La guerra comercial, un cesto de cerezas
La historia indica que las guerras comerciales se desarrollan exponencialmente y se trufan con las monetarias, y a veces, con algo todavía peor: pura y simplemente, la guerra.
Desde el pasado domingo, todas las exportaciones chinas a EE UU figuran en la lista de más altos aranceles iniciada en marzo de 2018, cuando empezó a concretarse efectivamente la guerra comercial de Donald Trump contra el gigante asiático. Solo algunas han visto aplazarse su entrada en vigor, hasta diciembre.
Las tarifas encarecidas afectan a mercancías por valor de 550.000 millones de dólares. La represalia china contra el flujo inverso se ha concretado sobre productos valorados en más de 170.000 millones. Para diciembre alcanzarán, según lo anunciado oficialmente, 245.000 millones.
El impacto negativo de esta guerra en el comercio y el crecimiento mundial ha sido reiteradamente analizado por el FMI y otros organismos: y lo peor, ha empezado a notarse en la vida diaria.
Interesa también destacar la dinámica acción-reacción, ojo por ojo/diente por diente, o escalada en modo cesta de cerezas con la que evoluciona este conflicto, que puede aún agravarse. Experiencias históricas como la de los años treinta indican que las guerras comerciales se desarrollan exponencialmente y se trufan con las monetarias. En aquel caso, con algo todavía peor: pura y simplemente, la guerra.
Las medidas proteccionistas se han ejecutado según un calendario especular, que ha registrado cinco paquetes simultáneos o inmediatamente consecutivos.
Los dos primeros se aplicaron el 6 de julio y el 23 de agosto de 2018 en direcciones cruzadas y sobre cuantías equivalentes, 34.000 y 16.000 millones. La tercera, el 17 de septiembre por Washington (productos por 200.000 millones a los que se colocó un arancel del 10%); la respuesta de Pekín fue inmediata, el 24 del mismo mes, en igual porcentaje (10%), pero sobre menor volumen y cuantía de mercancías (60.000 millones).
Luego se produjo una larga tregua, entre diciembre de 2018 y marzo de 2019, tras la reunión del G20 en Buenos Aires. Al acabar los 90 días pactados se reemprendió automáticamente la escalada. EE UU elevó el 10 de mayo el arancel sobre productos por 200.000 millones, del 10% al 25%; China impuso otro del 25% a otras mercancías por 60.000 millones. Y desde el domingo empiezan a aplicarse progresivamente los aumentos sobre exportaciones chinas por 300.000 millones. En diciembre, la represalia será sobre 75.000 millones de exportaciones norteamericanas.
Entremedias ha habido otras pausas menores, y una devaluación de la divisa china, que Washington definió como “manipulación monetaria” injustificada, un episodio que enrareció más la dinámica conflictiva. Su densidad y dramatismo adquiere más relieve si se considera que esos cinco paquetes plasmados en solo año y medio han dado lugar a más de 70 episodios litigiosos (amenazas, anuncios, ejecución de las sanciones…) si observan el calendario del registro chino (The US-China Trade War: A Timeline, China Briefing, 26 de Agosto).
Tras el inicio de la Gran Depresión en 1929 y hasta 1933 se produjeron siete paquetes de alzas de aranceles y/o devaluaciones competitivas (The Slide to Protectionism, Barry Eichengreen y Douglas Irwin, NBER, 2009).
Empezaron en 1930 con la Tariff-Act norteamericana de Smoot-Hawley (arancel del 20%). Y siguieron con las represalias de Canadá, la devaluación monetaria del Reino Unido tras abandonar el patrón oro (seguida por todo el área libra); las reacciones del área franco (arancel francés del 15%); nueva reacción británica (con la Abnormal Importation Duties, 10%); contragolpe alemán y holandés (25%) y la depreciación del dólar (hasta el 60%) al salir EE UU del estándar oro. El comercio mundial se redujo a un tercio y el grueso de la humanidad próspera se arruinó. Aprendamos.
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