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Reportaje:

La industria nuclear se pinta la cara de verde

El 'lobby' atómico defiende el reciclaje de combustible - Los ecologistas denuncian que es una campaña publicitaria - La técnica de reproceso tiene pegas de seguridad y económicas

Luis Doncel

Ana Palacio, la ex ministra de Asuntos Exteriores del último Gobierno de José María Aznar y que ahora ejerce como vicepresidenta del gigante nuclear francés Areva, defendía hace unos días en este periódico el reciclaje como respuesta al problema de los residuos nucleares. "Un 96% del combustible de uranio es reciclable. [...] Es una solución tecnológica, económica y medioambiental que echa por tierra el argumento frecuentemente esgrimido para descartar la viabilidad de la energía nuclear", afirmaba en un artículo de opinión. Dos días más tarde, la vicepresidenta de Areva encontraba respuesta en estas mismas páginas. "Es legítimo que Ana Palacio defienda sus garbanzos [...], pero la reutilización del combustible nuclear plantea serios problemas económicos y de seguridad", escribía un lector. No fue la única carta que cargaba contra su tribuna.

"La palabra reciclar es un eufemismo para confundir", según Greenpeace
El debate entre reutilizar residuos o almacenarlos tiene ya 50 años
Francia y Reino Unido apuestan por dar un nuevo uso a los desechos
EE UU estudia usar esta técnica que dejó por temor a la proliferación

Y es que los antinucleares consideran que el del reciclaje es el penúltimo paso del lobby de esta industria empeñado en hacerse un lavado de cara. Así, claman los ecologistas, sus oponentes se están apropiando de batallas que gozan de un aura de prestigio en la calle, como el reciclaje o la lucha contra el cambio climático, para utilizarlas en su propio beneficio.

"La palabra reciclaje es un eufemismo que sólo tiene sentido para tratar de confundir. Se habla realmente de reaprovechar un residuo que se genera, y eso se ha llamado reprocesamiento en los últimos 50 años, técnica en la que todo el mundo ha fracasado. Sus defensores han emprendido una campaña de propaganda en la que quieren cambiar hasta el lenguaje", dispara Carlos Bravo, responsable de Energía de Greenpeace.

Es verdad que el reproceso, nacido en 1953, ya tiene unas cuantas décadas de vida. El debate sobre la forma de gestionar el combustible tras su paso por las plantas se ha dividido tradicionalmente entre los que optan por almacenarlo -lo que se conoce como ciclo abierto- o los que recuperan el plutonio separado tras un complejo proceso -ciclo cerrado-.

El debate se ha recrudecido en los últimos años por la creciente preocupación que conllevan los dos procesos: tanto por las reservas cada vez más importantes de combustible gastado en el caso de que no se recicle, como por el plutonio que se almacena tras su proceso de separación.

Las dos opciones tienen sus pros y sus contras. Los países que, como Francia, Reino Unido, Rusia, Japón e India, han optado por el reproceso se enfrentan a altos costes y controversias políticas. El grupo de los que han preferido almacenar los residuos, liderado por EE UU y en el que se incluye España, no sabe qué hacer con tantos productos sobrantes y tiene problemas para encontrar un almacén. Ningún país del mundo ha encontrado una solución para guardar definitivamente el combustible gastado o los residuos de alta actividad procedentes del reproceso.

Los defensores de esta tecnología apuntan como ventajas el ahorro de recursos naturales (ya que se recupera el 96% del material reciclado y requiere menos uranio natural); alaban la mayor facilidad en la gestión de los residuos (ya que se reduce el volumen de residuos altamente radiactivos y su toxicidad); y el interés económico que despierta el reciclaje. "En España hay 4.000 toneladas de combustible que se podría usar. Y aunque costara más, la repercusión sobre el precio que paga el consumidor sería pequeña", sostiene Ana Palacio.

