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La vendimia manchega arranca con inmigrantes 'sin papeles'

La viñedos de Castilla-La Mancha están preparados para que comience la mayor vendimia del mundo, con 600.000 hectáreas de cultivos, aunque algunos propietarios ya han comenzado a recolectar los primeros frutos de una cosecha cargada de polémica por la contratación masiva de inmigrantes sin permiso de trabajo.

Andrés Muñoz, agricultor de Socuéllamos (Ciudad Real) de 48 años, es uno de los que se ha apresurado en iniciar la tarea. En su parcela había ayer ocho personas trabajando. Dos españoles, Andrés y su amigo José, jubilado, que le ayuda a vendimiar por pura afición. Y seis inmigrantes venidos de Rumania, que lo hacen por pura necesidad. Como la mayoría, recorren España siguiendo la ruta de las cosechas: naranja, hortalizas, ajos y ahora vid. En tres semanas, cuando finiquiten el asunto, tendrán que buscar otro empleo.

Ninguno de los temporeros que recorren a tijeretazos el campo de Andrés tiene permiso de trabajo, al igual que miles de compatriotas reclutados para la ocasión. La falta de previsión y el apego a la fórmula tradicional de la contratación a dedo ha provocado que, con 2.750 millones de kilos de uva por recoger, muchos labradores no hayan tramitado a tiempo los papeles de sus jornaleros. Lo cual es de obligado cumplimiento, porque los rumanos, como los búlgaros, son ciudadanos europeos, pero a medias. La moratoria aplicada por España les impide trabajar por cuenta ajena sin regularizar su situación laboral, al menos hasta 2009. Y ahora, cuando veían que les podía pillar el toro en forma de inspecciones y multas, han pedido la regularización a destiempo.

El Gobierno, como medida extraordinaria para salvar la campaña, ha aceptado cursar los permisos solicitados fuera de plazo. Andrés aún espera los suyos, aunque sus braceros ya estén en el tajo. "¿Qué voy a hacer, dejar la uva aquí y arruinarme?", se defiende, sin ocultar su miedo a una multa. Sus trabajadores llenan capazos de racimos rojizos sin temor a que les echen. El año pasado no eran comunitarios, y cuando veían un coche de la Guardia Civil "salían corriendo", recuerda el agricultor, que paga a cada temporero 42 euros al día.

Los socios de la cooperativa de Socuéllamos se reunieron el pasado jueves para buscar soluciones. Andrés dice que se entonó el mea culpa. Hace mucho que la irregularidad campa a sus anchas en la vendimia manchega, pero hasta ahora nunca se le había prestado atención. Las alarmas saltaron cuando se detectaron decenas de campamentos de inmigrantes que, en medio de la precariedad más absoluta, aguardaban la vendimia con la esperanza de tener trabajo.

A cien metros de Socuéllamos, una cincuentena de gitanos búlgaros aguarda a que les caiga esa suerte. Llevan un mes malviviendo en un descampado poblado de enormes tinajas de vino transformadas en infraviviendas. También hay niños. ¿Por qué vienen aquí, y no a otros países donde también hay mucha uva que recolectar? Los nómadas responden sin ambages: "Porque en otro sitio no nos ofrecerían trabajo sin papeles",

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