno y el indio a la lista sujeta a control: insumos vinculados a la industria militar y pesada; a la producción de semiconductores y acero; a la electrónica de alta velocidad, la optoelectrónica y la fotovoltaica. Trivium alertaba el año pasado de que Estados Unidos y China estaban el borde de una “guerra comercial de minerales”. “Con las últimas acciones”, concluyen, “hemos pasado el límite”.

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Sobre la firma

Guillermo Abril
Es corresponsal en Pekín. Previamente ha estado destinado en Bruselas, donde ha seguido la actualidad europea, y ha escrito durante más de una década reportajes de gran formato en ‘El País Semanal’, lo que le ha llevado a viajar por numerosos países y zonas de conflicto, como Siria y Libia. Es autor, entre otros, del ensayo ‘Los irrelevantes’.
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