Nada de esto convence a Domingo Jiménez Beltrán, ex director de la Agencia Europea de Medio Ambiente y asesor del Observatorio de Sostenibilidad de la Universidad de Alcalá de Henares. "No hay que hacer únicamente un análisis de coste-beneficio, sino de opciones estratégicas. Francia está forzada a seguir por esa vía por las fuertes inversiones que ha realizado en una tecnología como la del reprocesamiento que todavía está muy inmadura. España, en cambio, no tiene este tipo de plantas, por lo que no hay ninguna necesidad de tomar una decisión al respecto ahora", opina. Llorenç Serrano, responsable de Energía de CC OO, añade más leña al fuego: "El resultado de esta técnica no es que haya un residuo cero, sino menos residuo. No nos parece un elemento definitivo como para variar las objeciones que nos genera la energía nuclear".

El optimismo de la posguerra mundial hizo que los expertos confiaran en los años cincuenta y sesenta del pasado siglo en que la rápida evolución tecnológica convertiría el plutonio usado en una de las fuentes más importantes de energía; preveían que el reproceso iba a alcanzar un desarrollo mucho mayor del que finalmente ha logrado.

Pero los problemas a los que se enfrenta esta industria han llegado por muchos frentes: la puesta en marcha de los reactores rápidos (los más aptos para el combustible usado) ha resultado más cara de lo previsto. Además, los hallazgos de nuevos yacimientos de uranio despejan el problema acuciante de suministro y provocaron que el precio del uranio natural se haya mantenido relativamente bajo; todo ello ha desincentivado el impulso a las técnicas de reciclaje. "Esto es cierto. Pero si nos interesa reciclar no es sólo porque las materias primas sean caras. También se hace con el papel, a pesar de que el usado es mucho más caro que el original", responde Ana Palacio.

A este bajo coste también ha contribuido el menor crecimiento de centrales que se esperaba en los años en los que la nuclear parecía la solución definitiva al problema de la energía.

Pero las pegas al reprocesamiento no proceden sólo de la economía. El miedo a la proliferación también ha jugado un importante papel en el freno que la industria ha puesto a esta tecnología. El riesgo de que el plutonio reutilizado cayera en manos peligrosas distanció a muchos países de esta técnica. Éste fue el argumento que el presidente de Estados Unidos Jimmy Carter esgrimió en 1977 para abandonar el reciclaje y centrarse en el ciclo abierto.

Estados Unidos mantuvo este rechazo al reproceso hasta 2006, cuando la Administración de Bush hijo anunció el programa Global Nuclear Energy Partnership, con el que pretendía cooperar con otros países con tecnologías nucleares avanzadas para desarrollar el reproceso. El objetivo es producir energía, reducir el volumen de residuos y minimizar los riesgos de proliferación. Este proyecto, todavía en proceso de debate, tiene problemas para encontrar financiación. De ponerse en marcha, supondría una revolución en la política energética que ha mantenido Estados Unidos en los últimos 30 años. El nuevo secretario de Energía nombrado por Barack Obama, Steven Chu, se ha replanteado la política de almacenar los residuos en el almacén de Yucca Mountain. Situado en la cadena montañosa del Estado de Nevada, a unos 140 kilómetros de Las Vegas, está previsto que este lugar se convierta en cementerio de residuos radiactivos en capas geológicas profundas.

"Hoy vemos el problema de la proliferación de otra forma. Los casos de Pakistán, Irán o Corea del Norte nos muestran cómo el plutonio no es necesariamente el camino más fácil para obtener armamento nuclear, como pensábamos hasta ahora. Estos países están basando su desarrollo armamentístico en la ultracentrifugación. Y para este proceso no se necesita plutonio, sino uranio", dice José María Martínez Val, catedrático de Ingeniería en la Universidad Politécnica de Madrid y presidente del comité científico del Euratom. Este catedrático tercia en el debate entre ecologistas y pronucleares sobre si la palabra reciclaje enmascara la vieja técnica del reproceso o no. Ambas cosas no son lo mismo, pero una cosa no podría darse sin la otra. "El reprocesamiento es el tratamiento químico del combustible irradiado; el reciclado es la utilización de la fracción de ese combustible con valor nuclear en los reactores", explica Martínez Val.

