"Adam ya nos había alertado: 'Esta plataforma está maldita"
Familiares de una de las víctimas mortales de la explosión de la planta petrolífera denuncian sus deficiencias - "A BP solo le importaba el dinero"
La tragedia de los pelícanos y los patos les queda lejos del corazón. Les importa muy poco si no vuelven a comer una gamba en su vida. No es la insensatez la que habla, ni el egoísmo, es el dolor. Habla el dolor. Dicen que saben que el desastre ecológico causado el 20 de abril por la explosión y el posterior hundimiento de la plataforma petrolífera Deepwater Horizon es mayúsculo y que las consecuencias se notarán durante años, pero en las últimas ocho semanas ellas solo lloran por una razón: han perdido al hijo, al nieto, al novio. Se llamaba Adam Weise, tenía 24 años, y fue una de las 11 víctimas mortales del accidente. Ni Arleen Weise (madre); ni Nelda Winslette (abuela) ni tampoco Cindy Shelton (novia) pensaron que serían invitadas a la Casa Blanca. Pero la semana pasada recibieron una llamada que les decía que Barack Obama quería comunicarles, en persona y en un acto privado, sus condolencias.
La madre del joven no demandará a la petrolera: "Tendrán un abogado mejor"
Obama recibe a los allegados de los fallecidos 50 días después del siniestro
Pasado el mediodía de ayer entraban en la Casa Blanca no muy contentas. Pero tampoco querían desairar al presidente de Estados Unidos. "Sabemos que esto forma parte del espectáculo, de la campaña de imagen, porque, si de verdad le importaban las víctimas, nos habría recibido mucho antes", dice Cindy Shelton, la novia. El duelo de estas tres mujeres ha entrado ya en la octava semana. La búsqueda de Adam Weise, como la del cadáver de los otros 10 trabajadores, se suspendió tres días después de la catástrofe. De desaparecidos, pasaron a convertirse en muertos. Sus cuerpos jamás serán recuperados.
Son los grandes olvidados. Se han escrito, se escriben y se escribirán ríos de tinta sobre el ya etiquetado como mayor desastre ecológico en la historia de EE UU. Millones y millones de litros de crudo contaminando todo lo que tocan: la vida corriente de los habitantes de la región, la costa, el fondo marino, la vida animal. Pero líneas sobre los que perdieron la vida hay muy pocas. En Estados Unidos y en el extranjero. "Prefiero no decir lo que pienso sobre que el presidente nos vea ahora", advierte Nelda Winslette, la abuela. "No quiero que quede publicado". Esta mujer solo añade una cosa más al respecto: "Lea esto", dice a EL PAÍS a la vez que muestra la agenda con las instrucciones aportadas por la Casa Blanca: "Se les ofrecerá un tour por la residencia y luego se encontrarán con el presidente. Asegúrense de que comen algo porque no habrá ningún tentempié". Nada de comida.
Adam Weise nació en Cuero (Tejas) y fue una estrella en el equipo de fútbol del instituto. Luego prefirió los campos de petróleo a la universidad. Deepwater Horizon fue su primera misión en el mar, donde estaba destinado desde marzo de 2009 en turnos de tres semanas. Nunca dejó de vivir en Tejas, así que cada vez que concluía su rotación conducía las 10 horas de coche que hay desde Nueva Orleans hasta Yorktown (2.000 habitantes). "Amaba la caza y la pesca", dice Arleen Weise, madre soltera que relata que fue el abuelo quien enseñó a Adam todo lo que sabía del mundo a falta de padre. "Era un bromista", coinciden casi al unísono las tres mujeres de su vida, que se arreglan en la habitación de su hotel en Alexandria (Virginia, a 20 minutos de coche de la Casa Blanca), recién aterrizadas para su día con el presidente.
"Me ayuda pensar que la explosión fue de tal magnitud, tan masiva, que no supo lo que pasaba", dice la madre, quien es incapaz de hablar de su hijo en pasado. Durante toda la entrevista es "Adam tiene..."; "Adam hace..."; "A Adam le gusta...". La abuela asegura que ni siquiera puede imaginar una frase en pasado sobre su nieto sin ponerse a llorar. Y rompe en sollozos.
Algo no iba bien en la plataforma. Ese es el sentimiento de las tres mujeres. El propio Adam se lo dijo en más de una ocasión. "Esta plataforma está maldita", le relató en conversación telefónica en una ocasión a su novia. "Había muchos fallos; no existía una buena supervisión", dice Shelton. "A BP sólo le importaba el dinero", interviene la abuela. "No se tomaron las molestias de arreglar lo que estuviera mal y sucedió lo que sucedió, todo por dinero".
La familia de Weise no va a demandar a BP. "¿Para qué?", pregunta retórica la madre. "Siempre podrán contratar un abogado mejor que el nuestro". "Nos mandaron flores y dos representantes asistieron al funeral en Tejas", informa Weise. Eso fue todo y no esperan más. "Nos avisaron a las seis de la mañana", explica la madre. El accidente sucedió cuando no eran las diez de la noche. Su enojo es visible en sus gestos, sus opiniones, sus palabras.
De nuevo se podría pensar que habla la insensatez cuando tanto la madre y la abuela como la novia de Adam aseguran que no quieren que la Administración pare las perforaciones marinas en busca de petróleo. De nuevo habla el miedo. El temor al paro, a perder un modo de vida, a que se acentúe una crisis económica que ya les golpeó bastante. "¿De qué serviría?", pregunta la madre. "A mi nada ni nadie va a devolverme a mi hijo". Ni siquiera el todopoderoso presidente de Estados Unidos que ayer le estrechó la mano.
BP, demandada por sus accionistas
Un grupo de inversores que compró acciones de la petrolera británica BP en Nueva York y Londres interpuso ayer una demanda colectiva contra la compañía por "engaño", según informó el bufete neoyorquino Zwerling, Schachter & Zwerling. Los denunciantes cuestionan tanto las informaciones previas aportadas por la empresa sobre la importancia de sus operaciones en la zona, así como la relativa a los recursos tecnológicos de que disponía la plataforma para responder ante un eventual accidente como el que ocurrió el pasado 20 de abril, causando el mayor desastre ecológico de la historia de EE UU.
Con su imagen seriamente dañada, acosada a demandas, y presionada por la administración de Barack Obama para que detenga la fuga, BP vive un descalabro bursátil. Sus acciones, que han perdido casi la mitad de su valor desde el inicio de la crisis, se desplomaban ayer un 12% en Londres; noticia pésima para los fondos de pensiones británicos que apostaron fuerte por la empresa.
Y la fuga no tiene aún visos de parar. Las últimas estimaciones de expertos del Gobierno estadounidense doblan las previsiones más aciagas, ya que la cantidad de fuel derramada al mar desde la explosión de la plataforma Deepwater Horizon alcanzó los 6,4 millones de litros diarios hasta el 3 de junio, según informó anoche el Instituto Geológico de EE UU.
Si es cierto que cada día se captura más crudo del pozo subterráneo, también lo es que no ha dejado de brotar totalmente. La Casa Blanca anunció ayer que actualizará las leyes que hoy rigen en EE UU para los casos de vertidos. La normativa existente pertenece a un tiempo en que no era posible perforar el mar en busca de crudo a más de 1.500 metros de profundidad. Obama dio, además, un ultimátum a BP para que presente el fin de semana un plan que detalle cómo detendrá la fuga en el golfo de México.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.