Madrid ya no es "provinciana". Ni la "hermana aletargada" de Barcelona. Ahora la capital -sí, sí, esa en la que pierden ustedes media hora diaria en atascos, la que tiene un parque de bicicletas irrisorio, la de las calles con aceras estrechas y las zanjas por doquier- es "una ciudad para paseantes".
En un autobús. Es el único lugar que tiene la hija de Cándida para vivir. "Mejor aquí que en la calle", asegura su madre. El vehículo no está tan mal. Tiene su cocina, el cuarto de los tres niños (dos de ellos, gemelos), un pequeño comedor y la habitación matrimonial.
"Ha sido estilo Chicago años veinte". No es la primera vez que una vecina de la calle de Alonso Cano presencia desde su ventana un alunizaje en la perfumería Eliris, a la altura del número 89. Por eso, para poder mirar sin ser vista, esta vecina suele dejar la persiana un poco subida.
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