Pero para reutilizar el combustible no sirve cualquier reactor. Los más adecuados, los que más aprovechan el reciclado, son los llamados reactores rápidos. Y éstos son caros y escasos. En Francia, el Gobierno de la izquierda plural liderado por Lionel Jospin firmó en 1997 el acta de defunción del gigantesco Superfénix. El primer ministro socialista explicó el cierre por el excesivo coste del superreactor. Ahora sólo queda en funcionamiento el antiguo y pequeño Fénix.

Es por esto por lo que los críticos nucleares acusan al lobby de intereses espurios a la hora de defender el reproceso-reciclado. Esta técnica implica la necesidad de construir más reactores rápidos para dar salida al stock de combustible usado. Es el pez que se muerde la cola: el reciclaje crea nuevo combustible que necesita de nuevos reactores rápidos para ser reutilizado. Y todo ello requiere una ingente cantidad de dinero que parece difícil de conseguir en estos tiempos de recesión.

"A Francia le interesa que le acompañen otros países en esta apuesta, porque ha invertido mucho y no tiene otra opción. Pero tras el fracaso del Superfénix, la Comisión Europea no le ve una salida clara. Y España, de seguir este camino, sólo iría como comparsa de Francia. ¿Qué nos interesa más? ¿Ser cola de león o apostar por otras áreas, como la eólica, donde podríamos ser no ya cabeza de ratón, sino cabeza de león?", defiende Domingo Jiménez Beltrán.

En España, la opción parece clara desde principios de los ochenta, cuando el Gobierno dio un giro a la política nuclear y abandonó el ciclo cerrado. Esta decisión se tomó para evitar la dependencia de los países reprocesadores, Reino Unido y Francia. El cambio en el mismo sentido que EE UU había dado años atrás también allanó el camino.

Los residuos son desde entonces en España sólo eso, residuos que se almacenan directamente. Recientemente se ha reconocido la posibilidad de reprocesarlos en el extranjero, aunque los documentos oficiales también reconocen el alto coste del proceso y el problema derivado del retorno a España de los desechos radiactivos.

Las dudas sobre qué hacer con los residuos en nuestro país van por otro lado. España no se cuestiona si debe reciclar, sino dónde guardar los residuos. Las siete centrales existentes los meten ahora en piscinas situadas en sus alrededores.

El Ministerio de Industria se plantea desde hace tres años construir un único lugar que los recoja todos. Algunos ayuntamientos, como el de Almoguera y Yebra, los dos en Guadalajara, han tanteado sus posibilidades para hacerse con el almacén temporal centralizado (ATC). Industria tiene ya todo preparado para poner en marcha la convocatoria para su instalación. Cuando se promulgue, se abrirá un proceso de presentación de solicitud por parte de ayuntamientos o mancomunidades.

José María Aznar endosó a Ana Palacio la difícil papeleta de justificar ante el mundo la guerra de Irak. Cuando le preguntaron en marzo de 2003, en plena contienda, por las repercusiones de la guerra, respondió: "Las Bolsas han subido y el petróleo ha bajado. Ya los ciudadanos pagan unos céntimos menos por la gasolina y el gasóleo. Eso son datos". En ese momento, el barril costaba 28 dólares. En julio del año pasado, llegó a 150 dólares; y ahora está en 51. Por el bien de la industria nuclear, es de esperar que la hoy directiva de Areva tenga mejor ojo para las predicciones del que lució entonces.

El reactor rápido Superfénix, que reutilizaba el combustible, fue cerrado por Lionel Jospin en 1997 por "caro y costoso".
El reactor rápido Superfénix, que reutilizaba el combustible, fue cerrado por Lionel Jospin en 1997 por "caro y costoso".REUTERS

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Sobre la firma

Luis Doncel
Es jefe de sección de Internacional. Antes fue jefe de sección de Economía y corresponsal en Berlín y Bruselas. Desde 2007 ha cubierto la crisis inmobiliaria y del euro, el rescate a España y los efectos en Alemania de la crisis migratoria de 2015, además de eventos internacionales como tres elecciones alemanas o reuniones del FMI y el BCE.

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