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La izquierda italiana se rinde ante Berlusconi

Walter Veltroni pide perdón por no haber sabido unir a la oposición

Sereno y derrotado, pero con la dignidad del político honesto e idealista, y dejando clara su sensación de haber sido acuchillado sin piedad por los suyos, el ya ex secretario general del Partido Demócrata (PD) italiano, Walter Veltroni, pidió ayer "perdón" a sus 12 millones de votantes por no haber logrado hacer realidad el sueño reformista.

"He intentado reformar la izquierda para que dejara de ser justicialista, salottiera [de salón] y conservadora, para construir un centro-izquierda ligado a los valores de la legalidad y la innovación, pegado a la vida real de las personas. No he podido cumplir ese sueño", dijo Veltroni. "Pido disculpas por no haber llevado adelante el partido que soñaba", añadió.

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Un día después de abandonar la dirección del partido, Veltroni convocó a periodistas y colaboradores para dar su discurso de despedida. No hubo preguntas. Veltroni habló ante un par de cientos de personas, y dijo adiós sin ira ante las lágrimas de algunos leales como Antonello Soro, líder de los diputados del PD, y la conmoción de sus colaboradores más cercanos.

El ex alcalde de Roma trazó un frío balance histórico de su tarea. Reconoció que la apuesta del PD debió nacer en 1996 pero llegó tarde, en 2007. El objetivo de modernizar la política y la sociedad, "modificar el modo de ser del país" y convertirse en una mayoría templada frente a la política populista del primer ministro, Silvio Berlusconi, "habría cambiado la historia del país", dijo.

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Pero ha fracasado. "Berlusconi ha construido un sistema de desvalores", analizó Veltroni, "e Italia es hoy un país más pobre y más cerrado. Berlusconi ha ganado la batalla de la hegemonía social traicionando la tradición de solidaridad, honestidad y las ganas de trabajar". A pesar de las luchas internas que le han llevado a abandonar la dirección, Veltroni sostuvo que el proyecto del PD sigue teniendo futuro. Pero sólo a largo plazo y con unidad. "No pidáis a mi sucesor resultados inmediatos", advirtió. "No hay que volver atrás; hace falta terminar con la Italia del Gatopardo".

Fue un discurso bonito y veraz, honrado e inteligente. Pero de fondo vacío. El hundimiento del centro-izquierda italiano, a sólo año y medio de haberse refundido en un nuevo partido, parece casi irreparable. Como recordó Veltroni, la "lógica autodestructiva" de la izquierda le ha llevado a consumir a seis o siete líderes en apenas 15 años. La derecha sólo ha tenido a uno.

Ezio Mauro, director de La Repubblica, afirmó ayer que "el problema real consiste en que no ha habido más pensamiento que el de la derecha; ha faltado un pensamiento largo, reformista, moderno, occidental, de una izquierda decidida que, con espíritu nacional y constitucional, sepa hablar a todo el país y cambiarlo. De esta insuficiencia la responsabilidad es seguramente de Veltroni, pero la culpa es de todo el grupo dirigente que hoy se encuentra desorientado e indeciso". La renuncia revela una incapacidad profunda, casi estructural, para conectar con los electores. El PD está en un abismo que puede conducirle, incluso, a la escisión.

Veltroni abandona el liderazgo del PD tras la derrota que sufrió su candidato en las regionales celebradas el fin de semana en Cerdeña, ante el candidato del Pueblo de la Libertad, el partido conservador del primer ministro. Tras encadenar cinco derrotas electorales, y nueve meses de oposición dominados por la blandura y la falta de garra, "la ocupación del poder" que a juicio de Veltroni ha realizado su antagonista queda ahora más expedita que nunca. El largo viaje de Berlusconi hacia una gobernación sin críticas, ataduras ni controles parece más cerca de su meta.

El sábado, la asamblea del PD decidirá qué hacer ahora. Los notables parecen divididos. Unos abogan por anticipar el congreso de octubre y empezar de cero. Otros prefieren nombrar líder provisional a Dario Franceschini, número dos de Veltroni, y aguantar como sea el chaparrón de las municipales y las europeas.

Ni la recesión puede con Il Cavaliere

Ni la crisis económica, ni los chistes malos, ni la alianza con el Vaticano, ni los ataques al presidente de la República, ni la impunidad conseguida a base de leyes diseñadas expresamente. Nada logra rebajar la admiración que sienten los italianos por Il Cavaliere.

Ayer, Silvio Berlusconi vio pasar por su puerta al enésimo rival convertido en cadáver político y no se molestó ni en coger el teléfono para despedirse de él. "Pensaba llamarle", dijo, "pero al oírle se me han pasado las ganas".

Crecido por la victoria en Cerdeña, y tranquilo porque la vacuna de inmunidad inoculada por su Gobierno con el laudo Alfano le ha librado de una condena en el caso Mills (lo que escandalizó ayer a la prensa sajona más que a la italiana), Berlusconi celebró ambas noticias con una polémica de las que le gustan.

Argentina llamó al embajador italiano en Buenos Aires, Stefano Ronca, para pedirle aclaraciones por la última broma del primer ministro, esta vez sobre los desaparecidos de la dictadura. Fue el viernes, en Cagliari, durante el cierre de la campaña. Berlusconi dijo: "De mí han dicho de todo los señores de la izquierda. Que soy el Ogro de Árcore, que soy como Hitler y Mussolini, que soy como aquel dictador argentino que eliminaba a sus opositores subiéndolos en un avión con un balón... Luego abrían la ventanilla y les decían: 'hace un día buenísimo, salid un rato a jugar fuera' (risas del auditorio). Hace reír pero es dramático".

Roma explicó que se trata de un "gran equívoco" y que Berlusconi no tuvo intención de ironizar sobre los "vuelos de la muerte". La portavoz de las Abuelas de Plaza de Mayo, Estela de Carlotto, se declaró "ofendida".

Día a día, la creciente fascinación que genera Berlusconi entre sus compatriotas sigue dejando pasmados a los observadores extranjeros. Y dando envidia a todos los dirigentes europeos. Mientras ellos temen a la crisis, Il Cavaliere sigue sonriendo, ganando elecciones y apoyos. Su aceptación está en el 55%. Y ni siquiera la anunciada recesión del 2% para 2009 erosiona su popularidad.

Italia, dicen los expertos, está mejor preparada que el resto para la crisis. Un poco por su retraso estructural, y otro por su filosofía de la vida. Los italianos tienen menos deudas, buen nivel de ahorro, ninguna burbuja inmobiliaria y un paro del 6,7%. Habituados al estancamiento, cada vez más furiosos con los inmigrantes, y conformes con el rédito que dejan economía subterránea y la evasión fiscal, los italianos parecen encantados. Votan a Il Cavaliere, llenan los restaurantes. Ya lo dijo el clásico: "Cuando el Coliseo caiga, Roma lo seguirá en su declive, y cuando Roma se hunda, el mundo entero se hundirá con ella".

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