Las monedas latinoamericanas, a cara o cruz
Las principales divisas enfrentan la subida en los tipos de EE UU y un entorno cambiante
Las monedas de América Latina navegan en un mar de incertidumbre. El sólido crecimiento de la economía estadounidense ha despertado nuevamente el apetito de los inversores en el mundo, que han visto en el dólar un suculento plato para hacer engordar sus carteras. Su hambre se acrecentará aún más ante la posibilidad, casi inminente, de una mayor alza en la tasa de interés en la primera economía del mundo. Este efecto está aderezado con elecciones en las principales naciones latinoamericanas (México, Brasil, Colombia), el temor a una subida en los precios de los alimentos y una creciente zozobra por los ajustes económicos en Argentina. Todo esto apunta a que la cotización de las divisas latinoamericanas se mantendrá en vilo hacia la segunda mitad del año.
¿Contagio?
El reciente fortalecimiento del dólar estadounidense —que ha crecido un 3,5% en términos nominales desde enero frente a las monedas de los mercados emergentes— se da después de dos años de depreciación y está causando que los inversionistas revalúen su exposición en los países en desarrollo, entre ellos los latinoamericanos, explica Fitch Ratings en un análisis.
Sin embargo, comparar esta depreciación con las crisis en México (1982) y en Asia (1997) son "alarmistas y exageradas", dice James McCormack, director ejecutivo del área de riesgo soberano de la calificadora.
Incluso, la depreciación severa del peso argentino está focalizada, explica Alfredo Coutiño, director para América Latina de la agencia calificadora Moody's. "El problema es local y se debe a un ajuste económico interno... El poder de contaminación a sus vecinos es bastante pequeño y limitado", agrega.
El escenario es variopinto, pero el peso argentino lleva las de perder. La moneda de ese país sudamericano se ha dejado un 26% de valor frente al dólar estadounidense en lo que va del año, según Bloomberg. Y su futuro es incierto y difícil de predecir, de acuerdo con los analistas consultados. En las últimas semanas, Argentina ha luchado contra viento y marea para estabilizar su moneda: ha subido hasta el 40% la tasa de interés para después solicitar un rescate al Fondo Monetario Internacional, ante las crecientes presiones crónicas de su economía. En medio de la tormenta, el martes pasado, el Banco Central recibió un espaldarazo de los inversores al renovar el 100% de sus títulos de deuda a corto plazo (más de 24.700 millones de dólares) y colocar en el mercado un monto adicional (unos 200 millones de dólares).
Pero Argentina no ha sido la única víctima. En general, la zona ha sufrido los estragos de un dólar reforzado, que avivará aún más su energía en junio, cuando, más que probablemente, la Reserva Federal de EE UU suba los tipos hasta un 2%. Esto redoblará la presión a las monedas latinoamericanas, sobre todo en aquellos países que aún mantienen tasas de interés en niveles bajos, dice Alfredo Coutiño, director para América Latina de la agencia calificadora Moody's. En este contexto, el peso chileno y el colombiano sufrirán solo una suave presión frente al dólar estadounidense, explica Enrique Díaz-Álvarez, director de riesgos de la firma de pagos internacionales Ebury. Por el contrario, el real brasileño —lastrado por la inestabilidad política generada en 2016 y con una recuperación económica incipiente— seguirá siendo una de las monedas más volátiles del mundo emergente y con un tipo de cambio en ascenso.
El peso mexicano, por su parte, estará supeditado a una montaña rusa que acelerará o pisará el freno según el grado de incertidumbre que genere el avance en las renegociaciones del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN) y el escenario electoral en ciernes, en donde aventaja el candidato de izquierda, Andrés Manuel López Obrador, que parece no ser del agrado de los inversores. Para el sol peruano, sin embargo, se prevé un escenario de cierta estabilidad y sin fuertes fluctuaciones. La subida de tipos en EE UU ya está puesta en precio en los mercados, comenta Díaz-Álvarez. “Si los bancos centrales de la zona no hacen nada, los bonos de la región continuarán perdiendo atractivo ante la reducción del diferencial de tasas”, agrega Coutiño. “Esto va a presionar más a los mercados cambiarios y consecuentemente generará presiones depreciatorias”, arguye.
En medio de este escenario, la salida de capitales es ineludible. El Instituto de Finanzas Internacionales (IIF, por sus siglas en inglés) proyecta que al cierre de este año el flujo de dinero de los inversores residentes que abandonará América Latina llegará a los 139.000 millones de dólares. “Esta salida estará propiciada principalmente por el riesgo electoral en Brasil y México, así como por retos a nivel macroeconómico que enfrenta Argentina”, comenta María Paola Figueroa, economista senior para la zona del IIF. Este efecto, sin embargo, es consistente con el comportamiento histórico de este tipo de patrimonios durante periodos de elecciones, agrega la experta.
Si el vaticinio se cumple, los países emergentes de América Latina registrarán la tercera mayor salida de capital de residentes, por detrás de los mercados de Asia oriental y China, según un análisis del IIF, organismo integrado por 450 instituciones financieras de 70 países del mundo. “No es una sorpresa”, sentencia Coutiño. Los inversores se han puesto en alerta ante la coyuntura por la que atraviesan las tres principales economías de la zona. En México y Brasil se avecina un cambio político, mientras que en Argentina los problemas financieros aún son complicados, comenta el experto de la calificadora de riesgo.
Para 2019, el IIF anticipa una mejora en los flujos netos de capitales a Latinoamérica. “Esta previsión dependerá de los resultados electorales y del grado de continuidad en las políticas económicas en la región, lo cual es clave para mantener un entorno de inflación baja y estable”, dice Figueroa. En todo caso, antes de llegar a esa fecha, las monedas latinoamericanas seguirán con su bamboleo.
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