La torpe propaganda del dictador
El aparato de comunicación del régimen delata sus propias contradicciones
Desde que el conflicto libio empezó, a mediados de febrero, el régimen del coronel Gadafi ha tratado de encontrar un estilo para contar la historia a su manera. Busca un tono profundo de "ideas filosóficas", en palabras de uno de sus portavoces, pero lo que le sale parece una broma.
El primer portavoz es el propio Gadafi. El coronel es dado a los discursos grandilocuentes. No había hablado desde antes de los ataques, pero ayer apareció por su cuartel de Bab el Azizia para arengar a las masas y convencerles de que se harían con la victoria. "La defensa más poderosa es el pueblo", afirmó. "No me he ido. Sigo aquí, en mi jaima", dijo para desmentir los rumores de que se había ocultado en el Sáhara. A él se deben también frases célebres de este conflicto como la que utilizó para explicar las razones de la revuelta: "Al Qaeda echa píldoras alucinógenas a los jóvenes en el Nescafé".
Las otras dos caras más visibles del régimen son las de Musa Kusa y Musa Ibrahim. El primero es el ministro de Exteriores, exjefe del servicio secreto y mano derecha de Gadafi. El ministro no es un virtuoso de la palabra; en sus comparecencias suele usar un tono de voz demasiado bajo para anunciar, por ejemplo, que se ha declarado el alto el fuego. A pesar de que trata de ser el rostro más amable del Gobierno, muchos libios disidentes le siguen viendo como el brazo ejecutor del régimen.
Quien traduce los mensajes del ministro al inglés es Musa Ibrahim. Es este un joven educado en la prestigiosa Royal Holloway de Londres, donde obtuvo un doctorado en estudios de Comunicación. El doctor Musa, como le suelen llamar sus colaboradores, lanza varios mensajes a lo largo del día. La mayoría contradictorios. Cuando comenzaron los ataques dijo que había 46 víctimas civiles. Luego dijo que esas cifras las había sacado de la televisión libia. Luego se dijo que no llegaban a la treintena. También aseguró que habían bombardeado un hospital y que los periodistas podrían hablar con los heridos. Han pasado cinco días de aquella declaración y ningún miembro de la prensa internacional alojada en Trípoli ha podido hablar con una sola víctima.
Musa Ibrahim dijo ayer que finalmente se conocería a alguna supuesta víctima civil de los bombardeos. Esto fue lo que pasó. Se organizaron dos viajes. El primero llevó a un grupo de periodistas a hablar con la familia de un soldado que cayó muerto en la ciudad de Bani Walid. El autobús se quedó sin gasolina en mitad del viaje. Tras repostar, fueron a hablar con la madre del soldado. Este murió hace unas semanas, pero no por los bombardeos sino en una batalla con los rebeldes.
En el segundo viaje, otro grupo de reporteros fue llevado a visitar la casa de una familia que habría sufrido ataques de la coalición. Los funcionarios dijeron que había víctimas. El convoy se paró en cuatro ocasiones, volvió hacia atrás y otra vez adelante. Los empleados gubernamentales se comunicaban por radio y preguntaban a la gente donde había caído el misil la noche anterior. Tras 45 minutos dando vueltas, los funcionarios reconocieron lo evidente: se habían perdido. El convoy regresó al hotel. "Lo sentimos. Quizás nos hemos apresurado. Cuando averigüemos dónde está la casa les llevaremos", prometió el doctor Musa.
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