El cambio en Cuba vendrá con la economía
El régimen prepara reformas para reducir la brutal dependencia del exterior
La centralizada economía cubana desanima a los emprendedores y arroja índices alarmantes: la isla es fértil pero importa el 84% de los alimentos de la cesta de la compra, 700 millones de euros anuales, según datos oficiales. Obligado a maniobrar para reducir esa brutal dependencia, el régimen prepara nuevas formas de tenencia y producción de las tierras cultivables y la entrega de más parcelas a campesinos, que venderán las cosechas a precios determinados por la oferta y la demanda.
La isla cultiva poco más de tres millones de los 6,6 millones de hectáreas de superficie agrícola disponible. La falta de recursos, la desorganización, las decisiones políticas sobre cambios de cosechas llevaron a veces al abandono de sembrados. El deficiente aprovechamiento de ese recurso natural y las seculares carencias en otros sectores activaron las reclamaciones populares.
La mayoría de los 11 millones de cubanos pide un bienestar sostenible
La isla cultiva apenas la mitad de la superficie agrícola disponible
"Raúl Castro, sí, ¿pero rodeado de quién?", pregunta Carlos Malamud
Descartado el pluralismo político, e improbable la sublevación que pudiera imponerlo, los Gobiernos europeos, incluido el español, confían en que esas demandas adquieran articulación y fuerza, y lleven a la aprobación de reformas económicas profundas, susceptibles de cobrar vida propia.
La apuesta es que el impulso dinamizador de esas reformas, y los cambios sociales derivados de su desarrollo, acaben implantando la apertura política. "Hasta donde sabemos, nadie espera un derrocamiento de los hermanos Castro. Será la economía el factor que, a medio plazo, podrá traer la democracia a la isla", señala una fuente de la Administración española.
El envite europeo no pasa inadvertido en La Habana, donde Raúl Castro pondera el alcance y consecuencias de los cambios en preparación, fundamentalmente en los ámbitos de la agricultura, la vivienda, la alimentación, el transporte y la propiedad privada. Un objetivo esencial es evitar que las medidas diseñadas por el vicepresidente del Consejo de Estado, Carlos Lage, y los ministerios económicos se constituyan en el embrión de la denostada economía de mercado, contraria al ideario del Partido Comunista Cubano (PCC).
Existen precedentes. La parcial legalización de la iniciativa privada de principios de los años noventa, para afrontar el derrumbe de la Unión Soviética -el principal suministrador de la isla-, fue suspendida porque durante aquel experimento liberalizador nacieron miles de nuevos ricos. La mayoría de los negocios particulares debieron cerrar, ilegalizados, cuando la revolución recuperó fuerzas. Pero los tiempos son otros y soplan vientos de cambio: la presión social es mayor y la mayoría de los 11 millones de cubanos pide un bienestar sostenible. La salida de Fidel Castro y los nuevos discursos de su hermano Raúl detonaron las nuevas expectativas.
"Pero la pregunta es ¿hasta dónde se quiere llegar?", señala Carlos Malamud, analista del Real Instituto Elcano. "Depende mucho de quienes estén al mando, y de su dialéctica. Raúl Castro, sí, pero ¿rodeado de quién? No es lo mismo Pérez Roque, ministro de Exteriores, supuestamente en la ortodoxia comunista; o Lage, supuestamente más dispuesto a la liberalización".
Las reformas políticas podrán acompañar a las económicas en la medida en que los cubanos las vayan exigiendo para abrir negocios o simplemente para integrarse en la globalización y las nuevas tecnologías. "Pero si Raúl Castro o quien sea empieza a aflojar la mano desde el punto de vista económico y nadie dice ni pío, pues entonces ¿para qué van a cambiar más? Pero si empiezan las demandas de cambio, entonces ahí veremos por dónde quieren ir", subraya Carlos Malamud. "La voluntad de cambio de Gobierno va a ser mínima y dependerá mucho de la presión de la base y de los temores de la nomenclatura. Tendrá que decirse: 'Como si me opongo a esto me van a barrer y voy a perder todo lo que tengo, pues voy a acompañar los cambios de forma pragmática (con cesiones políticas)".
La otra opción es la defensa numantina de la supremacía del PCC, "aunque sea al coste de reprimir". Pero Carlos Malamud confía mucho en el pragmatismo de los militares. "Han sido formados en la lucha contra el imperialismo (EE UU), que es su enemigo, y no el pueblo cubano. Van a decir: 'Salga a reprimir usted". Independientemente de los futuribles, el activismo estatal en la economía sigue tan intenso como evidente el estrechamiento de la iniciativa privada, según la Comisión Económica para América Latina y El Caribe (CEPAL).
El interés internacional, mientras tanto, reside en conocer los límites de la esperada liberalización económica. "Habrá que analizar el perfil del nuevo equipo en el Consejo de Estado y en otros organismos", agregan las fuentes de la Administración española.
Carlos Solchaga sostiene que la liberalización económica facilitaría la transición hacia la democracia. Pocos expertos conocen la situación cubana como el ex ministro socialista español (1982-1993), que fue jefe del equipo que entre 1993 y 1995 viajó a la isla para asesorar a Fidel Castro sobre cómo abrir la economía preservando los avances sociales.
El proceso debiera comenzar, según Solchaga, con la cesión por el Estado del monopolio en el movimiento del empleo, y permitir que cualquier persona o inversor que decida abrir un pequeño restaurante pueda contratar empleados sin limitaciones. La autorización de las sociedades anónimas y una ampliación de la ley sobre inversiones extranjeras serían otros pasos.
"Si fueran haciendo cosas de ésas, de manera natural pasarían al asociacionismo político; y al asociacionismo de ideas desde el asociacionismo mercantil", según los pronósticos de Solchaga. Ahora bien, para imprimir un ritmo vivo a ese tránsito se necesitaría apoyo exterior, incluida la financiación, porque la fuerza interna de Cuba es pequeña y la paciencia de algunos dirigentes comunistas podría agotarse.
El mejor apoyo a la transición, según Carlos Solchaga, sería que EE UU tuviera la inteligencia de levantar el embargo y autorizara los viajes a Cuba, y las inversiones de sus particulares y empresarios. "Con la combinación de la liberalización desde dentro y el levantamiento del embargo norteamericano, iban a producirse tales movimientos internos que estaríamos hablando de elecciones libres en muy poco tiempo", concluye el experto español.
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