Querido cine español...
...sin dejar de encontrarle, como siempre en este tipo de saraos, un puntito horteringui y preocupantemente camp al guateque de ayer (la noche de los Goya es lo que es, y su margen de magia es más estrecho que un final de mes en años así) hay que reconocerle cuatro virtudes como cuatro soles: una, haber servido de escenario para la coronación definitiva de una gran película como es Celda 211, aunque lo mismo habría ocurrido de haberse proclamado reina El secreto de sus ojos: ojalá que las dos vivan una larga y provechosa nueva vida en las taquillas ibéricas gracias a los Goya; dos, haber permitido que lo que de otra forma hubiera supuesto una mera nueva entrega en la historia de un acto nocturno tan tradicionalmente masturbatorio y autosatisfecho como éste se trastocara ayer en una efervescencia de ingenio televisivo gracias al magisterio del dichoso Buenafuente, ahora mismo bufón catódico inalcanzable por el resto de la tropa; tres, haber ensanchado sobremanera (a pesar de que él se empeña en estrechar y ya ha adelgazado 35 kilos) la figura de un tipo llamado Álex de la Iglesia. Sólo él podía llevar a la gala de los Goya a Penélope Cruz y Javier Bardem cogidos de la mano y a Pedro Almodóvar en lo que supone la vuelta del hijo pródigo a la Academia (al menos por espacio de diez minutos). ADLI es el triunfador moral de la noche; y cuatro, haber procurado un provisional contexto de reconciliación entre las atribuladas huestes del cine español, traumatizadas en los últimos meses por esa esquizofrenia que consiste en haber mezclado el regustillo de unos triunfales resultados económicos en la taquilla 2009 con los efluvios de una bronca gremial -con algún que otro insulto por medio- entre cineastas contra la orden y cineastas contra los cineastas contra la orden.
Álex de la Iglesia es, sin duda alguna, el gran triunfador moral de la noche de los premios
En teoría, todo en la gran familia del cine español es siempre armonía y fraternidad, todo es coincidencia a la hora de pedir auxilio al Estado salvador cuando vienen mal dadas y cuando vienen bien también, y a la hora de denunciar lo ignorante que es el público que no entra a ver cine español por eso, por ser español, y lo malvada que es la prensa -así, en general, la prensa- que comete la ignominia de no defender a capa y espada las películas españolas por eso, por ser españolas, todos estamos en el mismo barco y demás zarandajas; pero sólo hace falta que algún kamikaze outsider y nihilista juegue con las lentejas de alguna prima donna del box-office denunciando en Bruselas una orden ministerial para que salten las chispas y se queme el bosque.
Así que nada, querido cine español de nuestras entretelas que tantos placeres y dolores de cabeza das, bienvenidas sean noches como la de ayer, bienvenidos sean pretextos como este de la conquista de los cabezones gloriosos si sirven para templar gaitas, orquestar reconciliaciones y sugerir a nuestros dirigentes cinematográficos de turno la suficiente materia de reflexión para -como pasa con los vecinos del Norte- procurar un contexto de diálogo estable, sólido y sincero entre los actores de esta industria que también es cultura.
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