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Colombianos de Torres de Segre

Latinoamericanos y rumanos son mayoría en la recolección de fruta de las comarcas de Lleida

Hace apenas tres décadas los temporeros que llenaban los campos de Lleida eran, sobre todo, andaluces y extremeños que iban rodando por España de campaña en campaña. Ahora el 95% son extranjeros, colombianos y rumanos. Ni la crisis ha animado a los parados españoles.

Cuenta Josep Maria Companys, un payés de Torres de Segre, que "el campo antes era en blanco y negro, y ahora es en tecnicolor", bromeando de esta manera sobre cómo ha cambiado el perfil del temporero en los últimos años y la variedad de nacionalidades entre las personas que se pueden ver recogiendo fruta. Pero este agricultor de toda la vida va más allá del color de la piel y explica que en estos años en el campo se ha producido un cambio similar al del cine desde la moviola a las películas en tres dimensiones, en referencia a la profesionalización que ha registrado la mano de obra.

Los primeros colombianos llegaron a Torres de Segre en 1999
La contratación en origen en los países africanos ya es residual

Y es que este payés ya tenía tierras en los años setenta, cuando todavía había temporeros andaluces y extremeños. Después, explica, llegaron los llamados hippies, procedentes de Barcelona. También ha vivido la época en la que casi todos los familiares de un agricultor iban a echar una mano -situación que ya apenas se da por miedo a las multas- y aquella en la que los campos se llenaban de estudiantes quinceañeros que querían ganar un poco de dinero en verano. Sin embargo, en los noventa empezó a escasear la mano de obra y los sindicatos y organizaciones agrarias organizaron las primeras contrataciones en origen. "En el caso de Cataluña, los primeros temporeros los trajimos de España, de Zamora en concreto. Pero poco a poco la gente de campo empezó a preferir otros trabajos, de manera que en el año 1999 trajimos la primera expedición de colombianos a Torres de Segre. Ahora ya no hay temporeros españoles", explica Companys.

Los responsables de la Sociedad Agraria de Transformación Fruitaito, de Aitona, han vivido algo similar. Al principio en su central de fruta trabajaba sobre todo gente del pueblo, mujeres mayoritariamente, ya que son la mejor mano de obra para envasar. Llegó un momento en que no tenían temporeros y contrataron a hombres marroquíes, que con el proceso de reagrupación familiar llamaron a sus mujeres. La mayoría de ellos hoy todavía trabajan en la central. "Nos quedamos sin gente de aquí. Ahora, de las 90 personas que tenemos trabajando, solo una docena son vecinas del pueblo. El resto son marroquíes o rumanas contratadas en origen", explica Conxita Pelegrí, responsable de Recursos Humanos de Fruitaito.

Juan Marañón, director de la Fundación Pagesos Solidaris, que se encarga de la gestión de la bolsa de trabajo de temporeros de Unió de Pagesos, explica en este sentido que las primeras contrataciones en origen, a principios de los años noventa, se realizaron en el norte de África y poco después empezaron a llegar latinoamericanos, a raíz de los convenios con países como Colombia alcanzados por el Gobierno español. Desde entonces, cada año han llegado unos 8.000 temporeros extranjeros para trabajar en la fruta. Sin embargo, con la irrupción de la crisis económica, las cosas han cambiado.

"Con la crisis se ha dado prioridad a contratar parados. El problema es que la mayoría de la gente no quiere trasladarse al campo para coger un trabajo temporal que además es muy duro. Es comprensible", señala Marañón. Los números hablan por sí solos, ya que de las 7.800 cartas que envió el Servicio Catalán de Ocupación a los parados catalanes para ofrecerles trabajo en la fruta, únicamente respondieron afirmativamente unos 1.700 y finalmente solo unos 700 han aceptado el trabajo. Además, según UP, los que han dicho que sí son también extranjeros, trabajadores con papeles, pero extranjeros, no nacionales.

Así las cosas, la contratación en origen ha vuelto a ser necesaria en esta campaña y se ha contratado a unos 600 colombianos y unos 60 bolivianos. La mayoría son temporeros que hace años que conocen a un productor catalán y que vuelven cada año llamados por este. Es el caso, por ejemplo, de Carlos Sánchez y Liliana Sambrano, que trabajan desde hace varios años para Companys. "Nos compensa venir a España a trabajar aunque sea solo para unos meses porque el ser temporero está mejor pagado que la mayoría de los trabajos en nuestro país", explican.

De todas maneras, la mayoría de los temporeros actualmente son rumanos, ya que tras ingresar en la UE ya no necesitan permiso de trabajo y además el precio del billete de avión -la mitad del cual lo paga el payés que los contrata- es más barato. La contratación en origen en países africanos ahora ya es residual. "Puede ser porque los aviones volvían a su país vacíos, porque entre llegar a España en avión y en patera, no hay color", explica irónicamente Companys. Las necesidades de mano de obra que surgen durante la campaña se van cubriendo con las bolsas de trabajo que tienen los sindicatos.

La temporera Liliana Sambrano, en plena recolección
La temporera Liliana Sambrano, en plena recolecciónJAVI MARTÍN

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