Muere la ilustradora Amaia Arrazola, autora de ‘Totoro y yo’, a los 41 años
La dibujante, especializada tanto en literatura infantil y juvenil como en la realización de grandes murales, fallece tras el avance fulminante de una enfermedad


Las ilustraciones de Amaia Arrazola estaban llenas de colores, ternura, alegría. Pero ni la poderosa magia de la literatura infantil y juvenil, en la que se especializó, puede aliviar el dolor de su entorno: la dibujante de Vitoria ha fallecido a los 41 años, por el avance fulminante de una enfermedad, como confirmó una de sus editoriales a este diario. La artista se dedicó a los libros, los murales, la cerámica, las campañas publicitarias y hasta la ropa, siempre con un sello muy reconocible, y reconocido dentro del sector, donde su trayectoria se encontraba cada vez más al alza. Sus obras dejan un legado de talento, positivismo y esperanza y personajes como Simón, un entrañable camaleón frustrado por su incapacidad de adaptarse a todas las circunstancias. Una criatura distinta, pero no por eso menos valiosa. Más bien, al revés. Las enseñanzas de Simón resuenan ahora especialmente: en su segundo libro, convencía al murciélago Melvin de no tener miedo a la noche, ni a la oscuridad.
Arrazola, en realidad, estudió Publicidad y Relaciones Públicas en la Universidad Complutense de Madrid y empezó trabajando como directora de arte en el sector publicitario. Nunca lo abandonó, ya que a lo largo de toda su carrera siguió colaborando con varias marcas célebres, pero a partir de 2010 cambió de ciudad y, poco a poco, de ámbito: se mudó a Barcelona y comenzó a construirse cierta fama como ilustradora free lance, sobre todo en la literatura. En una charla TED sobre creatividad, en 2015, definió su trabajo como “el mejor del mundo”.

El recuento en su propia web arranca ese mismo año, con su trabajo en la colección Pequeña & Grande, donde puso imágenes a los textos de María Isabel Sánchez Vergara sobre la vida de Audrey Hepburn. Vinieron, luego, libros en solitario y en coautoría, para la infancia, la adolescencia o los adultos, basados en la fantasía o en sus propias experiencias personales. Un poco de todo, pero siempre a su manera, con su estilo.
Dedicó El meteorito (Lunwerg), una de sus obras más celebradas, a su hija y a la maternidad. “¿Ahora quién soy?”, se planteaba la Arrazola dibujada en aquel libro, editado en 2020. La respuesta, por lo menos en el lado profesional, se deslizó hacia la literatura infantil: en Animales fantásticos y Hola, ¿cómo estás? (ambas en Flamboyant), proponía juegos y preguntas a los más pequeños para ayudarlos a entender sus emociones. Simón supuso su primer álbum ilustrado en solitario: el camaleón fascinó tanto a los lectores y a la propia autora que se ganó la secuela dedicada a la noche, publicada este mismo año. A través de su creación, la dibujante hablaba de aceptación, diferencias, respeto y confianza, temas recurrentes en su obra. Diversidad o barbarie es el titulo de un mural que realizó en 2022. Hace pocos meses colaboró en Reflejos de un compromiso, un libro colectivo dirigido a dar visibilidad y apoyo en la lucha contra el cáncer de mama.

Frecuente, en sus libros, es también la presencia de Japón. En 2017, se ganó una residencia artística de un mes en la localidad de Matsudo. Y puso en marcha el proyecto Amaia Was Here. “Mi propuesta artística consistía en la elaboración de un diario visual […]. Básicamente me dedicaba a pasear, observar, analizar y dibujar. Horas y horas caminando en una ciudad eterna. El paseo y el lápiz como método”, describía ella misma en su web. Completó la iniciativa con un mural, aunque sus vínculos con el país nipón solo acababan de empezar. Ya de vuelta, reunió aquel material en el libro Wabi Sabi. Siguieron Totoro y yo, sobre su fascinación por las películas animadas de Hayao Miyazaki, o Bajo un cielo estrellado, centrado en mitos, leyendas y tradiciones japonesas.
La artista pintaba obras colosales, como la galería de murales que ha esparcido por España y puede repasarse en su web. Y también creaciones de lo más pequeñas, como su reciente proyecto de libros-máscaras, pensados y realizados aposta para los bebés. El tercero, La sabana, está aún pendiente de publicación. Aunque Arrazola ya no esté, sus obras seguirán generando alegría. Y algo aún mejor: nuevos primeros lectores.

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