La OTAN cambia su táctica en Afganistán por la muerte de civiles
Los talibanes asesinan al segundo de los 23 surcoreanos secuestrados hace dos semanas
El creciente número de bajas civiles en Afganistán, la desafección que esas muertes está causando entre la población afgana respecto al esfuerzo militar aliado contra los talibanes y las críticas públicas y privadas entre los propios aliados que suscita la agresividad desmedida de algunos ataques han forzado al mando aliado a replantearse las estrategias de combate contra los islamistas. Por otro lado, los talibanes anunciaron ayer el asesinato del segundo de los 23 misioneros surcoreanos que secuestraron hace dos semanas.
"A pesar de nuestras buenas intenciones, estamos viendo que el pueblo afgano está acumulando un creciente número de fundadas quejas contra la comunidad internacional. Los talibanes se están aprovechando de nuestros errores y utilizan esas quejas para convertirse poco a poco en un movimiento político legítimo en el sur de Afganistán", declaraba el mes pasado Norine MacDonald, presidenta e investigadora principal sobre el terreno del Consejo de Senlis, un grupo especializado en seguridad y desarrollo. Entonces, el Consejo de Senlis evaluaba en 245 el número de civiles muertos por las fuerzas de la OTAN en la primera mitad del año en Afganistán, aunque advertía que "esa cifra podría ser mucho mayor porque no hay un recuento fiable de víctimas".
La cifra se ha incrementado desde entonces y con ella la urgencia de hacer algo para evitar más dificultades en la complicada lucha contra los talibanes. En algunas intervenciones militares -especialmente las ejecutadas en el contexto de la operación Libertad Duradera, dirigida por EE UU con carácter de combate contra el terrorismo, frente a la ISAF que encabeza la OTAN, que busca principalmente la reconstrucción- se han usado medios por encima de lo necesario para la amenaza percibida con desastrosos resultados. Recientemente, una fuente diplomática aliada estallaba de indignación por el uso de grandes bombas contra objetivos limitados, acciones que se traducían en un elevado número de bajas civiles.
Jaap de Hoop Scheffer, sabedor del malestar propio y de los altos costes políticos del recurso a la cantidad ciega, acaba de revelar en una entrevista con el Financial Times que la ISAF se está planteando el uso de bombas más pequeñas y aquilatadas a las situaciones. Aunque en los combates se hace muy difícil que no haya nunca bajas civiles, dice Scheffer, la OTAN "está trabajando sobre la carga en los aviones para reducir los daños colaterales".
Como indicaba MacDonald, los errores aliados proporcionan valiosa munición propagandística a los talibanes, que en su búsqueda de legitimidad fuerzan los errores letales de los aliados. La OTAN ha hablado en repetidas ocasiones de que los islamistas usan con frecuencia a los civiles como escudos humanos.
Por otro lado, un segundo surcoreano que formaba parte del grupo de 23 misioneros secuestrados hace 12 días por los talibanes fue asesinado ayer a tiros, según un portavoz de los rebeldes. El representante de los talibanes dijo que habían matado al hombre, identificado como Sung Sin, porque el Gobierno afgano no había atendido sus exigencias. El pasado miércoles, los islamistas mataron a Bae Hyung-kyu, de 42 años, jefe de los misioneros.
Los talibanes secuestraron a 23 surcoreanos (18 de ellos mujeres) el pasado 19 de julio, cuando se dirigían de Kabul, la capital, a la sureña ciudad de Kandahar. Los rebeldes exigen al Gobierno la liberación de varios presos talibanes y la retirada de las tropas surcoreanas. Ayer mismo, la cadena de televisión qatarí Al Yazira difundió un vídeo en el que aparecen varias de las rehenes, con la cabeza cubierta con un velo, agachadas en un lugar oscuro.

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