Latinoamérica, en las manos de Wall Street
La deuda bruta de los gobiernos promedia el 78% del PIB de Latinoamérica. Es la región emergente más endeudada del mundo
Sentado frente a una bandera de Costa Rica y con la mirada fija, el presidente Carlos Alvarado no se contuvo al expresar su frustración con el sistema financiero global. “Otros actores tienen una responsabilidad a apoyar el financiamiento a nuestra región”, dijo en un evento virtual organizado por varias instituciones multilaterales este mes. “La pandemia ha sido clara en que no estamos bien hasta que todos estemos bien”, añadió.
Latinoamérica es la región emergente más endeudada del mundo. De acuerdo con datos de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL), la deuda bruta de los gobiernos promedia el 77,7% del producto interno bruto (PIB) regional, y el servicio total de la deuda, es decir, los intereses de la misma, representa el 59% de las exportaciones de bienes y servicios. Mucha de esta deuda es de mercado: se hizo a través de la colocación de bonos en el mercado internacional, con los grandes bancos y fondos de inversión en Wall Street como sus principales compradores. Por “otros actores”, Alvarado se refería, presumiblemente, a gobiernos de países desarrollados y no solo a los bancos privados que ahí operan.
A pesar de las extraordinarias circunstancias de la pandemia y, a diferencia del financiamiento, que se puede hacer con multilaterales o directamente de otros gobiernos, la deuda de mercado es un negocio. Tiene como única función la generación de réditos de los compradores y las tasa de interés que el deudor pagará están sujetas a una calificación a cargo de agencias crediticias independientes. Estas, apuntó Alvarado también, han sido injustas con su país y con otros de Latinoamérica, al rehusarse a adaptar sus metodologías a la pandemia.
“Las calificadoras de riesgo no nos han tratado, nos han maltratado, aunque hagamos las cosas responsablemente”, dijo Alvarado en el evento organizado por la CEPAL junto con la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), el Banco del Desarrollo de América Latina (CAF) y la Comisión Europea el 2 de diciembre, en donde compartió el escenario con sus contrapartes de Colombia y Ecuador. “Nuestros márgenes fiscales en estos tiempos de pandemia se ven cada vez más estrechos. En la pandemia tuvimos menos crecimiento, más erogaciones, y por lo tanto, más presión. No tuvimos respiro de las calificadoras y celebro siempre la valentía que [el presidente de Colombia] Iván [Duque] ha tenido de decirlo claramente”, apuntó Alvarado.
El sentir del presidente centroamericano hace eco en toda la región. Durante 2020, por la necesidad de estimular las economías, la deuda alcanzó niveles sin precedentes y llegó el momento de pagar. La Reserva Federal en los Estados Unidos, su equivalente al banco central, ha enviado señales de que comenzará a subir sus tasas de interés en 2022 para contener la inflación y regresar de manera gradual a una política monetaria más ortodoxa. Esto es lo que tiene a los presidentes en América Latina tan preocupados. Una subida de la Fed, como se le conoce, pudiera subir las tasas de interés de su deuda y pudiera también detonar una salida de capitales extranjeros de sus países, lo cual afectaría su tipo de cambio y, por lo tanto, el pago de su deuda en dólares u otra moneda extranjera.
Además, se vendrá una desaceleración de sus economías. Fitch Ratings espera que la mayoría de los países en Latinoamérica se desaceleren en 2022 luego de su reapertura económica y recuperación en 2021 del shock covid-19 de 2020. Asimismo, se espera que las condiciones externas sean menos favorables, ya que EE UU y China crecerán más lentamente. “El déficit fiscal sigue siendo bastante elevado, cercano al 5% del PIB en promedio, lo que refleja la necesidad de varios países de aplicar medidas fiscales estructurales para estabilizar la carga de la deuda cada vez mayor. El entorno social y político dificulta la consolidación fiscal rápida”, dijeron analistas de la agencia calificadora en un reporte.
Casi un tercio de las calificaciones soberanas de América Latina están en “perspectiva negativa” y ninguno tiene una “perspectiva positiva”, de acuerdo con Fitch. Panamá, Perú, Surinam y Colombia perdieron este año su grado de inversión, que garantiza mejores tasas de interés. La relación entre la deuda pública y los impuestos, un indicador aproximado de la capacidad financiera de los países para pagar la deuda pública, ha venido aumentando en los últimos años, de 223% en 2007 hasta 320% en 2019, dice Sebastián Nieto, jefe de la OCDE para la región. En 2020, la deuda global llegó a 226 billones de dólares, su aumento anual más grande desde la Segunda Guerra Mundial. La diferencia está en que después de la Guerra la mayoría de esta deuda era de Gobierno a Gobierno, y no de bancos privados a Gobiernos.
“Insistimos mucho en la necesidad de buscar mecanismos, como los derechos especiales de giro, sí, pero también otros tipos de vehículos que ayuden a financiar la deuda que ha sido adquirida para parar esta crisis”, dice el economista al teléfono desde París. “Pero, a nuestro juicio, una forma bien coordinada a nivel internacional, poniendo en la mesa a todos los actores multilaterales no es suficiente porque, como sabemos, una parte de los acreedores, son privados y por lo tanto se necesita también sentar a los diferentes inversionistas institucionales e instituciones financieras internacionales”.
Sin embargo, en este momento, no existe un esfuerzo o un liderazgo que alcance a Wall Street. Los presidentes de la región coincidieron en que se deben buscar nuevas maneras de financiarse durante la Cumbre Iberoamericana este año, pero nadie tomó la batuta.
Parte de la estrategia debe ser gastar mejor, apunta René Orozco, analista de política macroeconómica en la OCDE. El gasto que hizo el Gobierno de Brasil por la pandemia, por ejemplo, ayudó a levantar a millones de la pobreza por lo que es una buena inversión. “Aquí el multiplicador es mayor a uno”, asegura Orozco. ”Entonces, no solamente estamos hablando de contener la crisis, sino también del desarrollo. Es un tema de pensar en cómo hacemos menos dolorosa esta crisis, pero también aprovecharla para salir de estos retos estructurales”.
Mientras los gobiernos deciden cómo hacer frente a sus obligaciones, tanto con ciudadanos como con Wall Street, la región se prepara para un súper ciclo electoral en que se definirá el futuro de las nuevas generaciones. En esto, Alvarado también tuvo un mensaje para los países desarrollados: “Si acaparamos el financiamiento del desarrollo, puedo sentir la noción egoísta de que los recursos están para los míos, pero vamos a ver fenómenos radicalizados como la migración, el crimen organizado, la desigualdad y la inestabilidad política que va a afectar la economía, el comercio, el output agregado al mundo de la región. Tenemos que hacer ese llamado en materia del financiamiento”.
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