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Reportaje:

El arte que enfrenta parroquias

El Museo Diocesano de Lleida se inaugura con las obras que reclama Aragón

Día de fiesta en Lleida y de enfado en Aragón. En Lleida porque, por fin, ayer se inauguró el Museo Diocesano y Comarcal en un nuevo edificio en el que han podido reunirse las colecciones dispersas de distintas instituciones que abarcan desde la prehistoria hasta el siglo XX. Es un museo que pretende revalorizar estas piezas, dar nueva vida al casco viejo de la ciudad, considerada por algunos la Cenicienta de Cataluña, y dotar a la provincia de un centro artístico de referencia que atraiga visitantes.

En Aragón, en cambio, la inauguración se ha vivido como "una provocación" porque entre las piezas exhibidas se incluyen unas 15 obras procedentes de las parroquias de La Franja (zona de Huesca colindante con Cataluña en la que se habla catalán), que en 1995 se segregaron de la diócesis de Lleida para pasar a depender de la de Barbastro-Monzón, que reclama estas obras infructuosamente desde entonces.

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El museo -cuya construcción ha costado unos 18 millones de euros que aportan la Generalitat catalana y la Diputación y el Ayuntamiento de Lleida- cuenta con una colección de unas 10.000 piezas, de las que menos de una cuarta parte son de arte sacro, pero se exponen sólo un millar. Hay obras bellísimas de arte medieval y barroco, dos de los momentos mejor representados en el museo, pero las que están acaparando toda la atención son la quincena que reclama Aragón, entre ellas el frontal de altar románico procedente de Tresserra y una arqueta del siglo XIV procedente de Buira.

Desde que el Vaticano aprobó la segregación de las parroquias, se han sucedido los decretos de la Santa Sede conminando al obispado de Lleida a devolver las obras de arte que procedían de aquellas parroquias. Los tres obispos que ha tenido desde entonces Lleida se han negado de forma sistemática a obedecer la orden porque afirman que todas las obras son suyas desde hace décadas, bien porque en su momento como responsables episcopales las salvaron del expolio masivo que en el siglo XIX asolaba las parroquias rurales de toda España, bien porque las compraron en su día.

Desde Barbastro, que también ha visto pasar durante este tiempo a varios prelados, se ha reclamado insistentemente que se cumplan las órdenes del Vaticano, la última el pasado 23 de julio con un decreto definitivo del Tribunal Supremo de la Signatura Apostólica que obliga a entregar las 113 piezas reclamadas, entre objetos litúrgicos y piezas artísticas de gran interés.

La pugna entre obispos, en la que la alta jerarquía eclesiástica no parece haber tenido demasiada influencia y sobre la que estos días ha evitado pronunciarse el actual nuncio del Vaticano, se ha extendido al enfrentamiento político, emponzoñando las relaciones entre Aragón y Cataluña pese a tener ambos en el Gobierno a políticos socialistas. Y, naturalmente, a la calle, con plataformas ciudadanas de defensa de su patrimonio en Lleida y de reclamación del suyo en Aragón.

Hace pocos días, Ramón Miranda, alcalde de Graus y portavoz de las 111 parroquias de La Franja afectadas, consideraba que, "aunque éste es un conflicto entre obispos, no hay que olvidar que los vecinos de las parroquias somos los legítimos herederos de esos bienes que forman parte de nuestra memoria colectiva". Ayer, el alcalde de Lleida llamaba a la reconciliación asegurando que el nuevo museo "es de todos y para todos" y el arte tiene que servir "para unirnos y no para separarnos". Es algo en lo que también abundó ayer el consejero de Cultura de la Generalitat, Joan Manuel Tresserras, que pese a defender la legitimidad del museo para exhibir unas piezas que ha conservado durante más de un siglo y que forman parte del catálogo del patrimonio catalán, hizo una llamada al diálogo y la cooperación reconociendo, eso sí, que "si las diócesis se pusieran de acuerdo, facilitarían mucho las cosas".

No parece que el acuerdo esté cerca. Ayer, a la multitudinaria inauguración del museo leridano, al que asistieron un millar de personas y que se vivió como un gran acontecimiento cultural largamente esperado en la ciudad del Segre, no asistió el obispo de Barbastro ni tampoco ninguno de los alcaldes aragoneses invitados como deferencia por exhibirse alguna pieza procedente de su parroquia. Lo consideran una ofensa. Esperan que a mediados del año que viene, cuando esté acabado el nuevo Museo Diocesano de Barbastro, puedan ver las obras instaladas allí, cerca de su parroquia.

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