Las víctimas temen que el ex dictador fallezca antes de ser condenado
"Su muerte implicará la desaparición de quien encarnó la voluntad de exterminio" , dice un torturado
Cuando la presidenta de la Agrupación de Familiares de Detenidos Desaparecidos (AFDD), Lorena Pizarro, se enteró ayer de que Pinochet había sufrido un infarto de madrugada y corría peligro de muerte, lo primero que le vino a la mente fue el recuerdo de su padre, Waldo Pizarro, a quien los agentes de la dictadura secuestraron cuando ella tenía 10 años y que desde entonces se encuentra desaparecido. "Me acordé de mi mamá, de mis hijas, de Sola Sierra [fallecida ex presidenta y fundadora de AFDD]. La imagen de las víctimas y de sus familiares se engrandece ante la del ex dictador", dijo.
"Fue como cuando detuvieron a Pinochet en Londres por orden de la justicia española: sentí alegría, nos cambió la vida", confiesa Pizarro. "Qué tremendo que haya nacido gente como Hitler, Franco y Pinochet", afirma. Pero enseguida a Pizarro le surge la duda y el escepticismo sobre la condición de salud del ex dictador. "Siempre que ha sido procesado por causas de derechos humanos, Pinochet ha tenido problemas de salud, supuestamente graves", añadió. Pizarro añade: "Tengo legítimo derecho a dudar de este maestro del disimulo, que se levantó de su silla de ruedas al llegar a Chile después de estar detenido en Londres".
La dirigente de las víctimas de Pinochet dice no saber si se alegrará de la muerte del ex dictador sin que haya sido jamás condenado. Está segura, sin embargo, de que el deceso del general desencadenará manifestaciones populares de alegría. El fallecimiento de Pinochet sin que pese una condena judicial sobre él, "significaría que quedaría una gran deuda pendiente del poder judicial, aunque frente a la humanidad ya quedó con una gran condena moral como genocida y corrupto. Su muerte implicaría redoblar la tarea en torno a que nunca más ocurran crímenes como los de la dictadura", dice.
Una de las más de 30.000 personas que fueron torturadas por la dictadura, Ricardo Aguilera, afirma: "Celebraría de todas maneras la muerte de Pinochet. Más que por mí, en nombre de todos los que hizo desaparecer o torturó, a muchos con mayor intensidad que a mí, por el sentimiento de dolor por todos aquellos que no están".
Aguilera fue torturado por distintos aparatos represivos de la dictadura y cuenta que en las sesiones le aplicaron todo tipo de tortura: palizas, electricidad, asfixia, simulacros de fusilamiento, le colgaron de pies y manos y le hicieron tragar agua con una manguera por la boca y la nariz. "Gritaba en un alarido interminable, para que el dolor saliera de mi cuerpo", asegura.
Técnico en instalaciones de calefacción, Aguilera, de 53 años, afirma que racionalmente cree que la muerte de Pinochet "implicará la desaparición de un personaje que encarnó una voluntad de exterminio de la voluntad popular. Estuvo en el lugar y momento adecuado para hacer la labor sucia de carnicería: la maldad de su régimen lo supera como personaje. Él es el instrumento, el engranaje más visible de la intervención a favor de los ricos".
Entre los abogados de derechos humanos predomina el escepticismo sobre la gravedad del ex dictador. "Tengo la severa sospecha de que esta situación está siendo magnificada y sobresimulada como parte de la estrategia de la defensa", sostuvo el abogado querellante Hiram Villagra.
La Corte de Apelaciones debe resolver hoy si acepta o rechaza una petición de la defensa para conceder la libertad provisional a Pinochet, que se encontraba bajo arresto domiciliario por el asesinato de dos personas. Villagra anticipó que los querellantes se opondrán a la petición.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.